Por Sharon Riley Rexach
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
“Recordar es volver a vivir aquel ayer”… así dice una frase de una de las canciones de mi madre Sylvia Rexach. En estos tiempos de la era del “mindfulness” o el despertar pleno de la conciencia, se nos aconseja vivir el presente, dejar atrás lo vivido, “pasado pisado, presente de frente y futuro sin apuro”, así leen algunos de esos modernos memes, como si tan fácil fuera dejar de recordar.
¿Cómo pasar por alto la nostalgia que nos provoca una canción, esa con la cual nos enamoramos alguna vez? ¿Cómo desatendemos esos momentos o vivencias que marcaron nuestras vidas para siempre?
En mi caso, por ejemplo, ¿cómo podría abandonar recuerdos, junto a mi madre, que fueron lecciones de vida para mí? Porque, aunque la tuve a mi lado por tan corto tiempo, Sylvia Rexach además de ser una virtuosa compositora, también fue una madre excepcional, amiga, compañera, que siempre supo maquillar su desdicha con una brillante sonrisa.
Imposible olvidar mi emoción y la de mis hermanos Billy y Chivín cuando llegaba el circo. El único detalle era que ese circo llegaba a la sala de nuestra casa…una gran pista cubría el suelo formada por los colchones de nuestras camas y las sillas del comedor se convertían en las gradas del público. Sobre nuestras cabezas veíamos levantarse una gran carpa, que no era de lona, sino de las sábanas de nuestras propias camas. Esperábamos tan ansiosos el espectáculo del elefante, el temible león y el número del payaso, todos interpretados por mami. Ya sé, era un circo inventado pero en casa no había ni un vellón para coger la guagua, mucho menos para pagar las entradas. Pero mami despertaba nuestra imaginación, nos distraía y nos contagiaba con su alegría, porque dinero para el circo no había.
Recuerdo que, en otra ocasión, mami se preparaba para asistir a una protesta de artistas frente al Teatro Tapia contra Bary Yellen, un productor anglosajón que comenzó a hacer teatro y musicales en inglés, acaparando todas las fechas del teatro, dejando de lado y quitándoles oportunidades de trabajo a los productores Puertorriqueños. Toda la clase artística se dio cita allí, mami me llevó a la protesta y daba vueltas con ella pancarta en mano a mis tiernos siete años. De repente llegó la policía con la “perrera”, así le llamaban a la guagua que usaban para transportar al cuartel a las personas arrestadas. Pues, la policía metió a la “perrera” a los manifestantes, incluyendo a mi madre. A mí no me podían llevar porque era menor de edad. De repente, escucho la voz de mami que me dice: “Usted se queda aquí piqueteando, representando la clase artística, yo te vengo a buscar después”. Y allí me quedé protestando sola, caminando de un lado al otro frente al Teatro Tapia, hasta pasaba frente a los policías que me hacían señas para que dejara de protestar. ¿Qué? Imposible, no podía parar, las instrucciones de mami fueron muy claras y jamás le iba a fallar.
Después de aquella experiencia le pregunté a mami porque se hacían los piquetes y que pasaba si uno decidía cruzar la línea del mismo. Ella me contestó: “Sharon, jamás se le cruza un piquete a un trabajador”. Yo le pregunté: “Pero ¿y si me dejan sin trabajo?”. Ella no pensó ni un segundo la respuesta a mi pregunta y me dijo: “Pues que te boten y consigues otro trabajo”. Alguien dijo que mami tenía el don de abogar por los demás y era cierto, fue una mujer de firmes principios, tenía un compromiso de luchar por los derechos de los demás. Para mami la “frase zapatero a sus zapatos” carecía de valor, porque hasta en una huelga de zapateros intervino y aunque no le afectaba directamente llego a pronunciarse con un elocuente discurso.
Otro recuerdo que tengo de sus tiernos detalles, fue la víspera de un día de las madres. Mami no tenía dinero para hacerle un regalo a mi abuela y decidió componerle una canción. Esa misma noche fue hasta un hotel en Condado para convencer a unos amigos músicos para que la acompañaran en su serenata a interpretar la canción. Ellos aceptaron, pero uno de ellos le preguntó: Sylvia, ¿cómo vamos a llevar el piano hasta la casa de tu mamá? Uno de los músicos llamó a un amigo que tenía un camión y mami convenció al recién contratado chofer no solo a llevar toda la orquesta en la caja del camión sino a formar parte de la improvisada agrupación. Fue así como se estrenó el tema “Mi regalo”. “En este gran día, día tan sagrado, toma madre mía, este es mi regalo, es una canción”.
Mi madre siempre tuvo claro que había detalles que podrían ser más significativos que algo material. En esa canción abrió su corazón y reconoció que su madre era su fuente más grande de inspiración, que era el amor que más perduraría y reconoció, además, con gran remordimiento las veces que la hizo llorar. Y así crecí, aprendiendo el significado del compromiso y la verticalidad, viviendo mi presente sin dejar de recordar aquel ayer.
En este nuevo año 2022 y en este mes de enero, mami hubiera cumplido cien años.
¡Que orgullo celebrar su centenario!
Mi madre era principios pero también ternura y profundo sentimiento.