Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El Primer Festival de Teatro de la Mujer en Puerto Rico, iniciativa del administrador del teatro Braulio Castillo en Bayamón, Ulises Rodríguez, arrancó el viernes, 11 de marzo, con la puesta en escena de la pieza “El cuerpo perfecto” de la dramaturga y feminista activista, Eve Ensler. Este homenaje a la mujer, en el Mes de la Mujer, se ubica en un momento donde, no existen ya las reglas impuestas por la pandemia en órdenes ejecutivas, y las personas se sienten con libertad.

Las féminas constituyeron la mayor parte del público, a casa llena, en el Braulio Castillo el pasado domingo 13 a las cinco de la tarde, cuando fuimos a ver la función. Había mucha alegría entre las chicas, de todas las edades, quienes, sin duda, sostenían el estandarte de la solidaridad. Confesamos no podernos resistir a la alegría. Además, nos encanta ver un teatro abarrotado de personas eufóricas. Las mujeres somos buenas poniendo esa euforia a correr. No podía ser de otra manera. El Primer Festival de Teatro de la Mujer en Puerto Rico, nos otorga todos los poderes, dado que todo el equipo que trabaja en cada producción está integrado por mujeres: actrices, diseñadoras, directoras y productoras. De modo que, nuestro primer comentario, el cual hacemos con entusiasmo, comienza con la acción de aplausos para el hombre que ideó el Festival y el gran acierto de la producción de Madelyn Ortiz, para la Corporación Teatro Latino, para iniciarlo.
Como dato relevante en este Festival, los productores de cada obra identificaron una entidad que ofrece ayuda a las mujeres, y que están en las funciones ofreciendo información. Corporación Teatro Latino seleccionó la Asociación Nacional Desórdenes Alimentarios (ANDA).
La dramaturga norteamericana Eve Ensler, cuyo prestigio empezó a correr por el mundo a raíz del estreno de “Los monólogos de la vagina” en 1996, publicó el libro “El cuerpo perfecto”, durante la guerra de Irak, en 2004. Después del estreno en Nueva York, la obra estuvo de gira por 20 ciudades de Estados Unidos, entre 2005 y 2006.
Tanto en una obra como en la otra, la dramaturga se basó en entrevistas a mujeres de distintas etnias, alrededor del mundo, con una diferencia. En “El cuerpo perfecto” se entrelazan monólogos y diálogos a través del personaje central. Ensler expone un discurso transparente con una propuesta sensacional, que reta los ideales sociales que hemos aprendido las mujeres, a veces, a través de nuestras propias madres. Quedan al descubierto nuestros pensamientos internos, miedos y sentimientos más profundos. Se destaca la falta de amor de nosotras a nosotras mismas, convertida en una obsesión: la panza. La autora, no solamente señala esa obsesión con ejemplos de mujeres que llegan a los extremos de vivir exclusivamente para no tener panza. Eve Ensler también motiva a través de ejemplos preciosos de mujeres que tienen esa parte de su vida totalmente en paz. La escritora las ama, a las unas y a las otras, sin excepción, por igual. Ese es uno de los encantos de esta pieza.

Desde que entramos al teatro el domingo, por la colocación de la pantalla al fondo del escenario, y tres piezas frente a la pantalla que intuimos se convertirían en distintos muebles, conforme cada situación, nos dimos cuenta que la dirección había escogido el minimalismo, para los efectos de cambios escenográficos y ruta escénica. Pero, no nos confundamos. Si para Leonardo Da Vinci el dibujo más difícil era un círculo perfecto, el sofisticado minimalismo escénico es un camino de riesgo que implica muchos retos para un director. Lynnette Salas, quien además de ser una directora talentosa, inteligente, y creativa, domina con los ojos cerrados el aspecto técnico y lo incluye con maestría en sus montajes. En este caso, los vídeos que disfrutamos antes de comenzar la obra, en el intermedio, y para ubicarnos en espacio durante las escenas, fueron muy bien planeados y excelentemente ejecutados. La directora demostró, además, conocer muy bien el texto. En tal sentido, la intención de la autora de convertirse en la mejor amiga del público se desempeñó a la perfección. Salas logró un balance arrullador entre los elementos que comprendieron su montaje, lo cual incluyó su trabajo con las actrices.
La pieza está escrita para que dos actrices interpreten varios personajes, y una tercera actriz interprete a un personaje que responde al nombre de la autora. En este montaje, Yamaris Latorre interpretó a Eve Ensler. Los demás personajes (Helen Gurley Brown– 80 años, creadora de la revista Cosmopolitan; Bernice, adolescente afroamericana; Carmen, mujer puertorriqueña de Brooklyn; Tiffany, modelo de 35 años; Dana, persona no binaria artista del tatuaje; Carol, mujer judía de 40 en Los Angeles, Isabella Rossellini, actriz y ex modelo de Lancome; esposo de Eve; Leah, mujer mayor Masai africana, Priya, mujer de mediana edad en la India, entre otros) fueron repartidos entre Melissa Rodríguez y Madelyn Ortiz. El trío de actrices estuvo a la altura de la línea de balance y armonía del montaje, con caracterizaciones redondas, naturales, lejos del estereotipo y lo astracán. Les creímos y disfrutamos cuanto hicieron.
Los diseños de luces (Lynnette Salas), vestuario (Alba Kercadó) y maquillaje (Brian Villarini), y la música original de Chenan Martínez, corrieron al ritmo de la misma estética.
Completaron el equipo, Cristina Robles (Asistente directora y regiduría), Jack Mari Ortiz (Asistente de escena), Dedyaneira Rivera (Luces), Jonathan Rivera (Sonido), Ahmed Illich (Tramoya y director técnico), Edwin (Chimbo) Cordero (Fotografías de publicidad), Josué E. Oquendo Natal (Artes Gáfricas). Compartieron la edición de vídeos Lynnette Salas y Angel Fabián Rivera.

El montaje, de casi tres horas de duración con intermedio, agarró la atención del público cada segundo de ese tiempo. El punto sin retorno a esa empatía fue la última escena, la de los helados prohibidos en Afganistán, donde cada una de las actrices, frente a sendas copas de helados, desafiando el crimen impuesto por talibanes, por dioses y hasta por seres de otra dimensión, saborean las calorías mientras dedican la osadía a las mujeres, personajes en la obra, y a mujeres reales que han sido víctimas de violencia en Puerto Rico. Los aplausos y vítores del público no se hicieron esperar. Y nosotros, convencidos de que el cuerpo perfecto es el que mismo tenemos, panza incluida y libritas de más, salimos del teatro con sentido de misión para ejecutar el ritual: comernos un helado como si de ello dependiera la paz mundial.
El Primer Festival de Teatro de la Mujer en Puerto Rico continúa, en el teatro Braulio Castillo de Bayamón, con la siguiente cartelera: “Las Jevas de Bayamón” (del 18 al 20 de marzo), “Torcidas” (25 al 27 de marzo), “Blanco Temblor” (1 al 3 de abril) y “Yo amo a Shirley Valentín” (8 al 10 de abril).
“El cuerpo perfecto” volverá a subir a escena en octubre. Eso nos dijeron unos duendes. Estemos pendientes.