Brillante apología a la amistad

La pieza ‘Estoy como nunca’ contó con un apasionado director con dos igualmente apasionados actores, idóneos para los roles asignados.
Los actores Jorge Luis Ramos y Carlos Esteba Fonseca estelarizaron “Estoy como nunca”, de Carlos Gorostiza. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Después de un tiempo relativamente largo de inactividad, por motivos de cuarentena, retomamos el mundo del público teatral con bombos, platillos, y alegres aciertos, al asistir a la última función de “Estoy como nunca”, el domingo 17 de septiembre, en el café teatro Moneró, del Centro de Bellas Artes de Caguas.

La puesta en escena, producción de Sofía de la Cruz y Carlos Esteban Fonseca para En-Pareja-2 Inc., fue una versión puertorriqueña de “El acompañamiento” del dramaturgo, novelista, cineasta y político argentino Carlos Gorostiza (1920 – 2016).

La obra de teatro, escrita en 1981, tuvo su estreno mundial en el teatro Tabarís de Buenos Aires durante la dictadura militar, en un evento llamado “Teatro Abierto”, donde valientes autores, actores, directores, diseñadores, y teatreros en general, se unieron para explorar el tema de la libertad.

La pieza tuvo como escenario el café teatro Moneró en el Centro de Bellas Artes de Caguas. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

“El acompañamiento”, que se ha presentado, en países como España, Finlandia, Sudáfrica y Estados Unidos, fue publicada en 1991 por Ediciones de La Flor. Ese mismo año, el cineasta Carlos Orgambide realizó su adaptación cinematográfica. La película ganó un Premio Cóndor de Plata en 1992.

El libreto de Gorostiza, el cual leímos, tiene unas 10 páginas. A base de esa columna vertebral, el director Vicente Castro, construyó su versión de poco más de una hora de duración. Castro, que resaltó el tema de la libertad con destellos más humanos que políticos, estableció un vínculo con el Alzheimer, específicamente la primera etapa de la enfermedad, a través de uno de los personajes.

La versión y montaje de Vicente Castro, sostuvieron un romance muy realista, con las alegrías y tristezas propias de la situación, sin caer en los extremos macabros apocalípticos o en burlas y chistes de humor negro, recursos, por cierto, muy verdaderamente reales que rondan la terrible enfermedad. El resultado fue precioso.

Entre los cambios que se hicieron, se destacan los nombres de los personajes. Tuco pasó a llamarse Pipe y Sebastián, Quinín. Este último tomó el nombre del mejor amigo de Vicente en la escuela superior.

En la versión puertorriqueña, los personajes, cuando adolescentes, trabajaron en la desaparecida tienda González Padín en Viejo San Juan, y fueron asiduos a discotecas de las décadas de 1970 y 1980. Se hace alusión, además, a los programas “Dame un Break” y “Objetivo Fama”.

Jorge Luis Ramos dio cátedra de su grandeza profesional. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

“Estoy como nunca”, es un título “robado” al icónico son cubano original de Enrique Raymat González, que Eliades Ochoa hizo famoso y Gilbertito Santa Rosa retomó con éxito. La canción es tan pertinente para la versión de Vicente, que parece ser el alma gemela de la trama.

Otro cambio se dio en la canción que inicia la obra. El texto de Gorostiza comienza con el tango “Viejo smoking” de Celedonio Esteban Flores y Guillermo Barbieri. En “Estoy como nunca” se comienza con “La última copa” de Francisco Canaro, que también es un tango, y se alude al intérprete puertorriqueño Felipe Rodríguez “La Voz”.

Los cambios, que son unos cuantos, no alteran la trama, ni la ruta, ni la belleza de la intención. Narraremos a continuación, la historia a la cual nos enfrentamos en el Moneró, el domingo, a casa llena.

Pipe, en sus 60 largos, padece de Alzheimer y es un cantante frustrado que trabajaba como obrero de construcción. Decidió abandonar ese trabajo para ir tras su sueño, por lo que se encerró en un cuarto, armado con una pistola de juguete que usa para asustar a quienes se acercan.

Carlos Esteban Fonseca prestó sus más sensibles dotes a un personaje cuadrado a su medida. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Pipe ensaya con disciplina, mientras espera a los músicos que Mingo, un amigo, le prometió, y por los cuales pagó. Los músicos nunca llegan. Sebastián, también en sus largos 60, mejor amigo de Pipe, llega para convencerlo de que abandone su quimera.

La conversación entre los dos amigos corre velos de profundo alcance existencial: el valor de nuestros sueños; el significado del éxito y el fracaso; el terror a nuestra propia luz; el control que les permitimos a los demás sobre nuestra forma de vivir y decisiones; el significado de la demencia, la lealtad, la solidaridad. ¿Valdrá la pena retomar lo que hemos dejado atrás y volver a empezar?

Si bien es cierto que Pipe está perdiendo su memoria inmediata y la familia está, con razón, preocupada, esa preocupación interfiere en la ruta de los más ardientes deseos de un ser humano capaz de hacer un intento.

Aunque los personajes pertenecen al grupo de la tercera edad, la situación no es distinta a la de un joven que tiene un ardiente deseo y recibe desánimo de su ambiente inmediato. Se necesita mucha valentía para ser fieles a nosotros mismos, contra toda adversidad, y perseverar.

A Pipe no le importa haber sido timado por Mingo, y no va a retroceder. Quinín, termina convenciéndose que él también tiene que hacer un intento. Y es, precisamente el intento, lo que une en la victoria.

El desarrollo de esta historia desordena nuestra fibra interior y la lanza al espacio, toda convertida en constelación. ¡Conmovedoramente glorioso! ¡Infinitamente alentador!
La pertinente escenografía de Vicente Castro, funcional y efectiva, figuró la anárquica guarida de Pipe. La pared de fondo, construida con paletas, exhibía discos, afiches y objetos de las décadas de 1960 y 1970.

La dirección de Vicente Castro, también responsable por la utilería y el vestuario, mantuvo una composición balanceada en esta puesta en escena. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

En el piso, prevalecía una mesa, cuya función era múltiple, y dos sillas que podían cambiar de posición. El ambiente era desordenado.

Las luces de Quique Benet, fueron, de la misma manera, funcionales y efectivas, y resaltaron la pertinencia de la escenografía.

La dirección de Vicente Castro, también responsable por la utilería y el vestuario, mantuvo una composición balanceada, de tráfico escénico preciso en su concepto de montaje inteligente, para el espacio íntimo. La luz resplandeciente de este montaje fue el trabajo con los actores. Exterior e interior, nada se descuidó.
El apasionado director contó, con dos, igualmente apasionados actores, pletóricos de veteranía, maestría y destreza, idóneos para los roles asignados.

Carlos Esteban Fonseca, con sus innegables dones, emotiva presencia y voz aventajada, prestó sus más sinceras y sensibles dotes a un personaje cuadrado a su medida.

Jorge Luis Ramos, excepcional, excelso, sin duda uno de los mejores actores puertorriqueños, creíble hasta la médula y sin perder un segundo de respiración, dio cátedra de su grandeza profesional, al hacer de este trabajo, un homenaje a su madre, recién fallecida.

Ramos nos sorprendió, además, con su coreografía “a lo John Travolta” de la canción “Staying Alive”, composición de Barry Gibb, Robin Gibb y Maurice Gibb (Bee Gees), tema de la película “Saturday Night Fever” (1977).

Al cierre los actores bailaron un son cubano con varios integrantes del público. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

El final, fue un fin de fiesta, ya que los actores invitaron al público a bailar el son cubano que le dio nombre a la versión puertorriqueña. Este trabajo fue, sin duda, una apología a la humanidad y a la amistad.

Completan el equipo, Eduardo Reyes (guitarra y bongó); Ruco Gandía (bajo); Carlos Esteban Fonseca (voz, coro y maracas); Bryant Ramos y Alexis Cedeño (técnicos de sonido y luces); Magdaly Cruz (asistente); Victoria del Sol (diseño gráfico); Sofía de la Cruz (producción ejecutiva). ¡Muchas felicidades!

Finalizamos al hacer tres comentarios. Recordamos a la producción que el programa de mano nunca debe faltar. Consideramos que nadie en Puerto Rico debe quedarse sin ver esta obra y que la misma es digna de representarnos en el exterior. Alentamos a la producción a dirigirse en esa dirección.

Un dato de relevancia –

La Asociación de Alzheimer y Desórdenes Relacionados de Puerto Rico (alzheimerpr.com), corporación sin fines de lucro, organizada bajo las leyes de Puerto Rico, compuesta por familiares, amigos, cuidadores, profesionales de la salud y trabajo social, además de miembros de la comunidad, dijo presente y ofreció orientación durante las funciones de “Estoy como nunca” en el Moneró.

Además, las personas tuvieron oportunidad de participar en un estudio sobre los cuidadores de pacientes de Alzheimer.

Si desean información sobre esta asociación pueden comunicarse al (787) 727-4151, o escribir a [email protected]

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