Fecha de nacimiento
2 de mayo de 1954
Lugar de nacimiento
San Juan, Puerto Rico

Veterano pianista, arreglista y orquestador de una pasión sin parangón por la sonoridad de la orquesta grande. Antes de aterrizar con “The Eternal Classic”, concepto de big band con el que ha producido tres extraordinarios álbumes, Javier Fernández estampó su rúbrica en arreglos para decenas de orquestas puertorriqueñas.
Nació en Bayamón y desde bien pequeño sentía atracción por la música, ya que su padre era comerciante y promotor de bailables. Él era un fanático de las orquestas de la época, a tal grado que bautizó a sus hijos con los nombres de César (por César Concepción) y Javier (por Xavier Cugat). En esa época traía a su ‘club’ a Cortijo y su Combo, y La Sonora Ponceña. Definitivamente, para el niño Javier, Cortijo fue la mayor influencia, ya que también lo veía en televisión todos los miércoles en la noche y le fascinaba la forma tan contundente de tocar del grupo, así como admiraba la personalidad, elocuencia y jocosidad de Ismael Rivera. De esta forma ellos se convirtieron en su primera escuela, por su “swing”.
En una ocasión, su padre llevó tres discos a la casa que marcaron su vida y definieron lo que sería en el futuro su estilo como músico y arreglista: “Danger” de Cortijo, Ismael y Rolando Laserie; otro de la Orquesta Panamericana y el tercero del Trío Los Panchos con Guty Cárdenas. El músico en ciernes consumió su niñez escuchando esas tres producciones discográficas. Ya, a los 13 o 14 años, veía en la televisión a La Panamericana en “Compre la Orquesta”. Y, sin remordimientos, confiesa que faltaba a la escuela para verlos, especialmente al pianista Víctor Meléndez (Cuquito), quien brillaba por su virtuosismo.
Al llegar a su juventud, Javier comenzó a frecuentar bailes y así se tropezó con un pianista que lo impresionó sobremanera: Ray Cohen, que tocaba con El Sabor de Nacho. Ahí se convenció de que lo que quería hacer en la vida era ser músico. Se lo comentó a su padre y él, como era un amante de la música, rápidamente le dio el visto bueno. Le compró un enorme piano que no cabía en la sala y así comenzó como autodidacta; escuchando algunos pianistas de la época. Tiempo después, cerca de su hogar formaron una orquesta de jovencitos. Si bien Javier fue a una prueba y no pegó ni una nota, continuó con el mismo ímpetu en su deseo de perfeccionar su arte. Una llamada posterior para audicionar con ellos nuevamente coronó su perseverancia. En el primer baile que con ellos tocó, el director del grupo con el que alternaba la orquesta le ofreció trabajo. El grupo resultó ser Los Selectos de Arecibo que estaban bien pegados en la radio con “Me está doliendo el alma”. Y con ellos trabajó aproximadamente dos años.
Entonces Javier conoció a su mentor: el maestro Jorge Millet, que lo adoptó como pupilo. En Millet descubrió el talento de uno de los genios creativos más importantes del género musical. Su influencia fue definitiva en el desarrollo profesional de Javier Fernández. De hecho, en una ocasión el maestro Millet le indicó que la Orquesta Mundo de Ponce tenía vacante para el piano. Con gusto aceptó la sugerencia y se trasladó a Ponce. Allá ensayaron para montar el repertorio. Una noche de ensayos llegó un bajista nuevo, Efraín ‘Frao” Hernández, quien al concluir la jornada se le acercó y le dijo que Willie Rosario estaba audicionando pianistas y que si quería él lo podía recomendar.
Con temor aceptó la iniciativa que días más tarde produjeron la llamada del maestro Willie Rosario invitándolo para un ensayo, con la posibilidad de que sustituyera al maestro Luis Quevedo.
Javier llegó a la cita donde había no menos de seis excelentes pianistas, todos con experiencia. Fernández fue el último en audicionar. Por suerte, el tema que le habían asignado lo sabía de memoria porque estaba pegado en la radio. Cuando concluyó el encuentro, Rosario le preguntó si podía tocar una actividad en esos días. Con la respuesta afirmativa, lo demás fue historia. Su talento rápidamente se impuso y en pocos meses Javier Fernández ya trabajaba como arreglista de orquesta al lado de figuras establecidas como Ray Santos, Bobby Valentín y Jorge Millet.
Esta oportunidad le abrió las puertas para trabajar como arreglista, lo que se convirtió en su verdadera pasión. Así, figuras importantísimas como Gilberto Santa Rosa, José Alberto “El Canario”, La Selecta, La Mulenze, Conjunto Chaney, José Lugo “Guasábara” marcaron su evolución como músico. Proceso que le añadió la experiencia necesaria para lograr lo que en este tiempo ha sido su más ambicioso proyecto: “The Eternal Classic”.
Un primer lanzamiento en 2014 le ganó la distinción como una de las producciones más sobresalientes del año, según la Fundación Nacional para la Cultura Popular. Posteriormente lanzó el segundo volumen de la serie con el título “Tributo a los soneros”. Y ya en 2020 añadió al catálogo la producción “Tributo a las reinas”, cosechando aplausos de la crítica especializada y regresando a las lsiats de honor de la organización cultural.
La serie “The Eternal Classic” confirman el compromiso de Javier Fernández con el arte del arreglo para orquesta grande. Y a través de sus tres producciones se manifiestan los conocimientos y experiencias adquiridas durante toda una vida.
Jaime Torres Torres
Fundación Nacional para la Cultura Popular
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