‘West Side Story’: excelente a pesar de todo

El filme dirigido por Steven Spielberg es deslumbrante desde el efectivísimo espectacular y demoledor principio.
El romance entre Tony y María en “West Side Story” está inspirado en el clásico “Romeo y Julieta” de William Shakespeare. (Foto suministrada)

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Aunque, a días del estreno en Puerto Rico, ¡por fin, fuimos a ver la versión de la película “West Side Story”, dirigida por Steven Spielberg! Al salir teníamos los mismos sentimientos encontrados que mantenemos al sol de hoy, y demasiadas cosas en la cabeza, compitiendo para “salir a pasear”. Diremos, para comenzar, que la disfrutamos tanto como cuando vimos la película dirigida por Jerome Robbins y Robert Wise, en el “Drive In” de Río Piedras, varios meses después de su estreno en 1961. Vimos esa película en otros cines, unas cuantas veces más, y con los años, la hemos visto tanto que perdimos la cuenta. Como curioso dato histórico, y para beneficio de quienes no vivieron la época, en aquel entonces las películas de Hollywood tardaban en ser presentadas en Puerto Rico, después del estreno en Estados Unidos. De modo que, jactarse por haber visto tal o cual película, en Nueva York, varios meses, antes del estreno en Puerto Rico, le daba a quien lo decía cierta condición de superioridad que persistía aun después del estreno en Puerto Rico. Me parece estar oyendo, también decir: “¡Yo vi esa película en Nueva York!”

Aunque todos lo sabemos, es de rigor destacar que, la película “West Side Story”, de 1961, es una adaptación del musical estrenado en el Winter Garden de Broadway, en 1957, la cual, a su vez, es una versión, con música, de Romeo y Julieta de William Shakespeare. Como suele ocurrir en las adaptaciones y versiones, desde Shakeapeare a Kushner, se hicieron unos cuantos cambios, por razones de tiempo y espacio. Lo cual puede ser muy válido.

El fogoso personaje de Anita es uno de los puntos más icónicos del largometraje. (Foto suministrada)

La película (1961) que le otorgó el Oscar por mejor actuación femenina de reparto a nuestra Rita Moreno (Anita), y obtuvo otros nueve, protagonizada por Natalie Wood (María) y Richard Beymer (Tony), fue un exitazo. Todos hablaban de “West Side Story”. Todos cantaban sus canciones. Todos chasqueaban los dedos. Aunque todos hacían eso, las opiniones eran diversas. Desde aquel entonces, algunas personas estaban indignadas, porque los actores que interpretaban puertorriqueños, no solo eran norteamericanos, sino que tenían las caras pintadas con la base “dark egiptian” que se usaba para oscurecer la piel. Hasta la única puertorriqueña del elenco usó esa base. Utilizaremos ejemplos de las opiniones, con personas en nuestra familia que vivían en Nueva York en las décadas de 1950 y 1960. La tía Leah, rubia de ojos claros, que vivía en Bronx y trabajaba en una fábrica de carteras, decía: “¿Dónde, en esa película están los puertorriqueños rubios de ojos claros como yo?” El primo Gaspar, que vivía en el Barrio, y se desempeñaba como gerente de banco, decía: “Los puertorriqueños que viven en Nueva York hablan inglés como cualquier neoyorquino”. El esposo judío de la prima Gloria, que vivía en Brooklyn, y era comerciante, decía: “Conozco jóvenes puertorriqueños que estudian en buenas universidades en Nueva York, y no están en gangas”. Lo cierto es que el comentario de una película, o una obra de teatro, en fin, cualquier obra de arte, no tiene que ser abarcador. Tampoco se trata de verdades para libros o conferencias de historias, lo cual también tiene distintos puntos de vista. Por supuesto, con conocimiento de causa, nosotros sabemos que los puertorriqueños que vivían en el “Upper West Side” de Nueva York, no se maquillaban con “dark egiptian” y sabemos que algunos eran rubios de ojos claros. Pero también sabemos que no todos los puertorriqueños hablaban inglés como neoyorquinos, que crearon el dialecto nuyorrican que surgió por la inmigración (Por cierto, ese dialecto de “rufo” y “marqueta” no se asoma por ninguna de las dos películas). Lo que no podemos negar, bajo ninguna circunstancia, es la verdad de las gangas y las rivalidades por la intolerancia, el discrimen, y el crimen. A nosotros nos llamaban “spics” con insistencia, y los chicos, gangas o no, tanto allá como acá, solían tener navajas en el bolsillo trasero de los pantalones. Así lo vimos. Además, si estamos conscientes de lo que pasaba en Estados Unidos a fines de la década de 1950 y principios de la década de 1960, nos toca entender que, el libreto de Arthur Laurents no podía ser de otra manera.

Por tanto, opinamos no es justo comparar, a modo de juicio, la adaptación de teatro a cine en 1961, y la versión de 2021. De ser así, tendríamos que comenzar señalando, entre otras cosas, que, en la nueva película tampoco hay puertorriqueños rubios de ojos claros, que es más interesante que María sea costurera en un negocio de una puertorriqueña, en lugar de ser empleada de limpieza en una tienda por departamento norteamericana y que el acento cubano de algunos actores, que interpretaron puertorriqueños, al hablar español era muy evidente. Lo anterior, ni merma ni disminuye la calidad de la película, la cual no pretende ser una tesis doctoral.

“West Side Story”, dirigida por Steven Spielberg con libreto de Tony Kushner, que mantuvo la música original de Leonard Bernstein y la esencia de la lírica de Stephen Sondheim, nos pareció deslumbrante desde el efectivísimo espectacular y demoledor principio. En el recuerdo, sobresalen, además de la vigente y viva dirección de Spielberg, la estética y acertada fotografía (Janusz Kaminski), la vibrante, ágil y original coreografía (Justin Peck), la asignación de los colores del vestuario, sobretodo en el baile en el gimnasio (Paul Tazawell), la ambientación y decorados (Rena DeAngelo), las actuaciones de Rachel Zegler (María), Josh Andrés Rivera (Chino), Mike Faist (Jiff), Ariana DeBose (Anita), Corey Stoll (Lt. Schrank) y, sin lugar a dudas, la excelente música (¡Salve Leonard Berstein!), la excelsa dirección orquestal (Gustavo Dudamel), los arreglos musicales fortalecidos (David Newman) y las poderosas voces de los cantantes, quienes en esta ocasión, pertenecían a los actores reales. Conforme a nuestra opinión, sobresalen con luces de neón, la dirección de Spilberg, la música de Berstein, y las actuaciones de Ariana DeBose y Mike Faist.

Rita Moreno es “tierna, pero muy firme” en su caracterización de Valentina. (Foto suministrada)

Punto y aparte merece la mención de quien también es productora ejecutiva de la película, Rita Moreno (tierna, pero firme y muy real), traída, en esta ocasión, como Valentina, esposa puertorriqueña de Doc, dueño norteamericano del colmadón donde vive Tony y los Jets suelen reunirse. Moreno canta, con mucho sentimiento y naturalidad, “Somewhere”, en lugar del dúo Tony y María, al recordar su relación con Doc, su esposo norteamericano. Dicho sea de paso, es muy relevante la diversidad de ese matrimonio, porque no todos padecían, ni padecen, de discrimen étnico o racial.

La versión de Steven Spielberg, de 156 minutos de duración, que modificó la letra de algunas canciones, aumentó los diálogos en español (todo el tiempo, hasta los mismos puertorriqueños, les piden a los demás que hablen solamente en inglés), sin usar subtítulos en inglés, nos agarró desde la primera secuencia. Las locaciones tan reales, el cartel que avisa la construcción del Lincoln Center, los chicos polaco-americanos en la ruta de ir a provocar a los chicos nuyorricans, profanando nuestra monoestrellada (con el triángulo azul celeste original de la bandera creada por la facción puertorriqueña del Partido Revolucionario Cubano en 1895) que se destaca en un mural al lado de una cita del prócer nacionalista, Pedro Albizu Campos, y la Borinqueña de Lola Rodríguez de Tió, cantada por los miembros de la ganga Shark, puños izquierdos levantados. Aunque sabemos que esos chicos no tenían que saber el color exacto de nuestra bandera en esos momentos, es posible que conocieran el himno. Real o no real, en verdad no importa. El momento fue histriónico y nos otorgó poder.

La película tiene, en sí misma varias revoluciones. Comentaremos dos. Anybodys, personaje que, en esta ocasión, es interpretado por la actriz no binaria Iris Menas, trasmutó de Tomboy (1961) a no binario (2021), cuando afirmó con firmeza no ser una chica. Otra revolución de película a película es la solidaridad femenina que muestran las chicas Jets con Anita, chica Shark, cuando los integrantes de su ganga intentan violarla. Resulta muy acertado y real que María y Tony tomen el subway para ir a la Iglesia de la Intersección y Los claustros en Washington Heigths, en lugar de jugar con maniquíes en una tienda. Es también relevante que a María y a Bernanrdo les hayan dado un apellido (Vázquez), que Tony, fundador de la ganga Jets, sea un ex convicto que intenta regenerarse en lugar de un muchacho que solamente espera por algo, y que el director de la película le haya dedicado su film a su padre, Arnold Spielberg, solo con dos palabras: “To Dad”. Sobre esto último, nos encantaría saber por qué.

A estas alturas, persisten los sentimientos encontrados y muchas cosas son las que protestan con vehemencia en la cabeza porque “no las sacamos a pasear”. Eso no quiere decir que no recomendemos esta película, que es en verdad muy buena (vamos, es excelente) y la van a disfrutar.

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