Abelardo en la vida de Juan Camacho

El maestro, ambientalista y sindicalista ofreció una ponencia sobre la resistencia en los personajes del insigne escritor.
El profesor y poeta Juan Camacho presentó una ponencia sobre Abelardo Díaz Alfaro el pasado sábado en la II Feria del Libro celebrada en Caguas. (Foto Edgar Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Por Edgar Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

A sus 76 años, el profesor Juan Camacho se describe como maestro, ambientalista, sindicalista y portavoz de la organización Toabajeños en Defensa del Ambiente (a partir de 2009), haciendo lucha desde la perspectiva de los derechos humanos y la solidaridad. Agrega, con orgullo, que también escribe poesía en el género de la décima. Todo esto define al invitado especial de la premiación del Certamen de Cuento Abelardo Díaz Alfaro que tuvo a cargo una ponencia que cautivó a todos los asistentes a la segunda edición de la Feria Anual del Libro en Caguas, el pasado sábado, 14 de abril. Camacho elaboró magistralmente -y a su estilo único- el tema “La resistencia socio-política en la obra ‘Terrazo’ de Abelardo Díaz Alfaro”.

Minutos antes, el educador dialogó con la Fundación Nacional para la Cultura Popular en la Sala Carmita Jiménez de Bellas Artes de Caguas, donde comenzó diciendo que en 2009 publicó un libro en décima espinela sobre el autor, narrando parte de su obra.

El letrado destaca el impacto que tuvo en él la lectura de “Terrazo”, en sus años de educación secundaria. (Foto Edgar Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Camacho ofrece charlas y conferencias por las escuelas, resaltando no solo lo que significa Abelardo Díaz Alfaro, sino en el contexto donde vivió, dando énfasis a la resistencia de los personajes claves para plantear que “no todo era estoicismo y fatalismo en esa época, sino que había sectores que eran resistentes y tenían lucha”.

En su época de estudiante de escuela intermedia, Juan Camacho fue adentrándose en la vida y obra de Abelardo a través de las páginas de “Terrazo”. “Ese libro lo atesoro, es exquisito… Nos impactó ‘El Josco’ y la maestra de español de noveno grado con un análisis muy correcto. Ella trató de plantear que no fue un suicidio lo de ‘El Josco’, sino una entrega por la lucha, por la libertad del País. ¡Qué fue un sacrificio! De ahí en adelante seguí leyendo a Díaz Alfaro. Amén, que soy del Toa, del área donde Abelardo se crió en su época de joven”, indicó.

Al visitar los planteles educativos, Camacho motiva a que saquen los libros de los estantes y distribuyan entre “los chicos”, que puedan ver las películas sobre los personajes. “De ahí para allá, no hay nada más en relación con Abelardo, pero hay buenas piezas”, apuntó.

Aunque mucha gente entiende que si un autor es costumbrista o folclorista no trasciende más allá de su país, Abelardo Díaz Alfaro demostró, según este educador, que “eso no es así… y que no era solo un autor costumbrista o folclorista. Escribió una obra que ha trascendido en términos internacionales. Ese libro se ha traducido en varios idiomas, incluyendo el ruso. Las personas que saben de literatura han reconocido que esa obra de Abelardo va más allá de la frontera de un país y del momento. Yo destaco que los problemas que se daban en los (años) ’30, ’40 y ’50 son los mismos que tenemos ahora, aún con distintas variaciones”.

El profesor Camacho junto a los ganadores del Certamen de Poesía Abelardo Díaz Alfaro, José A. Rabelo Cartagena (primer lugar) y José O. González Avilés (segundo lugar). (Foto Edgar Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

A principios de 2000, el profesor Juan Camacho participó en un certamen de poesía sobre Abelardo Díaz Alfaro, quedando el tercer lugar con su creación de “El Josco”; el segundo lugar fue para el trovador Roberto Silva. “Me sentí muy halagado porque yo no canto y él ese día interpretó mi décima. ¡Yo soy el trovador que no canta!”, acotó.

El micrófono ya estaba listo y nuestra breve ccharla llegó a su fin. En la Sala Carmita Jiménez se anunciaba su participación en la II Feria Anual del libro. El profesor se dispuso entonces a leer la ponencia que reproducimos a continuación. Cada palabra reafirmaba su compromiso de batalla y afirmación. Y aunque no es un trovador, voces no le faltan para también cantar sus versos. Así sucederá el próximo domingo 23, a las 4:00 de la tarde, cuando Chabela Rodríguez y Tony Mapeyé interpretarán las décimas de Juan Camacho, en un escenario contiguo al de esta disertación: el Cafe Teatro Moneró.

 

Ponencia de Juan Camacho en la II Feria Anual del Libro de Caguas 

Abelardo nació, vivió y cursó sus primeros años escolares en Caguas.  Pero por motivo de la movilidad laboral de su padre, Abelardo Díaz Morales, quien era ministro bautista, la familia tuvo una constante mudanza a otros municipios.

Esas mudanzas, más allá de las necesidades de la iglesia de su padre, eran motivadas por su posición ideológica y por su compromiso y verticalidad con la patria en los momentos tan difíciles que se vivía.

Por otro lado, la experiencia escolar del joven Abelardo no era la mejor, teniendo que repetir el cuarto y el séptimo grado, este último en la escuela Mackinley de Ponce, hecho que solo lo mencionamos porque entendemos que fue un punto de partida que abrió un camino lleno de experiencias enriquecedoras para el joven Abelardo. Y porque demuestra que el aprendizaje y el cambio de conducta no está limitado a la sala de clases.

El profesor juan Camacho, autor de la ponencia “La resistencia socio-política en la obra ‘Terrazo’ de Abelardo Díaz Alfaro”. (Foto Edgar Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Después del fracaso en el séptimo grado, Abelardo, cual toro alebrestao, se resistió a asistir a esa escuela, problema que fue solucionado gracias a la intervención de su tío Leopoldo, quien poseía una hacienda en Toa Alta y le sugirió a la familia llevarse a Abelardo consigo.

Esa decisión, de mudarse al campo con su tío, no solamente le evitó disgustos familiares, sino que le dio un inesperado giro a su vida, llevándolo a ser partícipe de las mas ricas experiencias que niño o joven alguno pudiera disfrutar.

Así las cosas, Abelardo se muda con su tío Leopoldo a uno de los lugares más bellos de la parte norte de la isla: el valle del Toa, el cual comprende los municipios de Toa Alta, Toa Baja y parte de Dorado. Valle de suelo fértil, de mucha caña y bañado por el gigante y majestuoso Rio La Plata.

Aunque viajaba los fines de semana a la casa de sus padres, el impacto de vivir en el campo y de observar de primera mano las condiciones de vida de las familias de agregados, fue formando y consolidando la actitud que más tarde se convertiría en denuncia clara de una realidad dura, amarga e innegable.  De igual manera fue observando y compartiendo, con el mínimo detalle las costumbres cotidianas de las familias.

En el 1935 se graduó de la Escuela Superior Dr. Agustín Stahl de Bayamón y más tarde, del Instituto Politécnico de San Germán, con una especialidad en sicología. Luego obtiene una licenciatura en trabajo social de la Universidad de Puerto Rico y es entonces que comienza a trabajar en aquellos lugares que consolidarían las experiencias de su adolescencia en el valle del Toa.

Los barrios Yaurel, Bayamoncito y Río Abajo, de Arroyo, Cidra y Comerío, respectivamente, junto a la experiencia del valle toalteño, fueron cuna de nacimiento de esas historias y de personajes que relacionaron y estrecharon la vida de Abelardo con la verdadera realidad de las familias pobres puertorriqueñas.

En 1947 publicó su libro Terrazo, una colección de cuentos y estampas del ambiente rural de la época que mostraban las angustias y las luchas de un pueblo en resistencia que se negaba a perder su identidad. El mismo año de su publicación obtuvo el premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña y otras distinciones.  Terrazo ha sido traducido a los idiomas inglés, checo, polaco, alemán, francés, italiano y ruso.

Don Abelardo Díaz Alfaro, autor del clásico nacional “Terrazo”. (Foto suministrada)

Si bien es cierto que en el país existía un ambiente de fatalismo y de resignación que no contemplaba posibilidad alguna de cambiar la realidad, no es menos cierto que varios sectores del país obraban de manera contraria, mostrando, aun en las peores condiciones, lucha y resistencia.  Temas como la imposición de la ciudadanía, la guerra, la depresión, y otros, alentaban la resistencia, así como la presencia abierta de decididos puertorriqueños(as) organizados en el nacionalismo, que pasarían de la resistencia a la lucha frontal.

En términos sociales, resistencia es tolerar, aguantar, sufrir, resistir, sin embargo, en ocasiones la resistencia supera esas descripciones, y se convierte, más allá de solo resistir, en causa que se opone, de frente y con fuerza, y de manera organizada, al contrario.  Los pueblos van decidiendo, en el camino, si se mantienen en la resistencia, en la indignación o en la rebeldía, o pasan a la lucha abierta y frontal…

De esa manera, hay resistencia en el Josco, primero, porque se resiste a ceder su razón de ser, porque se resiste al yugo y porque se enfrenta en una lucha a muerte con el toro americano que pretende reemplazarlo, advirtiendo, de manera triste y dramática, las consecuencias de cambios contrarios a la vida y razón de ser de nuestro pueblo. Porque no es suicidio dar la vida en nombre u honor de una causa de conciencia.

Así también, el Negro Domingo, cansado ya de tanto desprecio por “viejo, pobre y negro”, enfrenta su realidad.  De dueño, luego colono y después peón, Domingo se considera “gabazo”, fibra amarillenta de la caña que la central arroja como desperdicio de la molida de la caña.

“Ese soy yo, gabazo; dispué que me sacan el jugo me botan”, nos decía.

Entonces Domingo, de una vida mansa como buey viejo, comienza a “sentir el rencor creciente en el pecho como mala yerba”.

Su decisión, entonces, fue enfrentar al mayordomo, símbolo y representante de la central, símbolo del poder, símbolo del extranjero, aún en condiciones desiguales. Al igual que el Josco, el negro Domingo, paga con su vida su derecho a reclamar algo que le pertenece, en este caso, su derecho a trabajar para alimentar y mantener en salud a su familia, en resistencia también al mantengo y a la caridad.

Y tenemos al colega Peyo Mercé, otro de los personajes de resistencia en la obra de Abelardo. Maestro de escuela en el barrio La Cuchilla, con la satisfacción íntima de estar realizando una labor meritoria. Por eso “le importaba un comino” la opinión que pudieran tener sus supervisores.

Peyo Mercé se resistía a seguir al pie de la letra las “ultimas modas importadas de enseñanza”. Éstas les parecían a las hojas del yagrumo por lo cambiantes que eran.

Portada de la obra creada por el insigne escritor puertorriqueño. (Foto suministrada)

Se resiste al intermediario, al alcahuete del sistema, a los Rogelio Escalera y Johnny Rosas de la vida, que funcionan como cuña a favor del invasor. Así también, se resistía a alentar y presentar ideas y personajes de costumbres extranjeras.  Santa Clo no está en el santoral puertorriqueño, nos recuerda.

El Pitirre, pequeña y esbelta figura que se posa en el filo esmeralda de la palma real, es otro símbolo de resistencia de Abelardo.  Así, nos repite: “El pitirre no huye; sangre de pitirre no es sangre de mozambique”.

Caballero de pico y pluma es el criollo Pitirre. Ave diminuta, pero valiente, que ataca bajo el ala y sobre el ala, al “avión siniestro del guaraguao”, enterrándole su acerado pico mediante una bien planificada caída vertical.

Y la identidad, valentía y resistencia del Pitirre se percibe en esta descripción que hace Abelardo: “pájaro indio, puertorriqueño, símbolo de mi pueblo; pequeño y bravo, desde el cogollo de la historia…”

Pero es importante y necesario destacar, que la inconformidad y resistencia de los joscos, los domingos, los peyos, personajes fundamentales de la obra de Abelardo mantienen vigencia en estos días. Esto es así porque los problemas que enfrentaban, continúan hoy, aunque sea con algunas variaciones.

El ataque a la cultura, al idioma, al pequeño agricultor; el menosprecio al campesino, el desplazamiento, la colonia, son problemas que persisten. Mas aún, la colonia que otrora se perfumó y le dieron toques cosméticos en 1952, hoy está descarnada y mostrada tal cual es, una realidad humillante que nadie puede negar.

Pero el ejemplo claro de la pertinencia y vigencia que queremos destacar en esta tarde, es el personaje de la Abuela Dolores Morales, otro símbolo de Resistencia en la obra de Abelardo.

“Cabellera cana, como las cumbres nevadas; erguida, sin doblegarse al peso de los años, como el añoso y fornido mangó que una vez sembrara y que todavía resiste el embate de los vientos huracanados.”

Contrario a otros que vendieron sus tierras a los “rubios mercaderes” que llegaron con la invasión y que de dueños se convirtieron en peones, la abuela Dolores se resistió a vender el patrimonio de sus hijos. Hizo suyas las palabras del poeta que exhortaba a no “vender tu tierra al extraño, aunque te la pague bien…”

Así, cuando los ejecutivos de la central vinieron a comprar su finca, dispuestos a pagarle el doble de su costo, la abuela no se doblegó y les exclamó, llena de santa ira: “yo no vendo un pedazo de mi patria.”

Hoy cobra gran vigencia la resistencia de la Abuela cuando observamos la aplicación de procesos de la economía capitalista como la gentrificación o el desplazamiento de hermanas y hermanos boricuas en su propio suelo, facilitados y permitidos por el gobierno mediante leyes.

La gentrificación comienza cuando un grupo de personas de cierto nivel económico descubren un barrio de gente pobre, situado cerca del centro de la ciudad, que cuenta con ciertas ventajas; entonces, lo acechan, lo compran y van desplazando los residentes del lugar.  Es el caso de Puerta de Tierra, de Vieques, Culebra, Rincón, Río Grande, Loíza, Cabo Rojo y otros lugares más.

Pueden presentar algunas variaciones, pero el concepto de desplazamiento de parte del capital, ayer de la central y del monocultivo y hoy de la industria del turismo y del lavado de dinero, es el mismo.

No todos los personajes en ésta o cualquier otra obra reflejan las mismas actitudes y proceder, sino que los autores enfrentan posiciones distintas para darle sentido y realidad a sus obras. Por eso encontramos a un Don Leopo vis a vis un Jincho Marcelo; un Rogelio Escalera vis a vis un Peyo Mercé; un mayoral vis a vis un Negro Domingo.

Unos presentan una visión estoica o religiosa de la realidad, en otros, como los que acabamos de mencionar, representan la actitud de resistir a una realidad llena de pobreza, de injusticia y de transculturación. De esa manera, Peyo Mercé, el Negro Domingo, la abuela Dolores, así como el Josco y el Pitirre, y otros más, son cultivadores de la esperanza. Son protagonistas de actitudes de valor, de orgullo y de resistencia, tan necesarias, ayer como hoy.

 

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