Fecha de nacimiento
2 de febrero de 1904
Lugar de nacimiento
San Juan, Puerto Rico
Fallecimiento
6 de enero de 1959 en San Juan, Puerto Rico
De acuerdo con el juicio de un gran sector de la crítica, José Enrique Pedreira representa el puente entre el modernismo y el movimiento nacionalista en la música de concierto puertorriqueña. También se le distingue por ser el primer compositor importante dentro del género clásico nacido en nuestro País durante el Siglo 20.
Este insigne músico boricua fue hijo de José María Pedreira y Rosa Kehrham. Tuvo tres hermanos. A la edad de ocho años inició el aprendizaje del piano bajo la tutela de la reconocida profesora Rosa Sicardó. Al llegar a la adolescencia ya era un ejecutante lo suficientemente competente como para emprender su trayectoria artística de manera formal. Su primer trabajo como tal fue animando las tandas de películas silentes que proyectaba el cine del Parque Borinquen.
En 1925 marchó a Nueva York e ingresó a la Juillard School of Music. Durante los seis años que permaneció en tan prestigioso conservatorio, recibió las enseñanzas del gran Segismund Stojowski (ejecución) y Madame Conrad Korznueska. En 1931 regresó a Puerto Rico. Poco después, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Ponce que dirigía Domingo Cruz “Cocolía”, realizó una gira, que abarcó muchos municipios, interpretando el “Concierto en La menor”, de Robert Schuman.
El 9 de agosto de 1933 contrajo matrimonio con su novia de la adolescencia, Alicia Hutchinson, quien fue su discípula. A ella había dedicado una de las primeras composiciones que dio a conocer: “Alicia”, vals creado en 1919, año del cual también datan “Dos mazurcas para piano”. Ambos fundaron la Academia de Piano Pedreira que mantuvieron en Santurce hasta el final de sus días. Fruto de su enlace fue José Enrique «Quique» Jr. – quien fuera banquero –, fallecido en 1993.
En 1953, junto a su discípulo José Raúl Ramírez formó el que habría de convertirse en famoso Dúo Piano-Órgano Pedreira-Ramírez. Esta combinación, hasta entonces única en su género, disfrutó de gran popularidad gracias a sus actuaciones en programas radiales y televisivos, así como en conciertos, no sólo en Puerto Rico, sino también en Estados Unidos.
Sus principales composiciones fueron “Elegía india” (1924), “Elegía” (1941), “Poema” y “Souvenir” (1942) y “Capricho” (1953), piezas para violín dedicadas a su cuñado, el destacado violinista Henry Hutchinson (padre); “Canción criolla”, merecedora del Premio Manuel Elzaburu en certamen organizado por el Ateneo Puertorriqueño (1934); “Concierto en Re menor para piano y orquesta”, estrenado en el Anfiteatro de la Universidad de Puerto Rico con la Orquesta Sinfónica de San Juan, dirigida por Jesús Figueroa Iriarte (1936); “Ensueño de Marta”, su primera danza para concierto (1942); “Estudio de concierto en Do sostenido menor”, obra para piano dedicada a la pianista Hilda Andino y estrenada por su discípulo José Raúl Ramírez durante una de las galas anuales celebradas en la Academia (1944); “Tus caricias”, danza dedicada a su esposa y que fuera premiada en certamen auspiciado por la Juillard School Of Music, en Nueva York (1944); “Ritmo zapateado”, pieza para piano dedicada al virtuoso Jesús María Sanromá, quien lo incluyó en su repertorio habitual (1948); “Tres diálogos en silencio”, trilogía de canciones estrenadas por la soprano María Esther Robles en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico (1954); “Siempre”, danza merecedora del Primer Premio en el concurso auspiciado por el Instituto de Cultura con motivo del centenario de Juan Morel Campos (1956) y “El Jardín de piedra”, ballet en tres actos con libreto de Lotti Tischer y orquestación de José Raúl Ramírez, Henry y Luz Hutchinson (1956).
De acuerdo con su discípulo Ramírez, las obras de José Enrique Pedreira acusan un gran lirismo romántico y una tendencia eminentemente conservadora en cuanto a estilo y envergadura armónica. En ellas encontramos el toque brillante y a la vez elegíaco de la Escuela Rusa, así como el refinamiento propio del sabor francés.
Para él – continúa explicando Ramírez –, la danza es lo más representativo de la puertorriqueñidad. La danza pedreriana es eminentemente pianística, elegante y difícil de ejecutar. En cuanto a forma, es tradicionalista y el vuelo romántico y la libertad de sus frases le imprimen un sello personalísimo, producto de madurez, seguridad y dominio de este género. Hasta hoy, es el único compositor que ha creado una danza para ser ejecutada sólo con la mano izquierda.
Sus obras fueron concebidas, primordialmente, para piano y presentan gran dificultad técnica para el ejecutante. Enfatizan en la mano izquierda, que él dominaba de manera admirable. Musicalmente, se le sitúa entre los últimos románticos. Si buscamos la esencia de su música, la encontramos prominentemente melódica con gran interés rítmico. Esta característica se repite en sus obras para violín y violoncello y para voz.
Por otro lado, no se puede hablar de este ilustre puertorriqueño sin resaltar también su importante legado pedagógico. Su gran formación técnica se reflejó en otros de sus discípulos, muchos de los cuales lograron descollar en el ambiente artístico nacional e internacional: Milagros Arrillaga, Alba Rosa Castro, Irma Isern, Adina Piñero, Pedro Luis Ramírez, Moraima Sacarello, Saudhi, etc. Igualmente, orientó en sus carreras a figuras como la violoncellista Martita Montañez, la soprano Olga Iglesias y el tenor Edgardo Gierbolini.
En 1992, 33 años después de su fallecimiento, su alumno e íntimo amigo José Raúl Ramírez se dispuso a recopilar y grabar toda su obra, convirtiéndose en custodio de la misma por petición de su viuda y su hijo «Quique». Algunas de sus danzas que habían quedado inconclusas fueron terminadas por Ramírez e incluidas en una recopilación de cuatro discos compactos que, además de todas las piezas que compuso dentro de este género, contiene su “Concierto para piano” y obras para violín, violoncello y canciones de arte para dos pianos.
A principios de 1999, Ramírez editó otra recopilación, esta vez de tres compactos, en la que se incluye su ballet “El jardín de piedra”, su “Concierto en Re menor para piano y orquesta” y otras selecciones de carácter sinfónico. A mediados de aquel año, aparecieron en el hogar de su hermano Miguel Pedreira otras dos obras que nuestro biografiado había dejado olvidadas: “Capricho para violín y orquesta” y “Caprice para violín y piano”. Luego se encontró su “Sonata para violín y piano”. Estas obras también fueron grabadas por Ramírez.
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