El recuerdo de Gloria Sáez

Familiares, amigos y compañeros rindieron tributo póstumo a la diseñadora de vestuarios Gloria Saez en el vestíbulo de la Sala de Festivales Antonio Paoli.
Las cenizas de la inolvidable diseñadora Gloria Saez fueron expuestas en el solemne acto de recordación. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

“Una buena capa todo lo tapa” (Gloria Sáez)

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

A días de habernos encontrado con amigos para rendir homenaje a Gloria Sáez, todavía vibramos con un sentimiento de gratitud y de paz.

Mientras preparábamos la actividad que se dio el vestíbulo de la sala Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes de Santurce, el pasado jueves 16, para rendir tributo a la maestra, reflexionamos por la vida de esta mujer, la cual se define por su propio nombre, y concluimos que las más grandes hazañas son esas que tenemos alrededor.

Recordamos nuestro primer encuentro con Gloria, cuando acompañamos a Antonio García del Toro a WIPR porque la diseñadora le iba a prestar un vestuario para su producción de “La Señorita Julia” de Augusto Strindberg. La vestuarista nos ofreció un ‘Master Class’ sobre el autor, la época y, un taller demostrativo sobre cómo la actriz debía llevar el vestido. También nos habló de las telas, los colores, los zapatos, las prendas, el peinado y la ropa interior.

Carolina, hija de la recordada modista, rodeada por algunos vestuarios y diseños delineados por su progenitora para la escena teatral. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Durante la vida profesional de esta gran artista, ella siempre llegó con algo que la investigación más intensa de quien fuera, no había podido descubrir.

En los días que siguieron al 28 de enero de 2023, cuando Gloria Sáez, a sus 91 años, decidió decirnos hasta luego, muchos compañeros manifestaron sus sentimientos y compartieron anécdotas sobre la diseñadora y el ser humano que fue. Las redes sociales se engalanaron con crónicas que, a la vez, fueron compartidas en los principales periódicos del país. Por tal razón, nuestras oraciones tendrán un enfoque distinto.

Desde el día anterior a la ceremonia, nos reunimos en el vestíbulo de la sala del teatro para arreglar el espacio, con el productor Florentino Rodríguez, encargado del protocolo de la actividad y con Carolina Sáez, hija de la prestigiosa diseñadora, a quien se le consultó hasta el más mínimo detalle. La Soka Gakkai Internacional en Puerto Rico, organización budista laica a la cual tanto Gloria como Carolina pertenecen, fue la entidad religiosa a cargo de la ceremonia que se dio después de la guardia de honor, el mismo día del homenaje y en el mismo espacio.

Cuando entramos en el vestíbulo esa noche, Sandrita Teres y Gilberto A. Rodríguez, de La Comedia Puertorriqueña, asistidos por Guisseppe Vázquez, montaban una exhibición de bocetos y maniquíes donde se lucían los diseños de la maestra. Carolina y su esposo Luis Enrique (Quique) Vélez Vincenti, llegaron cargando distintas cosas que se iban a usar.

Giusseppe Vázquez, Sandra Teres y Gilberto A. Rodríguez montaron una exhibición de bocetos y maniquíes que evidenciaban el amor por el detalle en el trabajo realizado por Gloria Sáez. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Florentino ya se había encargado de las pantallas de proyección, los vídeos y fotos de Gloria que se pasarían en modo infinito. También, había dispuesto mesas, y ayudaba en todo lo demás. Ángel Domenech, junto con su hijo Carlos Alberto, llegaron con todo lo necesario para preparar el altar budista, y fueron, muy amablemente ayudados por los técnicos del Centro.

Al otro día, y desde temprano en la mañana, nos recibió Jetppeht Pérez de Corcho Morgado, gerente general del Centro de Bellas Artes de Santurce, ocupándose de que todo estuviera en orden y poniéndose a la disposición. Wilma Martínez, discípula directa de Sáez, hizo su aportación de diseños y vestuario para la exhibición.

Florentino Rodríguez llegó, a toda prisa, con dos impresionantes arreglos de hojas verdes para el altar. También, fue el portador de un arreglo de rosas blancas y margaritas que la actriz Rosabel Otón regaló para acompañar el retrato de Gloria.

Cristina Sesto, Israel Solla y Jeysi González, ayudaron a preparar las coloridas flores que las personas pondrían en el piso, al pie de la urna funeraria, para formar una alfombra de pétalos.

A medio día, los actores estaban vestidos de época por Gloria Sáez y listos para caminar entre los amigos que se darían cita a la una de la tarde. Estaban visiblemente emocionados. Linnette Torres y Giuseppe Vázquez lucían el vestuario de “El acero de San Juan” (versión puertorriqueña de la obra de Lope de Vega, “El acero de Madrid”).

Un grupo de actores vistió diseños confeccionados por la diseñadora para diversas producciones teatrales. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

De la misma manera, Alba Nydia Díaz lució vestuario de “La cuarterona” de Alejandro Tapia y Rivera; Sonia Rodríguez, Israel Solla y Mariana Quiles, el de “La zapatera prodigiosa” de Federico García Lorca; Rubén Rosario, el de “El Lazarillo de Tormes” – autoría que algunos atribuyen al prosista Alfonso de Valdés (1490-1532) -; y Cristina Sesto, el de “Bodas de Sangre” de Federico García Lorca.

La música del maestro guitarrista Alberto Rodríguez se hizo sentir en la medida que fueron llegando familia, amigos y compañeros de trabajo.

Es inevitable, y a la vez bellísimo, encontrarnos en una ceremonia fúnebre y compartir anécdotas sobre la persona que ya no estará entre nosotros. Por tal razón, reímos, lloramos, nos abrazamos.

Entre los presentes, se encontraban, Gilberto A. Rodríguez, Antonio García del Toro, José Vidal Martínez, Toni Fernández, Jorge Luis Ramos, Vicente Castro, Rafael Cruzado, Rocky Venegas, Luis Enrique Romero, Magali Carrasquillo, Johana Rosaly, Luis Molina, Miguel Difoott, René Monclova, José Eugenio Hernández, Norma Iris Muñoz, Andrés Marcano, María Ramírez, Mari Socorro Pérez, Adriana Pantoja, Jerry Segara, Axel Serrant, Manuel Padilla, y el alumno dilecto de Gloria, el diseñador ponceño, Edgardo Cortés.

La actividad navegó lejos de la rigidez, con sincera naturalidad. El protocolo comenzó pocos minutos después de la una de la tarde, con la voz privilegiada del actor Joaquín Jarque, maestro de ceremonias para la ocasión.

Wilma Martínez, discípula directa de Sáez, destacó el arte de la inolvidable maestra del diseño y la costura. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Compartieron sus palabras, el gerente general del Centro de Bellas Artes, r Jetppeht Pérez de Corcho Morgado; la directora del Departamento de Drama (UPR Río Piedras), Jessica Gáspar; el presidente de la Junta del Colegio de Actores de Puerto Rico, José Vidal Martínez; la representante de la familia Myriam Torres; el dramaturgo, Roberto Ramos-Perea; la diseñadora de vestaurio, Wilma Martínez; y la productora y actriz Sandra Teres.

El compañero Edgardo Huertas cantó a capela la canción que hiciera famosa el cantante Nino Bravo en 1972, “Un beso y una flor” de José Luis Armenteros y Pablo Herrero.

Un momento de alta emotividad en la guardia de honor fue cuando los profesores del Departamento de Drama, Jessica Gaspar, Carmelo Santana, Miguel Vando, Jessica Gaspar, Rosalina Perales, Rosa Luisa Márquez, Rosabel Otón, Marisol Ojeda, José Félix Gómez, cantaron el himno del Alma Mater.

Después de la guardia de honor, el actor Ramón Saldaña fue el maestro de ceremonias. Edgardo Huertas, también vecino de la diseñadora, compartió sus sentimientos de amistad, y el Dr. Carmelo Santana leyó un artículo que él escribió sobre su experiencia de vida, personal y profesional, con la maestra.

Comenzó la ceremonia religiosa, cuando el maestro de ceremonias explicó lo que iba a pasar. La Dra. Mónica Lladó, responsable de la región de Puerto Rico de la SGI-USA lideró la oración budista (entonación de nam myoho renge kyo y porciones cortas de los capítulos 2 y 16 del Sutra del Loto).

La clase artística realizó guardias de honor en memoria de la diseñadora. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Frances Ortiz, vice responsable de la Región, leyó el mensaje de condolencias de Adin Strauss, Director General de la SGI-USA. La cantante y miembro de la Soka Gakkai, Brenda Reyes, cantó Las Morillas de Jaén de Federico García Lorca. El actor Jorge Armando, también miembro de la SGI, leyó una semblanza, y la Dra. Leticia Ortega habló a nombre de los compañeros budistas.

En forma genuina y espontánea, Carolina, la hija de Gloria, dio las gracias. La Dra. Lladó ofreció unas palabras de cierre, y con eso dio fin la ceremonia religiosa.

Lo que no dará fin será el recuerdo de Gloria, la ruta que dejó como artista excepcional, maestra y amiga. Cerraremos al compartir la semblanza que preparamos, la cual fue leída por el actor Jorge Armando.

“Nada es más precioso que la paz. Nada produce mayor felicidad. La paz es el punto de partida básico para el progreso de la humanidad”, con esas palabras, el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, comienza su novela La nueva revolución humana.

Como Ikeda, la compañera a la cual rendimos hoy este homenaje, también fue una niña que creció en la guerra. Escuchemos, a continuación, lo que pasó con esta niña tal cual ella se lo contó a su hija.

Una mujer emprendedora – 

Gloria Hernández Menéndez nació en Asturias el 17 de mayo de 1931. Pero la conocimos como Gloria Sáez.
El padre de Gloria, Arístides Hernández Garrido, castellano de Valladolid, era antifranquista activo en tiempos de la Guerra Civil, por lo que estuvo preso por persecución política, y formó parte de la resistencia, escondido en los bosques. La madre de Gloria, Brígida Menéndez Menéndez, asturiana, pertenecía también al movimiento antifranquista de izquierda, por lo que estuvo, junto con su hermana, en uno de los más crueles campos de concentración fascista en España.

Una foto para la historia captada durante el homenaje a Franciso Arriví celebrado en el verano de 2015. De izquierda a derecha aparecen José Muratti, Francisco Arriví hijo y Roberto Ramos-Perea. Al frente, en el mismo orden, Victoria Espinosa, Gloria Sáez y Myrna Casas. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Arístides y Brígida se conocieron en Asturias cuando él era guardia civil. El matrimonio tuvo seis hijos. Cuando Brígida estaba en el campo de concentración, sus hijos formaron parte del grupo de niños que sacaron de España para protegerlos de la guerra. En ese momento, eran cuatro: Benicio, Aurea, Gloria y María. A los primeros tres los enviaron a Bélgica, María murió en algún momento de la guerra.

Gloria Hernández fue ubicada con un matrimonio mayor de edad, sin hijos. Por lo que la acogieron como suya, con mucho amor. En Bélgica, la niña fue a la escuela y creció, sin saber del paradero de los hermanos.

Cuando dio fin la guerra civil, llamaron a los niños refugiados para ver si deseaban encontrar a sus padres. La familia belga de Gloria estuvo de acuerdo. La joven encontró a sus hermanos a través de unas fotos que tenía La Cruz Roja. Los tres jóvenes se reunieron en Bélgica y decidieron regresar a España. Una vez en España con sus padres, nacieron otros dos hermanos: Gustavo y María Rosa.

Por razones políticas, la familia tuvo que mudarse en varias ocasiones, hasta que se establecieron en Salamanca, donde nadie conocía a don Arístides, quien se ganaba la vida como contable. Contaba Gloria cómo su familia pasaba hambre. Fue cuando comenzó a hacerse su ropita, lo cual aprendió de su mamá, que era costurera.

Como deseaba aprender diseño, siendo adolescente se fue de oyente a la universidad, lo cual tuvo que hacer a escondidas de su padre. No era fácil para una joven educada en un país liberal como Bélgica, convivir con personas que pensaban que la mujer nació para la cocina. Así que la niña decidió irse a Bélgica a estudiar diseño, y mientras estuvo en la universidad vivió en la casa de sus padres adoptivos.

En Bélgica, Gloria descubrió su pasión por el diseño de vestuario de teatro, y a eso se dedicó, literalmente, hasta que murió. Contó Carolina que, cuando comenzó el encierro por la pandemia en 2020, Gloria Sáez, a sus 89 años, tenía la mitad de un vestuario casi terminado.

Sucedió que, en la década de 1950, la hermana Aurea conoció en Madrid al estudiante puertorriqueño, Manuel Méndez Saavedra, dicho sea de paso, hijo del dramaturgo nacional Manuel Méndez Ballester. Se enamoraron, se casaron, y, después de unas cuantas peripecias, se establecieron en Puerto Rico.

De inmediato, Aurea le contó a su hermana Gloria, que estaba en Bélgica, sobre el paraíso que era Puerto Rico. Más rápido que ligero, Gloria hizo sus maletas y cayó en la isla.

Gloria, aquí junto al actor Gerardo Ortiz, fue reconocida en numerosas ocasiones por la excelencia de su trabajo. (Foto suministrada)

El cuñado, que trabajaba en WIPR, le ofreció ayuda para conseguir trabajo. Después de entrevistarla, decidieron darle el diseño de una obra de teatro, y ese fue el primer paso de una exitosa carrera, en teatro, cine y televisión, que comenzó en 1962.

En WIPR conoció al director Johnny Sáez, con quien se casó. El 27 de mayo de 1965, la pareja celebró el nacimiento de su hija Carolina.

Gloria trabajó en WIPR durante 12 años. Después, comenzó a trabajar como profesora de vestuario en el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico, hasta que se jubiló. Mientras impartía la cátedra, la diseñadora hacía teatro, y cuando se jubiló, no dejó de trabajar.

“La tela habla, la tela ruge, la tela fluye, se para sola”, era las palabras de esta insigne profesional, conocida en todas las tiendas de telas en Puerto Rico y en Nueva York.

La trayectoria de Gloria como diseñadora de vestuario es insuperable. De la misma manera sus conocimientos de todo lo relacionado con el teatro.

En la amplia trayectoria profesional de Sáez, destacan trabajos de vestuario, como los primeros 10 episodios de la telenovela “Tanairí”, en 1985, la película “La guagua aérea”, de Luis Molina en 1993; la novela “Señora tentación”, en 1994, más una amplia variedad de obras de teatro clásico y contemporáneo.

Entre muchas, muchas más: “Edipo Rey” de Sófocles, “El público” de Federico García Lorca, “El círculo de tiza caucasiano” de Bertolt Brecht, “El joven Barbosa” de Alina Marrero, “El sueño de una noche de verano” de William Shakespeare, “La farsa del amor compradito” de Luis Rafael Sánchez, “Boleros para los desencantados” de José Rivera.

La también inolvidable Sandra Rivera, su hijo Gilberto A. Rodríguez y Gloria, posan para el lente en una actividad celebrada en la sede de la Fundación Nacional para la Cultura Popular en el Viejo San Juan. (Foto FNCP)

En 2012, mientras trabajaba en una producción, Gloria le manifestó a un miembro de la Soka Gakkai que trabajaba con ella, su interés por el Budismo. En 2013, Gloria y su hija Carolina se convirtieron en miembros activos de la Soka Gakkai.

La Gloria que conocimos era una mujer de avanzada, de ideas muy amplias, muy vanguardista. No se perdía un solo estreno, sobre todo si algún estudiante o amigo tenía que ver. Era muy franca en sus opiniones, pero nunca ofensiva. Y a la hora de la fiesta, ella se apuntaba. Ella adoraba la vida.

“Mami siempre fue orgullosamente coqueta, muy pizpireta”, dijo Carolina, cuando habló sobre los últimos momentos de su mamá. “Me preguntaba cómo se veía y si su pelo estaba en condiciones impecables. Por supuesto, claro que lo estaba. Me ocupe de eso, y en el hospital la trataron como la reina que fue”, narró Carolina antes de manifestar que su mamá quería una ceremonia budista, alegre, y que todas sus personas queridas estuvieran allí.

¡Aquí estamos, Gloria, los que te queremos, y muchos que también te quieren, no han podido estar! ¡Tanto ellos como nosotros, hemos estado contigo desde el principio sin comienzo y estaremos contigo hasta el futuro sin final!

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