¿Profesora Emérita, yo? ¡Imposible!

En el Día Mundial del Teatro reproducimos esta entrevista publicada en 2009 con la inolvidable Victoria Espinosa, cuyo centenario celebramos este año.
La Dra. Victoria Espinosa expresa su sentir sobre los honores recibidos en aquellos días. (Foto Julio García para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

[Este artículo fue escrito, fotografiado y publicado en 2009, para la Fundación Nacional para la Cultura Popular. A continuación lo reproducimos en celebración del centenario de la Dra. Victoria Espinosa].

Por Adriana Pantoja
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

El 7 de noviembre de 2003, la Dra. Victoria Espinosa recibió un enorme reconocimiento de parte de la Universidad de Puerto Rico: ser afirmada como Profesora Emérita. Para esa honrosa ocasión, Vicky -como cariñosamente le llamamos- escribió un mensaje de agradecimiento y aceptación, el cual dictó en el Anfiteatro # 1, de la Facultad de Estudios Generales (lugar escogido para la celebración, ya que el teatro de la UPR estaba cerrado por remodelación). Sin embargo, a pesar que por años nuestra entrevistada ha sometido este documento de aceptación a varios medios periodísticos, ninguno lo ha publicado… hasta hoy. Ahora que se aproxima la apertura del 45to Festival de Teatro Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña, interesamos no tan solo publicar este particular y contundente escrito, sino indagar un poco más acerca del mismo.

Con su eterna sonrisa y su cariñosa afabilidad, entrevistamos a Vicky justamente en el escenario del Teatro de la Universidad de Puerto Rico, su alma máter, su centro y su vida en muchos aspectos. “Aquí debió haber sido mi aceptación hace casi seis años atrás”, nos dice contemplando desde donde nos encontrábamos el ya remodelado teatro. “El reconocimiento como Profesor Eméritus es un gran honor para cualquier catedrático. Entiendo que es el grado más alto que otorga la Universidad a quien, en su carrera académica, se ha destacado tanto en la docencia como en actividades extracurriculares, además de poner en alto el nivel universitario y la propia entidad. Por eso, para mí hubiese sido grandioso el haberlo recibido aquí, en mi casa: el Teatro de la Universidad. Pero pues… ¿para qué llover sobre mojado?”

La Profesora Emérita posó para la cámara en los pasillos de su amada Universidad de Puerto Rico. (Foto Julio García para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

La Dra. Espinosa aún se siente sumamente halagada por el reconocimiento, pero se apena cuando piensa en los colegas que no han podido recibirlo como ella. “Yo no sé por qué a veces la Universidad tarda tanto en otorgar estos reconocimientos. En ocasiones, las personas no están, han muerto; o no pueden venir a recibirlos personalmente porque están muy enfermos”. Quizás, parte de esta tardanza se deba al enorme protocolo que el entregar este tipo de reconocimiento supone. “Tengo entendido que este premio no se entrega todos los años. Hay un comité que se reúne cada cierto tiempo y les pide a los directores de departamentos que sometan a sus candidatos. En nuestro caso, la Profesora Idalia Pérez Garay, quien fuera la directora del Departamento de Drama para ese entonces, sometió nuestros nombres”, refiriéndose al suyo y al de la Profesora Gilda Navarra, quien también recibiera un reconocimiento en la misma fecha.

Luego de sometidos los nombres, el mencionado comité estudia a cada candidato para su subsiguiente aprobación. “Además, el director de cada departamento -o una persona versada en las carreras de los candidatos- va a defenderlos frente al comité para establecer por qué se merecen ese reconocimiento. Yo recuerdo que el Dr. José Luis Ramos Escobar (actual Decano de la Facultad de Humanidades, pero, en ese momento, director del Departamento de Drama) me concedió el honor de defender los reconocimientos a Leopoldo Santiago Lavandero y Rafael Cruz Eméric, en 1990”. Pero, en vez de ser una tarea regocijante, ésta se convirtió en una muy dolorosa para la actual Profesora Emérita. “El comité evaluador que estaba en ese momento apenas conocía sobre teatro… o no le daba mucha importancia. Su cuestionamiento era ‘¿qué es eso de un Doctorado Honoris Causa en teatro… o un Profesor Eméritus en teatro? ¿Por qué Eméritus, por qué Honoris Causa… en teatro?’ Era algo muy despectivo hacia la profesión, mi profesión; y hacia estas dos personalidades tan importantes dentro del teatro puertorriqueño”. Victoria, habiendo sido discípula de tanto Santiago Lavandero como de Cruz Eméric, se sintió sumamente ofendida con estos cuestionamientos… al punto de llegar a decir que, si en algún momento se le consideraba para este reconocimiento, ella lo denegaría.

No obstante, cuando llegó el momento, Vicky no lo denegó… pero tampoco se piense que lo aceptó por vanidad o engreimiento: para ella, lo más importante era lograr y mantener un respeto hacia el teatro y el Departamento de Drama. “Yo me puse a pensar que quizás, si yo no lo aceptaba por defender mis ideales, podía cortarle el camino a los que vienen atrás; y, para colmo, no ayudar a generar un mayor respeto hacia la profesión… o profesiones: teatro y magisterio en teatro. Ya una vez hubo mucho recelo en otorgar este reconocimiento a alguien de teatro… no porque lo mereciera o no, sino simplemente por ser de teatro. Reflexioné… y entonces modifiqué un poco lo que sentía, lo que pensaba: mis ideales… mi fidelidad siempre irá dirigida hacia los estudiantes, hacia los que vienen detrás de mí. Y no iba a ser yo quien cerrara la puerta a esta honrosa oportunidad”.

De hecho, esta ‘honrosa oportunidad’ por poco se esfuma, ya que el comité también requería un Curriculum Vitae… y Vicky nunca ha hecho uno. “Yo le dije a Idalia (Pérez Garay) que si el reconocimiento dependía de que yo hiciera un Curriculum Vitae, pues… me fastidiaba, porque yo nunca lo he hecho… un resumé sí, pero un Curriculum Vitae no. Y a estas alturas de mi vida, créeme, no pienso hacerlo”. Pero entre la Prof. Idalia Pérez Garay y la Dra. Rosalina Perales lograron conformar uno, a escondidas de nuestra entrevistada… Y, así, el reconocimiento siguió su curso.

Adentrándonos un poco en el documento de aceptación de la Dra. Victoria Espinosa como Profesora Emérita, descubrimos su libro “Lorca en mí, yo en Lorca” -el cual Editorial Cordillera planifica publicar a finales de 2009-; y le preguntamos cuál ha sido la mayor satisfacción que le ha producido hacerlo… a pesar que el mismo aún no ha sido publicado. “Fíjate, te diría que [es] el acercamiento a cosas, detalles, historias olvidadas. Son pequeños encuentros con detalles que ya había olvidado o que los recordaba bajo una mirada distinta. Y se piensa ‘caramba, estaré equivocada o no… qué bueno o qué malo’… Uno se va enjuiciando a través del tiempo… y yo creo que eso, además de recordarlo todo desde la distancia, es algo bueno”.

El libro “Lorca en mí, yo en Lorca” fue descrito por su autora como “pequeños encuentros con detalles que ya había olvidado o que recordaba bajo una mirada distinta”. (Foto Julio García para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Según nos cuenta Vicky, aunque ha redactado un sinnúmero de artículos a través de su amplia carrera artística y magisterial, nunca pensó escribir un libro. “Ya Rosalina había escrito su libro sobre mí; y yo pensé ‘si yo fuera a escribir uno, ¿para qué lo voy a hacer sobre mí?’ Entonces, llegó el Centenario de Federico García Lorca, en 1998. A mí me invitaron a una de las celebraciones en Puerto Rico y me pidieron que hablara sobre mis montajes de este dramaturgo y poeta español… Y hablando en la actividad, comencé a pensar que quizás podría escribir algo acerca de ese tema: mis montajes de Lorca. ¡Imagínate, en ese momento, caí en cuenta que yo había dirigido 8 de sus obras, dos de ellas estrenos en Puerto Rico!” Y justo, en ese momento, surge el comienzo del primer libro de la Dra. Victoria Espinosa, “Lorca en mí, yo en Lorca”… al menos, la segunda parte del libro, “Los montajes”.

La primera parte, “Los encuentros”, surgió después. “Según me fui adentrando en mi escrito, me di cuenta que yo conocía a Lorca desde mis estudios en la escuela superior Central, en Santurce. Resulta que, en mi escuela, existía un sistema de radio con altoparlantes y, ciertos días a la semana, los maestros nos daban una hora libre para escuchar lo que por ahí se transmitía. En 1941, celebrando un aniversario de Lorca, una maestra habló sobre él y su trabajo. Y, si no recuerdo mal, a través del sistema de radio de la escuela se transmitió, por primera vez, una dramatización de ‘Mariana Pineda’… y así fue como Lorca me cautivó”. En esos tiempos, Vicky no soñaba con trabajar en teatro. Solo escribía documentos que le publicaban en una pequeña revista que tenía la escuela. “Cuando chiquita, hice algo de teatro. Pero cuando me dijeron que para ser actriz tendría que irme a Harlem… o sea, que se me estaba relegando por ser negra, decidí que eso del teatro no era para mí”.

Sin embargo, el destino tenía preparado otro curso para nuestra entrevistada. En 1942, cuando Vicky cursaba su cuarto año, su grupo decidió hacer una actividad de recaudación de fondos para la graduación. “Se decidió contratar al declamador Leopoldo Santiago Lavandero. ¡Ah, era guapísimo!… El Departamento de Drama no existía todavía, pero él ya daba cursitos de teatro y, principalmente, viajaba por toda la isla declamando”. Vicky confiesa que quedó completamente alelada e impresionada viendo a este hombre tan guapo, tan histriónico, tan arrollador, que recitaba a Neruda y a Lorca, entre otros poetas. “Pero de eso me enteré después, porque en el momento, ni siquiera miré el programa. Yo estaba como boba, atrapada con su voz… Fue una experiencia estelar… Yo nunca había visto algo así… las luces, su expresión, la poesía… ¡Oh, espectacular!” Este momento histórico que tanto impresionó a nuestra entrevistada fue plasmado en un escrito que ella hiciera, titulado “La noche del recital”, el cual fue publicado en el periódico de la Central High, El Centralino.

Esta directora teatral no ingresó a la Universidad de Puerto Rico inmediatamente que se graduó de escuela superior, por lo que su segundo encuentro con quien sería su maestro y mentor, Leopoldo Santiago Lavandero, se retrasaría… ¿segundo encuentro? ¿O sería el tercero? “Yo tardé un poco en entrar a la Universidad, hasta 1945, porque mi familia era pobre y tuve que trabajar como secretaria por un tiempo. Cuando por fin entré, tuve mi segundo encuentro con Poldín… digo, el tercero… Te explico: resulta que mi papá trabajaba en esos tiempos en la UPR. Era albañil… más bien techador; o sea, corregía las goteras de los techos. Por un tiempo, estuvo asignado a la corrección de goteras de este teatro… y así fue como él conoció a Poldín”. Nos cuenta Vicky que ambos hombres compartían el gusto por la poesía, la declamación y la escritura, lo que los unió rápidamente, haciéndolos grandes amigos. Un día, Don Eduviges Espinosa llegó a la casa con un retrato autografiado de Poldín. “Cuando vi el retrato, le dije: ‘Popó, ése fue el que declamó en mi escuela’. Y mi papá me dice: ‘Pues, él es mi amigo’. Enseguida, recordando aquella noche mágica que viví en mi cuarto año, le dije a mi papá que le llevara a su nuevo amigo el escrito que yo había hecho sobre el evento”. Pero, pasó el tiempo y no ocurrió nada… él nunca le contestó. Victoria pensó que al excelso declamador no le había gustado lo que ella, con tanto fervor y entusiasmo, había escrito sobre aquella noche tan fabulosa… y, pues, Vicky decidió olvidar este segundo ‘encuentro’ y seguir con su vida.

“Vicky” rememoró sus primeros encuentros con el inolvidable Leopoldo Santiago Lavandero. (Foto Julio García para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Pero, al llegar a su segundo año en la UPR, en 1946, tuvo una agradable sorpresa. “Yo entré a Drama en mi segundo año, en un verano y me matriculé en una clase con Poldín. El primer día, él estaba pasando lista y, cuando llegó a mi nombre, levantó la vista y preguntó quién era Victoria Espinosa. Tímidamente, le respondí; y, entonces, él me preguntó si yo había sido la que había escrito sobre él en la Central High. Cuando le respondí que sí, asustada, él me dijo: ‘Ah, muchas gracias, muy agradecido’; y siguió pasando lista”, nos dice Vicky entre risas.

Esta parte histórica, “Los encuentros”, comienza entonces con ese primer ‘encuentro’ de Vicky con Lorca, cuando aún estudiaba en la Central High… y termina con Barack Obama, cuando aún era candidato a la presidencia de los Estados Unidos. “Como este libro ha tardado tanto en publicarse, yo he seguido añadiendo a la primera parte ciertos detalles históricos que considero importantes: la muerte de Rafael Martínez Nadal -quien fuera gran amigo de Lorca y le proporcionara a nuestra entrevistada el libreto de la obra ‘El público’-; la muerte de Piri Fernández; la mudanza de oficinas de la UPR a Plaza Universitaria y la falta a la promesa de otorgación de espacios más amplios al Departamento de Drama; la lucha contra Paseo Caribe; la candidatura de Barack Obama… Sin embargo, a veces me he puesto a pensar si vale la pena todo el esfuerzo. Yo he conformado este libro con mucho cariño y esmero, pero ha tardado tanto en publicarse que uno se decae, se desencanta un poco”.

Regresando al documento de aceptación como Profesora Emérita, Vicky esboza una serie de preguntas, entre las cuales se encuentra la siguiente: ‘¿Cómo es posible que se les haya rendido sendos homenajes póstumos a los profesores Leopoldo Santiago Lavandero, fundador como ya se ha dicho, del Departamento de Drama; y a Ludwig Schajowicz, profesor y continuador de su obra, mientras el Teatro de la Universidad de Puerto Rico, ámbito y espacio de las obras realizadas ahí por ambos, permanezca cerrado aún por cerca de una década ya?’ Ya el Teatro de la UPR abrió sus puertas al público el 16 de septiembre de 2006, pero Vicky aún no ha encontrado una respuesta feliz a esa pregunta de 2003. “Ha sido desilusionante. Sí, el teatro abrió, pero ha sido una total desilusión. Hay fallos en cuanto a la restauración desde el punto de vista teatral. Era necesario que abriera, de eso estamos claros; pero, lamentablemente, los problemas siguen: la poca o ninguna acústica debajo de la lámpara central; la visual de las primeras líneas, causado por la altura inadecuada del foso; la eliminación del puente de luces en el escenario -gran creación de Cruz Eméric-… De hecho, ¡ni siquiera se sabe cuándo lo tumbaron ni dónde está! Para cualquier persona, esos detalles quizás no sean importantes; pero son imprescindibles para los intérpretes de las artes representativas. ¡Imagínate que venga aquí un bailarín famoso y se entere que, desde las primeras tres filas del teatro, no se le verán sus pies! Pero… por lo menos, abrió el teatro… ¡y qué bueno que abrió!”

A su pregunta sobre el proyecto cultural de restauración de los Teatros Matienzo y Music Hall -actualmente Teatro Francisco Arriví y Teatro Victoria Espinosa-, Vicky nos comenta: “Fíjate que ambos teatros y el de la UPR llevaron sus restauraciones casi a la par. Con el Matienzo y el Music Hall fue peor, porque todo duró como 16 años. Y también tienen problemas: por ejemplo, el Matienzo tiene el conducto del aire acondicionado en el mismo medio del escenario. Para una presentación, hay que prenderlo al principio, dejar que enfríe y apagarlo cuando se va a empezar la función. Por otro lado, no tiene una puerta lo suficientemente ancha y cómoda como para que se pueda entrar las escenografías, sin problemas, directamente al escenario. ¿Y qué me dices del ascensor que abre justo en el escenario? ¡Increíble! Pero pues, al menos hay abiertos dos espacios teatrales más para que los productores puedan realizar sus obras… y eso es bueno. Me imagino que, con el tiempo, se arreglarán esos detalles… ¡confío en eso!”

Vicky, quien ostenta una maestría en Estudios Hispánicos de la UPR; un doctorado en Teatro Práctico de la Universidad Nacional Autónoma de México; un sinnúmero de premios y reconocimientos; y una vida artística, magisterial y personal repleta de experiencias, también nos habla en su ponencia sobre un proyecto sin terminar, que le toca muy de cerca: la maestría en Teatro del Departamento de Drama de la UPR. “Yo me jubilé del Departamento en 1978. Pero entonces, Dean Zayas constituyó un comité para crear la maestría y me llamó, en 1980, para que yo fuera parte del mismo. Nos sentamos en el comité, estudiamos todos los problemas, buscamos todos los cursos que se daban… y hasta encontramos que se daban cursos que eran más de maestría que de bachillerato. Luego, cuando tuvimos el andamiaje completo, se envió todo arriba (a la oficina del Decano de Humanidades) pero nunca contestaron. Pasó el tiempo y se formó un nuevo comité, al cual se le dio todos los documentos… pero tampoco pasó nada. Y así ha seguido la historia, comité tras comité. Ya estoy a punto de jubilarme una segunda vez y esto no termina de formalizarse”, se lamenta en broma y en serio nuestra entrevistada.

Abogó por estudios de maestría en el Departamento de Drama. (Foto Julio García para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

La queja principal de Vicky, según expone en su escrito, es que otros departamentos de la Facultad de Humanidades, mucho más jóvenes que el de Drama, ya formalizaron sus maestrías y hasta sus doctorados. “¿Y por qué Drama no? Es algo que no entiendo: ¿cómo es posible que el Departamento de Drama, con tanto prestigio mundial que le ha dado a la Universidad -por ejemplo, con su Teatro Rodante-, no tenga sus estudios de maestría?” Y, actualmente, a 2009, ¿cuál es el estatus de este proyecto? “Recientemente, le encomendaron a la Dra. Rosalina Perales que evaluara todo de nuevo. Ella hizo su estudio, se lo sometió a Dean (Zayas), yo también suministré mis recomendaciones… ¡otra vez! Probablemente se apruebe, parece que sí… aunque con el comienzo de la nueva maestría en Gestión y Administración Cultural del PREI, no sé dónde quede ahora la maestría de Drama… Pero bueno, ya veremos qué ocurre…Lo importante es no perder la fe, ¿no?”

Entre otras cosas, la Dra. Victoria Espinosa también cuestiona en su ponencia sobre el siguiente punto: ‘Para eliminar o, por lo menos, aliviar la grave politización de la Universidad de Puerto Rico, del Departamento de Educación y del Instituto de Cultura Puertorriqueña, ¿por qué no se equiparan estas agencias con el mismo sistema que rige a la Oficina del Contralor de Puerto Rico?’ Explicando a qué se refiere con su proposición, Vicky nos indica lo siguiente: “Yo entiendo que tanto la Universidad de Puerto Rico, el Departamento de Educación y el Instituto de Cultura Puertorriqueña deberían ser como la Oficina del Contralor de Puerto Rico: no importando quién esté en el poder, no importando los cambios políticos que ocurran cada cuatro años, las personas que dirijan estas oficinas no cambiarían a merced de la política, porque se escogerían cada 10 años. De esta forma, se despolitizarían esos cargos y se haría un mejor trabajo, se continuarían… Sería como un perfecto triangulo de fuerzas… algo fenomenal”.

Finalmente, le preguntamos a Vicky si tenía otro comentario -algo no mencionado en su ponencia-, que sintiera la necesidad de agregar, a la distancia de casi 6 años de su reconocimiento. “Pues sí… debo admitir que he estado engañada todo este tiempo: yo creía que ser Profesor Eméritus era una cosa, pero al parecer es otra. Digo, yo entiendo que si la persona reconocida como Profesor Eméritus tiene todavía lucidez mental, ¿por qué no se le consulta para muchas cosas, como por ejemplo, la remodelación de un teatro en mi caso? A menos que nombrar a uno como Profesor Eméritus sea solo para llenar un expediente… Sin ánimos de ofender a nadie, pero es que siempre me ha gustado llamar a las cosas por su nombre… Por eso, el título de mi ponencia aún me tiene tanto sentido: ¿Profesora Emérita, yo? ¡Imposible!”

La Dra. Espinosa con la autora de este artículo publicado en 2009, la dramaturga Adriana Pantoja. (Foto Julio García para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

La inauguración de la nueva marquesina del Teatro Victoria Espinosa (antiguo Music Hall) y la vitrina que exhibirá varios trofeos y reconocimientos de nuestra querida directora teatral -entre ellos, el Pozo de Plata, otorgado en el año 2000 por la familia de Federico García Lorca a la Dra. Espinosa, por el estreno en Puerto Rico de dos piezas del poeta y dramaturgo español-, se llevó a cabo el viernes 2 de octubre de 2009, a las 7:00pm, como parte de las actividades de apertura del 45to Festival de Teatro Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Y como parte de nuestro agradecimiento a la gran maestra que tanto nos ha enseñado, a la “sacerdotisa máxima del teatro nacional”, como leyó el periódico Primera Hora (10 de noviembre de 2003), publicamos a continuación, por vez primera y para honor de nuestra Profesora Emérita, su ponencia de aceptación, leída el 7 de noviembre de 2003.

Para ti, Vicky, con toda nuestra admiración, nuestro respeto y nuestro cariño…

Mensaje de la Profesora Emérita, Dra. Victoria Espinosa

Universitarios todos, Buenos días. Perdonen que trate de emular a Luis Rafael Sánchez, para mí, Wico, hijo espiritual y discípulo dilecto, que en su Cátedra Magistral, dictada aquí mismo hace unos días, nos denominó a todos con ese término.

Profesora Emérita… Inalcanzable distinción que, para mí y para la amiga y colega Gilda Navarra, recomendó en el 2003 la también amiga y colega Idalia Pérez Garay, hasta hace poco directora del Departamento de Drama. ¡No podía creerlo! Yo, equiparada hombro con hombro con mis distinguidos maestros, entre ellos: Leopoldo Santiago Lavandero, Ludwig Schajowicz, Margot Arce de Vázquez, Rubén del Rosario, Carlos Marichal, Julita Córdova, Federico de Onís, Enrique Laguerre, Pedro Salinas, Ángel del Río, Carlos Solórzano, Luisa Josefina Hernández, Fernando Wagner, Emilio Carballido, Enrique Ruelas, Kasuya Sakai, Margarita Quijano, Héctor Azar… ¡Imposible! Pero Idalia insistió y todo siguió su curso. Se me pidió un Curriculum Vitae… ¡Ajá! Ésa iba a ser la excusa para no obtener la distinción. En mi larga vida, jamás he preparado uno, sólo resumés. Y, claro está, no lo iba a hacer tampoco ahora. Pero Idalia y Rosalina Perales se confabularon y, a mis espaldas, ésta resacó datos de su libro, Idalia aportó otros y, entre las dos, prepararon uno… ¡Y aquí me tienen!

En 1996, el libro de Rosalina Perales, 50 AÑOS DE TEATRO PUERTORRIQUEÑO: EL ARTE DE VICTORIA ESPINOSA, me colocó exactamente en el comienzo de la segunda mitad del Siglo XX en relación con el Teatro Puertorriqueño y la Universidad de Puerto Rico. Es decir, a partir de la médula histórica-cultural que nos llevó desde entonces al Puerto Rico de hoy. Pero no puedo seguir adelante sin recordar a una persona olvidada, con quien compartí también parte de esos cincuenta años, durante los cuales se fuera “cocinando” a fuego lento esta Universidad, cuyo Centenario conmemoramos todos. Ella fue Nilda González, directora del Departamento de Drama desde el 1957-1973. Fue acosada por fuerzas oscuras de la naturaleza, a las cuales respondió con igual ímpetu. Al jubilarse, luego de inmensurables 30 años de labor académica, no lo hizo como “full professor”. Esas fuerzas negativas lo impidieron; así también impidieron que se le concediera la distinción de Profesora Emérita. A ella, quien junto a Leopoldo Santiago Lavandero, Rafael Cruz Eméric, Helen E. Sackett, Ludwig Schajowicz, Luisita Caballero de Schajowicz, Carlos Marichal, Ángel F. Rivera, Edwin Silva Marini, Alfonso Ramos, Myrna Casas, Maricusa Ornés, Gilda Navarra, Dean Zayas y Gloria Sáez, propició que el Departamento de Drama llegara al nivel de excelencia donde se encuentra ahora. No obstante, en la partícula cósmica donde te encuentras desde hace unos años, querida amiga, este galardón, espiritualmente, lo quiero compartir contigo. ¡Salve, Profesora Emérita Nilda González!

Profesora Emérita… si es que yo hice algo para merecerlo, yo no estaba sola. Me han acompañado mi familia, mis maestros, mis discípulos, mis colegas, teatristas y amigos en general. No estaba sola, no; porque Poldín Santiago Lavandero me aceptó como estudiante en el Departamento de Drama en 1946. Y con su Teatro Rodante Universitario, recorrí campos y pueblos del Puerto Rico de entonces. Luego, Ludwig Schajowicz me nombró Instructora y me encomendó el Teatro Infantil Universitario, que yo rebauticé como Comedieta Universitaria. De 1965 al 1970 estudié en la Universidad Nacional Autónoma de México. Unos años después de mi regreso, Myrna Casas, directora entonces del Departamento de Drama, propició que yo dirigiera, en 1978, EL PÚBLICO, de García Lorca. Y en 1980, Dean Zayas, el siguiente director de ese Departamento, me invitó a reintegrarme de nuevo a Drama, donde he permanecido hasta ahora. No debo olvidar a Ricardo Alegría y a Francisco Arriví, quienes desde el Instituto de Cultura Puertorriqueña permitieron que, a partir de 1958, yo incursionara además en el teatro profesional. Allí también dirigí la Oficina de Fomento Teatral en el cuatrienio de 1984 al 1988.

El centenario de Federico García Lorca, en 1998, se equiparó con el de la Universidad de Puerto Rico, a partir del 2003. Y no ha sido coincidencia -hoy lo veo así- que durante los 50 años de mi incursión en el teatro académico y profesional en Puerto Rico, yo dirigiera ocho obras de este dramaturgo-poeta. Y tal vez estimulada también por el libro de Rosalina Perales, comencé a escribir lo que titulé LORCA EN MÍ – YO EN LORCA. El mamotreto lo dividí en dos partes: la primera parte, que llamo LOS ENCUENTROS, se refiere a los momentos en que contactaba a cada una de esas obras de García Lorca en relación con una etapa histórica dentro del desarrollo del teatro nuestro.

Esta primera parte cubre además, a vuelo de pájaro, mi trabajo con otros dramaturgos extranjeros, así como con los puertorriqueños cuyas obras tuve el privilegio de montar. Igualmente, cubre los trabajos de otros teatristas compañeros, no solamente en lo artístico, sino también en lo técnico e, incluso, a los productores de teatro que, a la par, hicieron posible mi trabajo como directora de escena. Así mismo, menciono a las agencias gubernamentales que tienen que ver con nuestro desarrollo cultural, como el Departamento de Drama, el Departamento de Educación y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, triángulo de fuerza que considero necesario para nuestro desarrollo educativo-cultural. Y como el teatro lo cubre todo, es decir, su temática cubre toda la creación humana, no pude separarme del acontecer histórico; eso sí, desde la ‘memorabilia’ personal de mis recuerdos.

LOS MONTAJES, la segunda parte del mamotreto, como es lógico, cubre el análisis de los montajes que hice de las ocho obras de Lorca. Así se sumaron más y más páginas hasta que, en el proceso, se me echó encima el Nuevo Milenio. Pero por el accidente que tuve en 2000, todo se detuvo por dos años. Llegó entonces el 2003 y la Universidad de Puerto Rico se confrontó con su Centenario y, con ella, todos nosotros.

El montón de páginas ha cogido ahora otro sentido. El mamotreto, muy a mi pesar, se ha convertido en un libro como una oportuna e ineludible toma de conciencia. Por eso, en este tan esperado 2003, ya a punto de concluir, creo que debemos repasar toda nuestra historia político-cultural en el pasado y aún cercano siglo XX. Y con esas vivencias, enfrentarnos al presente con un gran inventario de problemas y sus posibles soluciones. Ésa ha sido, como ya he dicho, la intención de la primera parte de LORCA EN MÍ – YO EN LORCA. Sin embargo, a la hermosa metáfora del recuerdo le acompañan más interrogantes que aciertos. Aquí una selección de las más de cien que contiene el libro:

1- ¿Por qué el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico, fundado en el 1941 por Leopoldo Santiago Lavandero (gestor, desde entonces, de nuestro teatro nacional, reconocido dentro y fuera del país por su labor académica y artística), no tiene aún una maestría? Sin embargo, otras facultades fundadas mucho después y con menos o iguales méritos, ya tienen hasta Doctorado.

2- ¿Cómo es posible que se les haya rendido sendos homenajes póstumos a los profesores Leopoldo Santiago Lavandero, fundador como ya se ha dicho, del Departamento de Drama; y a Ludwig Schajowicz, profesor y continuador de su obra, mientras el Teatro de la Universidad de Puerto Rico, ámbito y espacio de las obras realizadas ahí por ambos, permanezca cerrado aún por cerca de una década ya?

3- ¿Tiene también sentido ese homenaje a Santiago Lavandero cuando su creación máxima, el Teatro Escolar para el Departamento de Educación, está prácticamente agonizante?

4- ¿Por qué cada cuatro u ocho años, el partido político de turno en el poder en este país deroga o, lo que es peor, deja morir proyectos culturales aprobados y vigentes, tales como:

a- La División de Educación a la Comunidad, cuya Sección de Cine ya legendaria se convirtió en el absurdo Instituto de Cine de hoy?
b- ¿Qué ha pasado con el Proyecto de las Escuelas de la Comunidad?
c- ¿Y la ley del Distrito Teatral, sueño de Francisco Arriví, que iba a estar conformado por las Avenidas Fernández Juncos y Ponce de León, convertida hoy en otra ley natimuerta?
d- ¿Por qué la restauración de los Teatros Matienzo y Music Hall, aprobada por ley hace 16 años, se ha transformado en un juego de “punching bag” entre partidos, cuatrienio tras cuatrienio?
e- Para eliminar o, por lo menos, aliviar la grave politización de la Universidad de Puerto Rico, del Departamento de Educación y del Instituto de Cultura Puertorriqueña, ¿por qué no se equiparan estas agencias con el mismo sistema que rige a la Oficina del Contralor de Puerto Rico?

Esta selección de interrogantes, albores rezagados son de 2004, resúmenes de los muchos ‘pendientes’ socio-culturales a los que tendremos que ‘meterle mano’ AHORA, con mayúscula, desde la perspectiva del Centenario.

Si la divulgación, a viva voz, de los errores y aciertos de la Universidad de Puerto Rico y del País entero se acompañaran con la aceptación de las fallas e injusticias -¿por qué no reconocerlo?- que hemos cometido como pueblo y como entidad académica durante esos cien años transcurridos, entonces ese registro de SANACIÓN, también con mayúscula, le daría sentido al Centenario.

Así está todo escrito en el citado libro, desde mi limitado punto de vista, queridos universitarios; todo esto de parte de quien, habiendo sido un fragmento dentro de todo el movimiento que se ha generado en Puerto Rico durante más de 50 años, se ha sentido obligada a poner ‘el dedo en la llaga’. Es así que podríamos, al fin, conmemorar con justicia esto que llamamos Centenario. Y es en esa tónica que yo podría considerarme entonces una Profesora Emérita.

Y como evidencia más amplia de todo lo que en este lugar he dicho, aquí está un volumen preliminar, sin editar, de LORCA EN MÍ – YO EN LORCA, que dedico a la Universidad de Puerto Rico en su primer Centenario. Por eso, simbólicamente, lo pongo en manos de nuestra Rectora, Dra. Gladys Escalona de Motta, para que así conste, hasta su impresión.

Muchas gracias,
Dra. Victoria Espinosa

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