Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Recordamos, en 2005, el momento de euforia en el cual, “Elsa y Fred”, la película de Marcos Carnevale, protagonizada por China Zorrilla y Manuel Alexandre, sostenía el mundo con coro triunfal. A todos les encantaba. Y lo curioso es que, no solamente se trataba del amor entre dos personas mayores de 70 años con un objetivo, como lo ha dicho el propio autor, de “rescatar la idea del amor a cualquier edad, de una manera pura y sin caer en los estereotipos de la vejez”, sino de una relación donde es la mujer quien toma la iniciativa, sin rodeos, directa al grano, y esa mujer dista de ser el dechado de virtudes, tan esperado, sobre todo en mujeres de nuestra edad. Para completar, Elsa no acepta un no por respuesta. Es posible que el asunto haya cambiado entre los jóvenes, pero no ha cambiado mucho en el pensamiento colectivo de nuestra sociedad.

No obstante, lo que más nos entusiasmó de “Elsa y Fred” (a decir la verdad, lo sentimos como carta de triunfo) es que demostró que el amor entre dos viejos puede ser un éxito de taquilla. Ese impacto arrollador se extiende a nuestros días como comedia teatral, porque su estreno mundial en el teatro Alejandro Tapia y Rivera de nuestra ciudad capital, programado para dos semanas, ya va por la cuarta semana, vendido a toda capacidad. Añadiremos, con regocijo personal, que nos encanta ver en el escenario a nuestros primeros actores mimados, generales veteranos, Jacobo Morales y Johanna Rosaly. Tienen mucho que dar y, de la misma manera, enseñar, con toda seguridad lo mejor de sus vidas. Todo lo que podamos consentirlos para que sepan que nos son queridos, nunca será suficiente.
La historia de “Elsa y Fred” narra las historias de dos personas de oro: Elsa es una mujer mayor que se somete a tratamientos de diálisis, lo cual esconde, y Alfredo es un viudo español que se muda al mismo edificio que Elsa. El mismo día de la mudanza, Elsa choca el auto de Cuca (hija de Alfredo), y se da a la huida. Pero el hijo de Cuca la vio, le contó todo a su madre. Cuca se pone furiosa. Gabriel, el hijo de Elsa se ofrece a pagar los daños y firma un cheque. Elsa le lleva el cheque a Alfredo para que se lo de a su hija, pero manipula al anciano diciéndole que el “pobre hijo” que ha firmado el cheque, tiene cinco hijos y muchos problemas económicos. Alfredo se conmueve, le devuelve el cheque a Elsa y se compromete a darle el dinero a la hija en efectivo haciéndole creer que fue Elsa quien lo pagó. Agradecida, Elsa lo invita a comer en su casa. Desde ese momento crece el romance, a pesar de la resistencia de Alfredo, viudo hace tan solo siete meses. Una serie de situaciones simpáticas, como escaparse de un restaurant caro sin pagar, y bañarse en la Fontana de Trevi tal como lo hicieron Marcello Mastroianni y Anita Ekberg en la película de Fellini “La dolce vita”, destacan la parte encantadora de la atrevida humanidad, con todos sus destellos, como requisito de la felicidad.
Como película, “Elsa y Fred” tuvo mucho éxito en muchos países, pero en Puerto Rico fue algo sin precedentes, ya que estuvo en cartelera por más de un año (67 semanas).

Como obra de teatro, hay unas cuantas novedades. Por lo regular, cuando una obra de teatro es un éxito, se lleva al cine, pero, en esta ocasión sucedió al revés. Y, conforme indica el programa de mano, la adaptación de cine a teatro fue creada, exclusivamente para Puerto Rico. Suponemos que esa adaptación, muy buena por cierto, con menos personajes que la película, fue desarrollada por el mismo autor, pero no lo sabemos. Otro dato interesante de este montaje es que contó con dos directores: Marcos Carnevale y Kisha Tikina Burgos. Confesamos que teníamos mucha curiosidad, no solo de los resultados, sino con el proceso. Un pajarito nos contó, y fue lo único que contó, que fue Burgos quien tuvo la ocurrencia de proyectar “La dolce vita” al principio de la obra, para coronar el homenaje del autor a su cineasta favorito e ilustrar la referencia del deseo de Elsa de imitar la escena de La Fontana de Trevi. Como sea que lo hayan hecho entre los dos, parecía ser la misma voz. Aplaudimos de pie el resultado.
Elsa y Fred estrenó, como obra de teatro, en Puerto Rico, como una producción de Cynthia Wiesner, con Fernando Sumaza y Omar Torres Molina como productores ejecutivos, para Sofrito Produce, el jueves 25 de agosto de 2022. Nosotros fuimos a la función del sábado 3 de septiembre. La casa estaba repleta de un público entusiasta.

Después de la tercera llamada, y la oscuridad, un especial que iluminó el tornavoz de la izquierda frente al público, dejó ver Nayomi Lozano, la violinista que hizo la función de esa noche, ejecutar una pieza. El telón subió, y vimos, en tres pantallas que hicieron una sola, en el escenario, la famosa escena de la película de Fellini.
El concepto de montaje, teatro de proscenio convencional, impuso una escenografía, preciosa y funcional, fusión de pantallas de proyección, muebles y ambientación, cuya estética destacó una excelente combinación de alegres colores. En la pantalla de la izquierda (centro del escenario), se proyectó el apartamento de Fred. En la pantalla de la derecha (centro del escenario), se proyectó el apartamento de Elsa. En la pantalla del centro (fondo del escenario) se proyectaron imágenes de apoyo. Además de la escena de “La dolce vita” y los apartamentos, se proyectó en las tres pantallas, un espectacular restaurant de lujo, todo en rojo, la calle, y la sala de diálisis en un hospital. Los cambios entre las escenas, formaron parte del montaje y fueron ejecutados con ritmo y perfección. La escenografía y las luces funcionaron de la mano.
Felicitamos a la combinación ganadora, escenografía (no tiene crédito en el programa de mano) y luces (Lynnette Salas), por la inteligente y armoniosa colaboración estética, que aportó exactitud al montaje.

El tráfico escénico de los actores era sencillo y justificado. Las composiciones fueron básicas y encantadoras. El trabajo de dirección, se destacó con los actores.
Carlos Esteban Fonseca, como Tato, el vividor ex marido de Elsa, lució convincente y cómodo en su caracterización. Israel Lugo bordó de credibilidad la seriedad de Gabriel, el hijo de Elsa, quien, como Jorge Washington, nunca dijo una mentira ni por hacer quedar bien a su mamá.
Luis Gonzaga, como Quique, el hijo de Cuca, y Mónica Pastrana, como la camarera, la doctora y la carabineri, acertaron con sus caracterizaciones.
Kisha Tikina Burgos, ágil y deliciosa, como Cuca, lució creíble y odiosa de principio a fin.
Aplaudimos la sobriedad, serenidad y naturalidad con la cual nuestro Jacobo Morales tomó las riendas de su Fred.
Johanna Rosaly, provocó muchas sensaciones, impresionantemente deliciosas y conmovedoras, tanto en los momentos donde Elsa “hacía maldades”, como en el drama de la escena del tratamiento de diálisis, donde la varita mágica de Rosaly, convirtió el momento en ansias para seguir viviendo, conquistar a su hombre, y hasta tener buen sexo. Rosaly, quien ha brillado deslumbrantemente en todo cuanto ha desempeñado, nos brindó una de sus mejores actuaciones, y hasta nos cantó “No te importe saber” de René Touzet (1916-2003). Se veía, además, bellísima. Ponemos laureles de oro en la frente de nuestra primerísima actriz.

Destacamos entonces, el trabajo del maquillista, Carlos Muñoz Santana y la labor de Julia Mitchell Santiago Figueroa con el vestuario. Ambas funciones estuvieron a favor de cada uno de los personajes y con todo de la producción en cuanto a color.
Completan este eficiente equipo, Carolina Pons (violinista); Paloma Gutiérrez (utilería); Gerónimo Mercado (pantallas); Jessica Rodríguez (asistente de dirección y regidora); José Matos Cosme (imágenes).
Según nos enteramos, Cynthia Wiesner, con amplia trayectoria en producción de cine, se estrenó como productora de teatro con esta puesta en escena, para la cual no escatimó. Entendemos que es igual para el productor ejecutivo, Fernando Sumaza. Los felicitamos y agradecemos el apoyo que, con esta labor, brindan a nuestras artes escénicas. Esperamos que la grata experiencia los motive a continuar. Felicitamos, de la misma manera, al equipo de producción, completado con el experimentado Omar Torres Molina.