Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
“Yo he tenido mucha suerte”, dice con humildad el saxofonista Héctor Veneros, peruano de nacimiento y puertorriqueño por adopción. Pero se necesita mucho más que suerte para haber tocado con las grandes estrellas del jazz latino con las que él ha tocado o grabado durante su carrera. Se necesita un talento especial para poder incluir en el resumé etapas con las orquestas de Eddie Palmieri, Tito Puente, Mongo Santamaría y el legendario Batacumbele, una agrupación única en la historia de la música popular puertorriqueña.

Maestro de maestros, Veneros también ayudó a sentar las bases de la efervescencia actual del jazz en Puerto Rico con sus presentaciones en clubes tales como Mini’s, The Place y otros establecimientos de San Juan en los que luminarias actuales del jazz internacional, como el saxofonista David Sánchez, se enamoraron del género escuchando, precisamente, al músico peruano y sus acompañantes.
Entre los fanáticos del jazz latino, Veneros probablemente es más conocido por su memorable solo de saxofón alto en el tema “Leah”, grabado por Mongo Santamaría en el histórico concierto en el Yankee Stadium de Nueva York en agosto de 1973. Fue el mismo concierto en el que las Estrellas de Fania alcanzaron la apoteosis de su éxito y que, lamentablemente, tuvo que ser interrumpido cuando el público delirante invadió el escenario, poniendo en peligro la seguridad de todos los presentes.
Pero esa no es la única grabación en la que se destaca. Participó además en discos como “Descarga Boricua”, volúmenes 1 y 2; “Eyes Open”, del trompetista David “Piro” Rodríguez; “Puerto Rico Jazz Jam”, de Humberto Ramírez; “Hijos del Tambó”, de Batacumbele; “La verdad”, de Eddie Palmieri; y muchos otros.
Natural del pueblo de Chimbote, originalmente una caleta de pescadores en la costa peruana, el músico tuvo su contacto inicial con el jazz desde muy pequeño, ya que su padre era guitarrista. Su primera afición fue la percusión: maracas, bongó, conga y batería. “Pensé que iba a ser baterista el resto de mi vida”, recuerda con una sonrisa. “Empecé con la batería a los seis o siete años y ya me gustaba el jazz. Practicaba todos los días”.

Pero su carrera como baterista terminó pronto, cuando su padre le compró un saxofón alto a los 14 años. Aprendió a tocarlo por sí mismo, solo con la ayuda de un libro que se usaba en el Conservatorio de Lima. “Esa fue mi Biblia. Todo estaba en el libro, yo no tuve maestros. Y a los seis meses ya estaba tocando”, manifiesta con satisfacción.
En la radio peruana el jazz era escaso, pero tuvo la fortuna de que su padre traía a la casa los discos de Miles Davis, John Coltrane y Cannonball Adderley, entre otros artistas. Años después, cuando llegó a Washington por motivos de trabajo, descubrió el disco “Kind of Blue”, de Davis, en el que también tocan Coltrane y Adderley. Reconoció entonces el tema “All Blues”, que su padre solía poner en el hogar, aunque el joven Veneros no lo conocía por su nombre. Fue un momento decisivo en su carrera, que cimentó su vocación de jazzista.
Permaneció en Washington desde 1965 hasta 1969, año en el que un compatriota, Jorge Young, le ofreció trabajo en Puerto Rico. Permanecería tres años tocando en el antiguo Hotel Sheraton, hoy Marriott en el Condado.
Veneros agradece la suerte que ha tenido de tocar con músicos excelentes de los cuales aprendió, tales como el desaparecido trompetista Juancito Torres. “Yo siempre he sido muy observador”, asegura. “Todo lo que hacían (los demás músicos) lo miraba y lo captaba”. La calle fue su escuela.
Curiosamente, sus juntes con mitos de la música como Puente (con quien grabó en su disco número 100) y Santamaría ocurrieron de manera fortuita. Con el primero, tuvo la oportunidad de sustituir al saxofonista tenor de la orquesta, quien debió ausentarse del concierto que el Rey del Timbal vino a ofrecer en Puerto Rico con motivo del mencionado disco por un percance de salud de un familiar.

A Santamaría lo conoció mientras tocaba en el Hotel Condado Plaza, donde el legendario percusionista se hospedó en una ocasión en la que vino a presentar un concierto en San Juan. “El director musical de la banda de Mongo era Justo Almario”, cuenta Veneros, “e hicimos una buena amistad”. Para aquellas fechas, la banda se estaba preparando para la histórica grabación en el Yankee Stadium.
Muy pronto, Almario le ofrecería a Veneros unirse al grupo de Santamaría, ya que el saxofonista regular del grupo había renunciado. Él dudó inicialmente de aceptar la oferta. Pero cuando su buen amigo, el gran baterista Jimmy Rivera, también fue reclutado por el grupo, tomó la decisión. Increíblemente, y apenas con un solo ensayo, Veneros cumplió su primera presentación con la banda de Santamaría en el hoy legendario concierto en el Yankee Stadium.
Luego vendrían conciertos por toda Europa y Estados Unidos. “Yo viajé con Mongo por todo el mundo. Estuve con la banda alrededor de dos años y medio”.
Pero extrañaba Puerto Rico y decidió volver a vivir aquí. Se unió entonces a Batacumbele y participó en su segunda grabación, “En aquellos tiempos”.
“Tocábamos en muchas fiestas patronales, donde lo que sonaba era salsa y merengue. ¡Imagínate como fue, de momento tocar ahí el jazz latino progresivo que hacíamos!”, dice Veneros entre risas. “La gente se volvía loca con nosotros, se convertía en un pandemonio cada vez que tocábamos. Yo pensaba que a lo mejor no les iba a gustar, pero fue al revés, les encantó nuestra música. Es que al puertorriqueño le gusta todo lo que tenga sabor, todo lo que lo haga bailar y gozar”.

Después de Batacumbele, comenzó a tocar con Eddie Palmieri, quien hacia 1984 había decidido radicarse en Puerto Rico para variar del ambiente de Nueva York. “Se trajo hasta su piano Bosendorfer, un instrumento enorme, con más teclas que los pianos regulares. Como yo tocaba con Juancito, que era su trompetista, ahí pude hacer la conexión. Eddie nunca había usado un saxofón en su orquesta”.
Con la orquesta de salsa de Palmieri empezó a viajar a Europa, aunque luego las contrataciones más frecuentes fueron para su banda de jazz. “El primer viaje fue a París, Alemania y Bélgica”, dice el saxofonista. “En el segundo llegamos a Italia y España. En total hicimos cuatro viajes con Palmieri a Europa”.
Hoy semiretirado y trabajando como “freelancer”, Veneros no tiene planes concretos de grabar un disco a su propio nombre, algo que nunca ha realizado. “He tratado dos o tres veces, pero no se ha logrado”, comenta. Sin embargo, se apresura a añadir que “tengo muchas canciones escritas, todas inéditas”.
“Yo aprendí mucho de los discos, pero las oportunidades que tuve de ver saxofonistas en vivo fueron experiencias increíbles – George Coleman, Stan Getz, Sonny Stitt, Paul Winter, este último en el primer concierto de jazz que vi en mi vida, en Lima. Una cosa es oír los discos y otra es verlos tocando en vivo. Eso te deja huellas”.
Huellas que el propio Héctor Veneros se encargó de dejar en los saxofonistas de las generaciones siguientes y que hoy hacen brillar el nombre de Puerto Rico en el mundo entero.