Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
La Sala Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes de Santurce lució las galas de amor infinito, el pasado martes 15 de noviembre, para despedir a la Dra. Myrna Casas, dramaturga, directora, productora, actriz y académica. Allí nos encontramos los que la reclamamos como madre, amiga, y maestra.
La guardia de honor comenzó a las nueve de la mañana, entre vídeos que mostraban a Myrna Casas hablando sobre su vida. Las primeras personas en ejercer el honor, fueron el actor Jorge Luis Ramos, la actriz Magali Carrasquillo y el dramaturgo y escritor nacional, Luis Rafael Sánchez, quien pertenece, como Myrna, Ángel Amaro, Jaime Carrero, Jaime Ruiz Escobar, Pedro Santaliz y Gerald Paul Marín, a la “Generación del 60” de la dramaturgia puertorriqueña. A Wico (como le dicen sus amigos) y a Myrna los unía una amistad de toda la vida.

El amplio vestíbulo de la Sala Antonio Paoli, es ideal perfecto para rendirles honor a nuestros artistas. La esencia de Myrna, quien también fue gerente general del Centro de Bellas Artes en Santurce, estaba presente. Y nosotros la sentimos como la cálida anfitriona de siempre. Recordamos que, en ese mismo vestíbulo, cuando era un espacio abierto, se ofreció un agasajo, la noche de la inauguración del Centro de Bellas Artes, en la sala René Marqués, con la reposición de “Los soles truncos”, dirigida por Victoria Espinosa, producida por Maíto Fernández y actuada por Jossie Pérez (Inés), Gilda Galán (Emilia) y Myrna Casas (Hortensia). Casi podíamos ver a las personas que estuvieron allí la noche del 8 de abril de 1981.
Un cuarteto de bellas y armoniosas voces nos llevó de regreso al presente. María Gabriela Fernández Cerra (soprano), Patricia Vásquez Duarte (mezzo soprano), Guillermo Alverio (tenor), José M. Camuy (bajo), con Ernesto Busigó Montero (piano), interpretaban “Himno al amor” de la compositora francesa Marguerite Monnot, como un arrullo para la durmiente, mientras hacíamos, junto con el actor José Félix Gómez y la dramaturga Adriana Pantoja, guardia de honor. Desde esa posición podíamos ver a todos los que estaban allí. La ocasión sirvió como encuentro a personas que no se veían en años. La complicidad, que era motivo de alegría, no evitaba el llanto. Rondaron tantos recuerdos en los abrazos.
La voz de la profesora y productora Idamaly Jiménez, moderadora para la ocasión, indició que la ceremonia de rigor iba a comenzar. El primero en tomar la palabra fue el gerente general del Centro de Bellas Artes, Jetppeht Pérez de Corcho Morgado. En sus sinceras palabras de bienvenida, Pérez de Corcho Morgado destacó el impacto que había tenido Casas en su vida, y en la vida del Centro que hoy él administra.

El arquitecto Rubén A. Rubio Cancela manifestó que, “indudablemente, las acciones de Myrna Casas a favor de las artes, en todas sus manifestaciones, han dejado una huella permanente e indeleble en la memoria colectiva del pueblo puertorriqueño”.
Carlos Ruiz, director del Instituto de Cultura Puertorriqueña señaló: “Podemos dialogar todo el día de la gran contribución de la doctora, pero vernos y verlos a ustedes aquí, los que fueron influenciados, los que fueron motivados a continuar en la profesión del arte, que en cualquier parte del mundo es complicado, es uno de los mayores logros que puede tener la vida de la maestra”.
Ruiz cedió la palabra a Marcos Carlos Cintrón, director del Programa de Artes Escénico Musicales del ICP, quien se comprometió a resaltar la obra de Casas en las plataformas digitales.
La Dra. Agnes Bosch Irizarry, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, compartió una significativa semblanza, donde resaltó la alta calidad del espíritu humanista de la Dra. Casas.

Visiblemente afectada, la actriz Ángela Meyer no mostró empeño en ocultar su profundo pesar. Después de leer unas palabras enviadas por la actriz Johanna Rosaly, Meyer compartió hermosos detalles de su amistad con Myrna: “Hablábamos todos los días. Nos llorábamos las penas y después, ella me llamaba para leerme un monólogo que me acaba de escribir para mí. Yo le decía: Myrna, eso fue lo que te dije ayer, y ella se reía como una niña traviesa. ¡Qué falta me va a hacer su sonrisa, la más dulce que yo haya visto jamás!”. Angela no pudo evitar el llanto cuando habló del amor que sentía Myrna por sus 37 gatos. Finalizó al mostrar una resolución enviada por el alcalde de San Juan, Miguel Romero, la cual reconoce la trayectoria de Myrna y su invaluable trabajo.
Luis Daniel Estrada, fundador de la casa editorial Borboleta, habló de su experiencia de vida con la maestra, y todo lo que le debe como escritor. Manifestó que, la dramaturga deseaba que él publicara una obra suya: “Ella escribía a mano. Estoy en espera de que transfieran el manuscrito, y tan pronto me la hagan llegar, será publicada en honor a nuestra amistad”.

La actriz y profesora Idalia Pérez Garay nos cautivó con una analogía entre Myrna Casas y deidades mitológicas. Mientras hablaba, dibujábamos en la mente al Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, como un Olimpo, o un Walhala, donde las profesoras diosas, y los profesores eran chamanes privilegiados. Finalizó Pérez Garay al citar un parlamento de “La loca de Chaillot” del dramaturgo francés Jean Giraudoux (1882-1944): “¡Querida amiga, nos volveremos a ver!”.
En sus palabras, Rosa Luisa Marquez, quien conoció a Myrna a través de sus padres cuando ella (Rosa Luisa) era una niña, hizo muchas alusiones a la obra “Absurdos en soledad”. Al finalizar, buscó, de la mano, a la poeta Lilliane Pérez Marchand, esposa del amigo y colega de Casas, Gerard Paul Marín. Pérez Marchand arrancó simpatías al decir: “Myrna era una nena de 88 años, yo tengo 97”. Antes de retirarse, le habló a la eternidad de Myrna: “¡No te hemos perdido!”.
Ramón Espinosa, hijo de la hermana menor de doña Carmen Buzó, madre de Myrna Casas, vino a Puerto Rico para la ocasión y representó a la familia. Habló en inglés, su primer idioma, y excusó a su madre, quien no pudo viajar debido a sus 104 años de edad, pero que envió saludos y agradecimiento para todos.

La dramaturga Tere Martínez, que tenía 11 años cuando conoció a Myrna a través de su mamá, compartió un consejo que la profesora le dio: “Tere, cielo, acuérdate que lo más importante en el teatro es lo que no se dice”. Martínez nos hizo reír al decir que, la última vez que la vio, Myrna tenía puesta una camiseta que decía “Free Spirit”.
Para cerrar, Aida Belén Rivera, dijo unas bellísimas palabras de agradecimiento. La ceremonia religiosa fue católica y estuvo oficiada por Monseñor Willie Peña. Al finalizar la misma, y tal como lo había deseado la propia Myrna, se cantaron tres himnos: “En mi Viejo San Juan”, “Alma Mater UPR” y “La Borinqueña”.
Salió el féretro del vestíbulo del Centro de Bellas Artes. Caminamos con el séquito, entre dos filas de personas estacionadas a cada lado de la escalera que conduce a la plaza Juan Morel Campos, hasta el vehículo que trasladaría a nuestra mamá teatral al Cementerio a María Magdalena de Pazzis en Viejo San Juan, y caminamos detrás de ese vehículo por la plaza hasta que nos fue posible.
Al subir las escaleras, de regreso al vestíbulo del CBA, nos fuimos encontrando con los hijos del Myrna que estaban en el camino de su despedida: Toni Fernández, Rafael Cruzado, José Martínez, Sonia Rodríguez, Carlos Maldonado, José Llompart, Rocky Venegas, José Artemio Torres, Rosabel Otón, Julio Biaggi, Marisol Ojeda, Sylvia Bofill, Lolyn Paz, Edna Lee Figueroa, Cordelia González, Ivonne Belén, Ulises Rodríguez, Ronnie Bigini, Cordelia González, Marorie Zoé, Jofre Pérez, Cristina Soler, Lynette Torres, y la directora del Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, Dra. Jessica Aymeé Gaspar Concepción.

La productora Lolyn Paz se acercó para abrazarnos y nos dijo: “La última obra de Myrna, ‘Invierno’, subirá a escena como parte del Festival de Teatro Puertorriqueño del Instituto de Cultura Puertorriqueña, en marzo de 2023, y la voy a producir. Están en el elenco, Ángela Meyer, Braulio Castillo, Idalia Pérez Garay, Cordelia González, Cristina Sesto, Yaiza Figueroa y Héctor Enrique Rodríguez. Es un homenaje a Myrna que no se pueden perder”.
En el descanso del último escalón, nos detuvimos en la mirada del hijo predilecto, Antonio García del Toro. Por sus expresivos ojos supimos que no había parado de llorar.
“Fueron más de 55 años de amor. Y todo comenzó con el préstamo de un chaquet que, a escondidas de Helen Sackett, me prestó para que yo interpretara a Abraham Lincoln en la Escuela Superior de la Universidad de Puerto Rico. Siempre aplaudió mis logros y siempre estuvo a mi lado. Mi querida amiga, maestra, cómplice, mi madre en el mundo del teatro, quien me apoyó siempre en mi juventud, la amiga con la que compartí tantos secretos y tantos sueños… ¿Qué decir en un momento como este? ¡Siempre fui su hijo mayor, como decía ella! Adiós, querida Myrna, hasta nuestro próximo encuentro. Salúdame a todos los amores que hemos compartido. Nunca te olvidaré”, nos dijo Antonio, mientras la dramaturga Adriana Pantoja, una de las hijas más queridas de la profesora, ponía su mano sobre su hombro.

Pantoja reflexionó: “Es fortaleza, estoicismo, verdad, esfuerzo, firmeza, consejos, historia, cariño, amistad, confianza, sus chistes, los recuerdos mutuos, el ‘tú a tú’ muy nuestro, el amor al teatro, a la vida y a la humanidad (que, por todo eso, nos dio por escribir, dirigir y producir -lo último, sin remedio, como siempre decía y yo repito). Decir ‘gracias; no compensa todo lo que me dio desde mis comienzos: espero haber cumplido (y seguir cumpliendo) sus expectativas en mí y seguir sus pasos tal como me enseñó siempre… Se nos quedaron dos proyectos pendientes. Prometo cumplirlos; y, cuando los logre, haré una fiesta, tal como ella misma me lo pidió”.
Miramos a nuestro alrededor, figuras de los tiempos y los espacios con Myrna entraban, salían, se acomodaban, permanecían… Sixto Casas, Carmen Buzó, Jossie Pérez, Madeline Willemsen, Ricardo Alegría, José Ramón de la Torre, Francisco Arriví, Leopoldo Santiago Lavandero, Ludwig Schajowicz, Helen Sackett, Rafael Cruz Emeric, Victoria Espinosa, Edwin Silva Marini, Carlos Marichal, Dean Zayas, Nilda Martínez, Maricusa Ornes, Gilda Navarra, Fernando Rivero, Elsa Román, Ernesto Concepción, Esther Mari… la concurrencia era interminable y no faltó nadie.
Después de llorar y sonreír, emprendimos el camino de regreso a nuestros hogares. La sensación de nuestra madre teatral, más viva que nunca antes, nos acompañó todo el trayecto, entró con nosotros en nuestras casas y se mantendrá hasta el futuro sin final.