Preocupa extensión conflicto Rusia-Ucrania

En plena Semana Santa es importante mirar la invasión de Ucrania desde diversos frentes y sus consecuencias.
El Coliseo José Miguel Agrelot vistiendo los colores de la bandera ucraniana en muestra de solidaridad. (Foto Javier Santiago / Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Por Vicente Toledo Rohena
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Luego de la experiencia de presenciar durante tres cargados meses de tensión donde Rusia destacó tropas a lo largo y ancho de las fronteras ucranianas, y se vivió a diario el cuento de ahí viene el lobo, y finalmente el lobo llegó, cuando el presidente Vladimir Putin brincó el charco e inició la invasión esperada en Ucrania el 24 de febrero de 2022. Una operación militar rusa por tierra, aire y mar que se desató tras el discurso televisivo donde el líder ruso exigió que el ejército de Ucrania depusiera las armas.

Cercano a los dos meses de la invasión bélica matizada por la desinformación y el estorbo en la cobertura de diversos medios de comunicación en todas partes, muchos buscan desesperadamente clasificar entre los buenos y los malos; y se vaga en una atmósfera de las naciones espectadoras, que argumentan a diestra y siniestra sobre los motivos, razones y otros aspectos del conflicto.

Complejidades del territorio, guerra de poder, una unión inconclusa de situaciones políticas, económicas, expansionistas, y otra decena de problemas internos que solo los que viven las angustias allí conocen. Una Ucrania que ya experimentaba una crisis nacional por diversos grupos rebeldes internos, libraba conflictos civiles que se han agravado tras la invasión. Un camino donde no se ve salida y las repercusiones se sienten con fuerza hasta en occidente.

Acá nos llega la información que los grandes intereses tras la guerra, deciden debemos conocer. Tanto Rusia como Ucrania bloquean con sus imposiciones la información. Canales de noticias censurados, fuera del aire, como RT y otros. La suspensión de la utilización de las redes sociales; periodistas asesinados y la implementación canalla de callar los medios de información, lo que crea un caos que perturba la realidad que acontece. A veces contemplamos medios informativos que pasan vídeos y fotos viejas y hasta que no tienen que ver con el conflicto. Desde Ucrania nos hablan de ataques rusos y los rusos informan que son los grupos izquierda o revolucionarios dentro del territorio ucraniano.

Grupos y bandos que protegen sus intereses hacen selección libre de quienes son los buenos y quienes los malos, pero tras esa selección muestran sus garras y se les ve la costura de ‘vela güira’. La pregunta para los que viven en un mundo totalmente alejado de lo que sí, representa realmente la guerra puede ser simple: ¿Es justificable la misma? ¿Quién tiene la razón en este conflicto? ¿Quiénes realmente se benefician? ¿Cuándo llegará a su fin? o ¿Se transformará en un conflicto con más grandes proporciones?

“De ninguna manera se justifica una invasión militar que trastoque la soberanía nacional de un país por otro. Uno de los principios más importantes de los principios en que se fundamenta el derecho internacional vigente y la relación entre pueblos y países, es justamente el respeto a la soberanía nacional y subsiguiente a la búsqueda de soluciones a conflicto por la vía diplomática y la negociación”, expresó el profesor Julio Muriente.

“Para nosotros los puertorriqueños esto todavía es más importante por cuanto que somos un país invadido. Por eso mismos no podemos aceptar que para presuntamente resolver un problema, un país decida invadir a otro. En ese sentido se rechaza la manera de resolver los asuntos políticos de esa manera. Lo indicado es que, aunque una cosa sea decirlo y otra hacerlo. Que se sienten en una mesa de negociación y a través de la diplomacia hagan lo que tengan que hacer. No podemos permitir que Rusia invada a Ucrania o Estados Unidos a Afganistán… o invadan a Nicaragua, Venezuela o Cuba. O que Francia ocupe países de África… esto como parte de una lista interminable”, destacó el profesor que aclaró que eso no quiere decir que no se reconozca el peso que pudieran tener los argumentos de Rusia en esta coyuntura.

“Si bien llamamos al hecho de que los argumentos de Rusia se basan en las relaciones de grandes potencias. Aquí se habla de soberanía nacional e independencia, pero parece que hay unos más independientes y soberanos que otros. Mientras más poderoso tú eres, más prerrogativas sientes que tienes para disponer y lo que va sucediendo es que un puñado de grandes potencias se reparte el mundo. No solo Rusia… Estados Unidos, la Unión Europea, China, Japón. Ellos se han creado unos códigos distintos que rigen las relaciones internacionales. Piensan que tienen derecho de proteger sus fronteras más allá de las fronteras”.

El educador que también es copresidente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH), destacó que este conflicto no se basa entre buenos y malos, sino entre malos y peores. Y explicó que el gobierno de Ucrania no es uno progresista.

“Es cierto que son el objeto de la cuestión, pero no cofundamos que la victimización de Ucrania puede llevar a pensar que el gobierno de Ucrania es uno progresista y democrático y no lo es. Busquemos el marco histórico y veamos como ese gobierno tiene unos sectores fascistas, fuerzas armadas y gobierno que ha participado en la matanza de miles de ucranianos en la zona Este, unos 14,000 mil muertos en los pasados años”.

Muriente señaló que tanto en la OTAN y en Estados Unidos saben lo que realmente pasa.

“Esto es un asunto económico de Estados Unidos en mantener un interés económico en Europa, que a su vez ve amenazada por Rusia, sobre todo en el plano energético. Cuando Europa se está convirtiendo en un aleado del petróleo ruso y ve que Rusia tiene control de petróleo en Europa, ahí viene a tratar de bloquear esa relación porque que se quedaría fuera del negocio. Un capítulo más reciente de la política expansionista. Las grandes potencias que se sienten dueñas del mundo”.

Sobre la probabilidad que la OTAN bajo el liderato de Estados Unidos entre en el conflicto y se desate una guerra, Muriente descartó ese escenario. Catalogó de propaganda los cometarios de alerta de una Tercera Guerra Mundial. En occidente y los países europeos está latente el temor de un conflicto a mayor escala y en esa zona del mundo no se descarta nada.

¿Estamos a las puertas de la Tercera Guerra Mundial?

“No para nada. Mono sabe el árbol que trepa. Se ha permitido que la agresión contra Ucrania se lleve a cabo, y hacen aguaje y otras cosas, pero tontos no son. Cucar a Rusia significaría destruir a Europa Occidental. Europa podrá ser muy aliada de Estados Unidos, pero Alemania, Francia Y Reino Unido, saben que, si hay una provocación en donde van a caer las bombas no es en Washington… Es Berlín, París, Londres, tal como sucedió en la Segunda Guerra Mundial por lo tanto no hay interés de provocar.

Una cosa es enviar armas y dinero, y otra movilizar la OTAN. El arsenal atómico de Rusia es más grande que el de Estados Unidos. Una guerra así plantea un daño mundial. Tú te lanza a una guerra cuando piensas que puedes ganar. La guerra fría se le llamaba fría, porque ambos (Estados Unidos- Unión Soviética) sabían que si se enfrentaban era la hecatombe. Ahora la situación es la misma. Lo de la guerra mundial es como parte de una propaganda… Cada país tiene su particular estrategia de política exterior y no están dispuestos en arriesgar inestabilidad de su territorio”.

El precio de la guerra lo pagan los inocentes, la población civil. Los que tienen que dejar sus pertenencias y hogares y trasladarse a otros países. Pero las pertenecías materiales aunque se pierdan puede reponerse, pero la salud emocional sufre un contundente golpe que en la mayoría de las ocasiones no se recupera.

¿Cómo afecta una guerra a la población civil en cuanto a su siquis, entiéndase desde una población infantil hasta los adultos mayores?

“Toda actividad bélica en la que se ponga en riesgo la vida de personas inocentes (civiles) definitivamente presenta un costo psicológico a nivel social. Las pérdidas de sujetos que se establecen relacionadas a las actividades militares hacen que las acciones de la guerra sean descritas como inhumanas, insensibles y despiadadas. De allí el costo psicológico no solo inmediato, sino posterior con síndromes postraumáticos, entre otras patologías que algunos sujetos puedan experimentar. El fin de la guerra no implica el fin del sufrimiento posterior de varios sectores poblacionales que hayan experimentado esas vivencias”, explicó el sociólogo José Raúl Rodríguez.

Y ¿Desde su punto de vista, sin estar necesariamente del lado de algún bando, por lo que ha trascendido, se puede catalogar lo que sucede en Ucrania como genocidio?
“Definitivamente hay mucho de cierto en que lo que está ocurriendo en este conflicto bélico injustificado se considere como genocidio. La sistemática y continua eliminación de un pueblo es algo que determinados sectores militares han llevado a cabo en este conflicto armado. El que personas inocentes o instituciones donde están dichos sectores refugiados, sean atacados sin ningún tipo de justificación sería considerado crimen de guerra con las consecuencias que esto traería a nivel de tribunales internacionales para ventilar dichas acciones inmisericordes y bárbaras”, apuntó el sociólogo.

En la búsqueda de más allá de lo político o social no podemos perder de perspectiva el asunto teológico. En las Santas Escrituras hemos leído como desde los primeros días de existencia, el ser humano libra batallas por ambiciones de territorio y poder. Y no debemos olvidar que, dentro de la fe, existe la profecía bíblica del fin de la humanidad. A tales temas, el ministro ordenado de la Iglesia Presbiteriana y catedrático de UPR en Estudios Generales, Aurelio García, comparte conocimientos al respecto.

“Israel vino al mundo en medio de guerras. En el periodo patriarcal se constata que los clanes luchaban unos contra otros [Gen. 14: 14-16]. También se testimonia de guerras internacionales a gran escala (Gen. 14: 1-3). En el relato del libro de Jueces, por su parte, las escrituras expresan un entendimiento de que, cuando Israel se mantenía fiel al pacto con su Dios, siendo leal exclusivamente para él, las cosas iban bien, ganarían las batallas y se mantendrían libre de la opresión del enemigo; al contrario, si desobedecían a Dios, les iría mal y serían vencidos y oprimidos por los pueblos vecinos”, explicó el reverendo.

“En definitiva, la iglesia occidental muy mayoritariamente ha creído en la guerra justa. Tiene que ser una guerra limitada, apoyada por sólidas razones morales. Por supuesto del dicho al hecho siempre va un gran trecho. El caso de Ucrania sería un ejemplo claro de una guerra justa, según la tradición, y esta entendería que quedarse cruzado de brazos ante tal abuso es mucho más inmoral que entrar en la guerra del lado del oprimido, por supuesto, siempre buscando una paz rápida, pero con justicia. El liderato de Occidente argumenta que el riesgo de una guerra nuclear, y el subsiguiente mayor potencial destrucción de gente inocente, hace imposible al presente intervenir militarmente. Es un proceso de medir hasta dónde se puede llegar sin provocar un daño mayor, para ellos. No cabe duda, sin embargo, que la gran mayoría de la gente bien informada a nivel mundial aborrece esta guerra injusta, y ansía poder auxiliar a los invadidos, así como salvar a los jóvenes reclutados sin consentimiento para ejecutar esta violencia”.

El líder presbiteriano dijo que la tendencia natural de los creyentes es a leer la literatura apocalíptica—los libros de Daniel y Apocalipsis, y otros pasajes de los profetas y de los evangelios—como profecías o predicciones.

“Pero los expertos contemporáneos nos señalan que la función principal de esta literatura era proveer seguridad y confort a los creyentes: que se sintieran seguros de que no importa qué mala se pusiera la cosa, Dios está en control y llevará todos los eventos a una buena conclusión: todo opera para bien para los que confían en Cristo”, señaló.

Además, expresó que “la literatura apocalíptica nos recuerda que Cristo es el alfa y la omega: estuvo al principio en la creación, entró a la historia humana en su vida para redimir esa historia, y vendrá al fin para culminarla. La literatura apocalíptica no busca meter miedo al creyente, sino darle seguridad en medio de la prueba. Nadie que se sepa que está en Cristo–que es un creyente justificado por la fe, salvo en el poder del Espíritu Santo—tiene que sentir temor ante el futuro”.

Abundó que los esquemas narrativos de esta literatura no tienen el propósito de ser un mapa del futuro. Cristo mismo dijo que eso estaba en el solo conocimiento de su Padre. Por tanto, los ‘tiempos del fin’ pueden ser para nosotros cualquier momento de crisis en que nos tengamos que mantener firmes en la fe y dar buen testimonio, aunque haya persecución o violencia de parte del mundo.

“El conflicto de Ucrania puede bien ser uno de estos momentos ‘apocalípticos’ o definitivos para nosotros. Estos momentos son sencillamente momentos que prueban la lealtad de la iglesia y de los creyentes al evangelio. Definitivamente el conflicto de Ucrania lo es para los creyentes que están en medio de esa guerra. La guerra puede ‘salirse de control’. Es decir, escalar, o aumentar en violencia y tamaño, envolviendo muchas naciones más y hasta armas de ‘destrucción masiva’. Todo esto es muy peligroso, pero no implica necesariamente el fin del mundo. Nuestro deber no es especular, sino estar alertas, orar y actuar como el buen samaritano”, concluyó García.

Preocupa el tiempo que lleva el conflicto, pero preocupa más cuánto durará y qué consecuencias faltan por vivir. Mientras tanto el pueblo ucraniano aguanta los bombardeos; y siguen las reprimendas a Rusia. Las demás superpotencias juegan a las sanciones y al tradicional ‘túmbame la pajita del hombro’ y se olvidan que las cifras de muertes sigue en aumento.

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