Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Aunque estrenó en el Public Teather de Nueva York, en febrero de 2015, en agosto del mismo año fue trasladada al Teatro Richard Rodgers de Broadway, y se ha presentado en múltiples escenarios de Estados Unidos, así como en Londres, Australia y Puerto Rico – con Lin-Manuel Miranda como protagonista en 2019 – ¡por fin vimos “Hamilton” el pasado jueves 15 de junio, en su regreso a la Sala Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes de Santurce!
Quedamos impresionados, no solo con la excelencia escénica, sino también con el impacto que tiene este musical, sobre todo, en los jóvenes. Esa noche, mientras corría la función, el hijo de 14 años de una queridísima amiga, cantó de memoria todas las canciones, y como él (no solo jóvenes), unos cientos más.

Nosotros, solo conocíamos lo que se ha difundido sobre este musical. En 2016, la pista sonora (46 canciones) ganó el Grammy al Mejor Álbum de Teatro Musical, obtuvo el premio Pulitzer en la categoría de Drama, 11 premios Tony, y siete galardones del Drama Desk.
También, en 2016, el montaje recibió premios Olivier, y una mención de honor especial del Kennedy Center.
Ese mismo año, “Hamilton: La Revolución”, libro que publica el libreto con fotos y datos sobre el montaje, se vendió como pan caliente, y un documental sobre la creación del programa, Hamilton’s America se estrenó en el Festival de Cine de Nueva York.
El año anterior, Ron Chernow (autor del libro en el cual se inspiró la obra) y Lin-Manuel Miranda, recibieron el premio History Makers 2015 de la Sociedad Histórica de Nueva York.
“Hamilton” se originó como una sola canción, “My Shot”, que nació tras Miranda leer la biografía de Chernow, en 2008. La canción se interpretó por primera vez durante una visita a la Casa Blanca, un año más tarde. Con el apoyo del director Thomas Kail, la melodía generó un ávido musical de 46 canciones.

La unión Kail-Miranda ha tenido mucho que ver. Los dos artistas cruzaron sus existencias, sin más trascendencia, cuando estudiaban en la Universidad Wesleyana. Posteriormente, ambos se reencontraron, sin haberlo planeado, en el sótano del Drama Bookstore en la ciudad de Nueva York, donde comenzaron a dialogar sobre la puesta de escena de “In The Heights”. Por requerimientos de Kail, la obra no estrenó hasta que, en 2005, estuvo totalmente preparada.
El impacto del musical “In The Heights” es indiscutible. No obstante, él éxito de “Hamilton” va, por mucho, más allá. No nos referimos meramente a la fusión del arte con información histórica fidedigna, lo cual, de por sí solo tiene mérito y alta efectividad. “Hamilton” es una verdadera revolución cultural.
El asunto de este musical, que comienza en 1776, es relevante en el momento actual. La trama muestra, como espejo, nuestra sociedad. Cuando se hizo la audición para el estreno, en 2011, Miranda y Kail, querían que el espectáculo viviera en la tensión de las emociones de la sociedad contemporánea, pero no sabían a ciencia cierta qué titulares estarían ocupando la primera plana en 2017, mucho menos, en las postrimerías de la pandemia, en 2023.
Los temas de Hamilton son vigentes: la revolución, el partidismo político y la difamación, la inmigración y los asuntos de pertenencia. Para eliminar la distancia entre el entonces y el ahora, y como requisito para el montaje desde el libreto, se seleccionaron actores pertenecientes a las minorías norteamericanas: negros, mestizos, latinos, asiáticos e inmigrantes que interpretan personajes históricos caucásicos.
Lo felizmente sorprendente es la efectividad de un planteamiento mega atrevido, lejos de las formulitas de éxito, las que, sin lugar a duda, fueron aconsejadas. Pero el director y el dramaturgo, compositor y actor, estaban claros en sus planteamientos y firmes en su determinación.

La partitura para los eventos históricos del siglo 18, combina corrientes musicales como hiphop, jazz, rhythm and blues y el clásico “estilo a lo Broadway”. La amalgama de todo lo anterior, nutre un momento revolucionario en el teatro. Y como tal, este musical ha tenido un profundo efecto en la cultura, la política y la educación.
Alexander Hamilton fue un descendiente de una familia franco-escocesa que emigró al Caribe en el siglo XVIII. Nació en la isla de Nevis, en 1755. Fue abandonado por su padre cuando tenía 10 años y quedó huérfano de madre al año subsiguiente. La vida del niño incluye momentos dramáticos como la separación de su hermano mayor y el suicidio de su primo y tutor.
El horrible pasado de Hamilton no fue excusa para su fracaso. El joven pudo llegar a los Estados Unidos y estudiar en la universidad. Hamilton llegó a diseñar un sistema financiero para Estados Unidos y tuvo participación en la creación e interpretación de la Constitución de su nación.
El libreto, música y letras de Lin-Manuel Miranda, presenta con efectividad la vida del primer del primer Secretario del Tesoro de los Estados Unidos.
La historia comienza en el ambiente del Acta de Independencia de Estados Unidos. En la medida de los acontecimientos, no necesariamente en orden cronológico, y a la par de la intensa y muy humana vida privada de Alexander Hamilton, nos vamos enterando de los detalles concernientes a figuras del momento (igualmente intensos y humanos) como George Washington, James Madison, Thomas Jefferson y Aaron Burr.

Hamilton fue un inmigrante que sirvió en el ejército personal de George Washington, un caudillo del federalismo, uno de los padres de la política económica norteamericana, y llegó a ser la mano derecha del primer presidente.
Fue Aaron Burr, adversario político de Hamilton, quien puso el punto final en la existencia del protagonista, cuando, cegado por la envidia, lo retó a un duelo que le cegó la vida.
Pero Hamilton siguió viviendo a través de la esposa, quien le perdonó una infidelidad escandalosa. Ella continuó dedicada a preservar el legado de su esposo.
El complicado engranaje de esta súper producción, dirigida por Thomas Kail, cuenta con la funcional y estética coreografía de Andy Blankenbuehler, y la precisa supervisión musical y orquestaciones de Alex Lacamoire.
La poderosa armonía que irradia la extraordinaria puesta en escena, pletórica de corazón en la intención, es lo más cercano a la perfección. Cada elemento aspira al mismo objetivo, todos miran en la misma dirección.

Como ocurre en las obras donde no sube el telón, nuestro primer encuentro es con la escenografía (David Korins) y los planos comienzan a delatarse. Dos niveles, uno encima del otro, al fondo, para dar la ilusión de más espacio, balcones en el segundo nivel a cada lado, entradas y salidas con muchas posibilidades, una escalera con identidad política independiente y un giratorio a nivel de piso en el escenario que el director dominó como discurso y tesis de su ruta. Nada faltó. Nada sobró. Thomas Kail hizo de su tráfico escénico un poema.
Desde la platea, donde estábamos, disfrutamos de un buen sonido (Nevin Steinberg) y unas luces creativas, pero serenas (Howell Binkle). Sin errores, sin regueretes. La palabra es excelencia.
El vestuario (Paul Tazawell), entre el pasado y presente, a veces, a medio camino, casi ropa interior de época (Ensemble), afirmaba las profundas intenciones del montaje.
El elenco era uno de titanes, excelentemente preparados e impecablemente seleccionados. Ovacionamos al protagonista, Edred Utomi, en su interpretación de todos afluentes de Alexander Hamilton.
De la misma manera, ovacionamos las certeras interpretaciones de Josh Tower (Aaron Burr), David Parks (Marquis de Lafayette, Thomas Jefferson), Tyler Belo (Hercules Mulligan, James Madison), Jon Viktor Corpuz (John Laurens, Philip Hamilton), Jorrel Javier (Philip Schuyler, James Reynold, Doctor), Patrick Garr (Samuel Seabury), Adriel Flete (Charles Lee), Taylor N Daniels (George Eacker).

Destacamos como sobresalientes los desempeños de Alysha Deslorieux (Eliza Hamilton), Stephabie Umoh (Angelica Schuyler), Carvens Lissaint (George Washington), y a Yana Perrault (Peggy Schuyler, Maria Reynolds).
Aplaudimos al “esemble”: Taylor N Daniels, Adriel Flete, Yesy García, Patrick Garr, Kellie Jean Hoakland, Jorrel Javier, D Jerome, Kourtney Kett, Raven Thomas, Damani Van Rensalier.
Ponemos laureles en la frente de Peter Matthew Smith, actor agraciado a las riendas de un agraciado personaje (Jorge III).
Ponemos laureles en la frente del director, Thomas Kail.
Coronamos de laureles la frente de Lin-Manuel Miranda, quien no deja pasar la oportunidad para demostrar cuánto le importamos.
Tanto significa para él nuestra tierra que, además de toda la ayuda que le brinda a los artistas, después de haber ofrecido su última actuación para Hamilton el 9 de julio de 2016, prometió volverlo a interpretar si la obra se hacía en Puerto Rico.

Ese sueño vio la realidad entre el 11 y 27 de enero de 2019, cuando “Hamilton” estrenó en la Sala Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes de Santurce.
El amor de Lin-Manuel Miranda por Puerto Rico es correspondido. Las taquillas de Hamilton se agotaron en tres horas, en noviembre de 2018.
Por mucho más que tanto, fue muy significativo que el Disco de Diamante por las ventas de 10 millones de copias de la banda sonora del musical alrededor del mundo, se le entregara al finalizar la tercera función de “Hamilton”, el viernes 16 de junio, en un escenario puertorriqueño.
El Disco de Diamante es el máximo galardón que otorga la RIAA en el mundo de las grabaciones y “Hamilton” es la primera producción de Broadway en obtenerlo.
Felicitamos y agradecemos al equipo de trabajo (80 personas, entre técnicos y artistas de la puesta en escena, y 100 personas contratadas en Puerto Rico para fines de montaje, sonido, luces y otras áreas), y a la producción de Ender Vega de Bas Entertainment, que hará posible que “Hamilton” continúe en cartelera hasta el 25 de junio en el Centro de Bellas Artes de Santurce.
¡Es una gran oportunidad que deben considerar!
