Un ‘Hamlet’ pulcro e impecable

La valentía de llevar a la escena contemporánea esta pieza del teatro clásico valió la casa llena y un público que aplaudió de pie.
Elenco de la obra “Hamlet”, presentada el pasado fin de semena en el Centro de Bellas Artes de Santurce. (Foto suministrada)

“Y sobre todo, se fiel a ti mismo,
pues de ello se sigue,
como el día a la noche,
que no podrás ser falso con nadie”.
(Polonio a Laertes, Hamlet, William Shakespeare)

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

¿Qué tiene el teatro de Shakespeare que nos persigue, insiste y se adueña, desde que sabemos iremos a una representación? De inmediato, acudimos a los textos, y buscamos entre las páginas las citas que hemos marcado. Nos confesamos fanáticos del cinismo y la genialidad en el ramillete de palabras de las insuperables líneas de los personajes en, todas y cada una, de las obras de William Shakespeare. Podemos apreciar este teatro desde una lectura en voz alta a primera vista, con solo cerrar los ojos y volar. Pero, para hacer ese ejercicio desde una mala lectura, se necesita amar el teatro de William Shakespeare por encima de toda condición emocional. Este autor fue un visionario, un precursor de corrientes que se dieron en el siglo 20, que tuvo en vida el éxito que tiene todavía. Su teatro exige los mejores y más disciplinados actores, entrenados en muchas disciplinas que deben ser propias en la formación actoral. Una de esas disciplinas es la esgrima, y, a nuestro parecer, ese fue un acierto del montaje de Hamlet de Mariana Quiles, producido por Revés Teatro (Carlos A. Camacho Rosado) para Mauro Inc. (Miriam Bobadilla), que vimos el pasado 26 de febrero, a las ocho de la noche, en la sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes de Santurce.

La producción de Revés Teatro para Mauro Inc. contó con dirección y montaje de Mariana Quiles. (Foto suministrada)

Se conservan tres versiones de Hamlet, que, con toda posibilidad, fueron escritas entre 1599 y 1601. Cada una de las mismas posee líneas, hasta escenas, diferentes o ausentes. De una u otra manera, Hamlet es la obra más larga, una de las más influyentes y una de las más representadas de este autor. Uno de los atractivos de Hamlet, sobre todo para los teatreros, es la defensa que hace el dramaturgo de la clase actoral y la función del teatro en la denuncia política y social.

En el Hamlet de Quiles, (Edición del texto original de William Shakespeare por Abel Carrizo y Eileen Rivera Sexto, versión Cátedra, traducción de Guillermo Macpherson (1879), edición de Laura Campillo Arnáiz (2015)) el deporte de esgrima fue a los personajes como el aire que respiran. Vestidos como esgrimistas tradicionales, ninguno soltó el arma, el cual se perfiló casi con “carácter jurídico personal”. La pieza, de dos horas de duración, hizo dos actos de los cinco de rigor. Esta versión mantuvo solo nueve de los personajes originales, los momentos más trascendentales, y el poder insuperable de la poderosa palabra del autor, cuyo eco aún ensordece.

El asunto de la obra se parece a cualquier situación criminal vulgar, ultratumba incluida, pero entre nobles de otra época. El padre de Hamlet, rey de Dinamarca, ha muerto. El fantasma del muerto se le aparece al hijo y le revela que fue envenenado por su hermano Claudio, quien se casó con su esposa Gertrudis y ahora es rey. El fantasma clama por venganza. Tal es el punto de partida de esta historia, cuyo desarrollo y desenlace debemos conocer.

Shakespeare elabora, en forma atrevida y escalofriante, temas que todavía provocan debates: venganza, locura, muerte, incesto, sexo, lealtad, política, corrupción, duda. Es precisamente la duda, el estandarte que escogió la dirección de Mariana Quiles para fines de su propuesta, la cual desarrolla con belleza, dominio y verdad, en un montaje teatro arena a tres lados, que nos puso a pensar desde que entramos en la sala.

La escenografía sugería un castillo de cuento de hadas en donde “érase una vez un príncipe” se narraría con la pureza de la fatalidad. El funcional diseño de José Luis Gutiérrez Reyes, realizado por Lab Comején, escondió las sorpresas de una rampa con ruedas que cambiaba de posición para convertirse en lo que mandara la escena, y una tarima que servía como trampa que hizo las veces de la tumba de Ofelia. Los biombos transparentes, usados en dos escenas, pusieron en evidencia el ridículo que hacemos cuando al escondernos, somos evidentes. Las cinco puertas blancas en distintos niveles al fondo del escenario, cuyo sonido al abrir y cerrar se usó para crear ritmo y ambientación, infundían inquietud. El piso, en blanco y negro, lejos del tablero de ajedrez, sugirió banderines propios de los juegos. Buena realización de Lab Comején. Las luces de Pamela López Maldonado se destacaron y aportaron sin exagerar. De la misma manera aplaudimos la ambientación y utilería de Cristina Sesto (la carabela metálica en la escena del sepulturero, y los tornillos en la escena de la locura de Ofelia).

La coreografía de esgrima de Aureo Andino fue bellísima y expresiva. (Foto suministrada)

La coreografía de esgrima de Aureo Andino fue bellísima y expresiva. La primera escena, la cual no existe en el texto original, presenta a los actores manejando floretes, vestidos de blanco (el único que viste de negro es Hamlet), pero distinguidos por detalles que los podían identificar. Excelente trabajo de diseño de vestuario de Abigail Vargas.

El maquillaje y peinados de Brian Villarini hicieron comentarios: los personajes llevaban en el rostro un visible círculo rojo que sugería la marca de alguna estocada. Las trenzas, las barbas y las calvas sugerían encadenamiento a una disciplina existencial. ¡Muy bien!

La selección de la música, (selecciones de libre derecho; Cumulus de la compositora puertorriqueña contemporánea, Johanny Navarro; Fanfarría para conjunto de vientos, metales y percusión del compositor puertorriqueño contemporáneo Armando Luis Ramírez) por Mariana Quiles, José Camuy, Aureo Andino, Marena Pérez, fue otro acierto. La producción contó, además, con la dirección vocal del prestigioso José Camuy.

La “novedad” no es ajena en los montajes de Hamlet. La hemos visto en los cielos de los tiempos y espacios, de muchas maneras, a veces, descabellada. Uno de los atractivos del teatro de William Shakespeare, es precisamente ese, todo lo soporta, todo menos la distorsión de su palabra y la mala interpretación.

La agilidad y seguridad de los actores dirigidos por Quiles, indició el entrenamiento al cual se sometieron. Anthony Mejías (Hamlet) con buena voz y presencia, tuvo sus mejores momentos en las escenas de expresión corporal en silencio y en aquellas escenas donde sostuvo diálogos con los demás. Nos conmovió el momento donde Hamlet se encuentra con la tumba de Ofelia (“Yo amaba a Ofelia”) y su enfrentamiento (“Vete a un convento”) con el mismo personaje. El actor debería, tal vez, revisar la profundidad y matices en los soliloquios.

Con dignidad, aplomo y credibilidad presentaron sus personajes Linnette Torres (Reina Gertrudis), Miguel Diffoot (Rey Claudio), Francisco Capó (Polonio y Sacerdote) y Marcos Carlos Cintrón (Laertes y Actor). Sobresalieron, Eileen Rivera Sexto (Actriz y Juez), y Solimar Arzola López (Ofelia). Horacio, un personaje masculino, fue interpretado con mucha verdad, y sin forzarse a un género, por la actriz Yadilyz Barbosa Nieves.

La agilidad y seguridad de los actores dirigidos por Quiles, indició el entrenamiento al cual se sometieron. (Foto suministrada)

Gerardo Ortiz, con su voz de privilegio, su decir impresionante, su presencia, sus movimientos impecables, logró tres interpretaciones inolvidables (Espectro, Sepulturero, Actor).

La magia de la dirección de Quiles fue conocedora, inteligente, creativa y estética. Entre las escenas mejores logradas se destacaron, la primera escena con coreografía de esgrima, la segunda escena con el ritmo de las puertas, la escena del fantasma, el momento de esgrima entre Laertes y Ofelia antes de la escena y la escena, la coreografía del momento erótico entre Hamlet y Ofelia, la aparición de los actores en la corte, la escena de la representación, la escena del sepulturero y la escena donde Ofelia, después de muerta, canta a capela una canción de Violeta Parra en el segundo piso de la sala.

La directora debería, tal vez, revisar la efectividad de las interpretaciones en los soliloquios de Hamlet, la interrupción en la escena de los cómicos, y la precipitación en la escena final de la obra.

Disfrutamos y aplaudimos este montaje. Felicitamos al productor por una puesta en escena pulcra e impecable, que hizo sentir su relevancia y orgullo de profesión. La valentía de llevar al escenario teatro clásico, a pesar de todos los “detente loco” que debe haber enfrentado, valió la casa llena y un público que aplaudió de pie. ¡Gracias Carlos A. Camacho Rosado!

Completaron el victorioso equipo de este Hamlet, Noel Aponte Pomales, Christian Nieves Santiago y Eileen Rivera Sesto (asistentes de producción). New Concept, Héctor Tito Negrón (técnicos); Carlos M Rivera- Cuesta APR, Partners Communications (Relaciones públicas); Brain Libre- Angel Santiago, Guillermo Parrilla (Mercado y manejo de redes). La importantísima tarea de asistente de dirección y regiduría, la ejecutó con destreza Cristina Robles Arias.

Esta puesta en escena, dedicada a la memoria del profesor Dean Zayas, merece ser conocida por el público de todas las edades en Puerto Rico, para lo cual necesita el auspicio de las organizaciones pertinentes en nuestra nación. Considérenlo.

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