Por Vicente Toledo Rohena
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Desde hace tiempo, aguardaba la oportunidad de conversar con el virtuoso pianista cubano Gonzalo Rubalcaba. Al momento de conocer su música con proyectos de jazz experimentales y en trabajos donde estaba presente de una forma u otra, la amplia herencia cubana con danzones y otros ritmos, me cautivó e impactó. Interesantes grabaciones desde ‘Giraldilla’ y ‘En vivo desde la Habana’; hasta ‘Mi gran pasión’, despertaron curiosidad por conocer más, sobre aquel pianista que brillaba por su estilo, velocidad, genialidad y gran habilidad improvisadora. Después de mucho tiempo, y un gran periodo de lustre para Rubalcaba dejando huella en múltiples trabajos y colaboraciones con grandes músicos y cantantes, por fin se dio la oportunidad. La tertulia fue para platicar de su más reciente trabajo discográfico, ‘Skyline’. Un buen instante para romper el hielo y dialogar sobre su fabulosa y exitosa carrera del pianista, compositor y arreglista.
La producción discográfica Skyline –
El disco ‘Skyline’ (2021) es el primero de tres producciones que Rubalcaba lanzará de una serie de tríos. En esta ocasión la propuesta presenta a Rubalcaba (piano) acompañado por los veteranos Ron Carter (bajo) y Jack De Johnette (batería) donde expresan diferentes temáticas, tendientes musicales o solo cuentan historias dentro de su amplia y rica trayectoria.

“Primero que todo, este es un disco no solamente hecho con amigos y colegas, sino con mentores. He tenido el honor y privilegio que sean mentores, guías, amigos, que han dado luz en mi carrera desde muy temprano. Es un honor que hayan dicho sí, a un llamado para realizar ‘Skyline’, después de tener la oportunidad de compartir con ellos grandes escenarios como Japón, Europa y Estados Unidos, entre otros lugares”, expresó Rubalcaba que realizó trabajos memorables junto al trompetista Dizzy Guillespie (1917-1993) y el bajista Charlie Haden (1937-2014) por mencionar algunos.
“Tener el apoyo de ellos significa mucho. Poder hacer un disco hoy día, después de tantos años, presentando cada uno la visión y andar durante todo este tiempo. El disco es una forma de homenajearlos a ellos también. La producción no solo cuenta con composiciones mías, sino de Jack y de Ron, que me sirvieron como referencias musicales. Es una bendición contar con músicos que han estado en tantos grupos y movimientos musicales; que han sido parte de la evolución de esta música que conocemos como jazz. Han sido participes de diferentes tendencias… educadores, que estuvieron al lado de figuras claves como Miles Davis (innovador trompetista-1926-1991)”, señaló el pianista que resumió el disco como un desahogo musical, repleto de trayectoria y experiencia.
Herencia de una familia musical
El entorno donde se crio Gonzalo Rubalcaba estaba repleto de música. Era el quehacer cotidiano por excelencia. Los ritmos cubanos como los danzones y la música bailable, resaltaban de manera natural y orgánica. Tanto la herencia paterna como materna tenían el denominador común, la ricura musical.
“Desde profesores de música, pintores, escultores; de todas expresiones del arte. Crecí en ese entorno, viendo y escuchando a mi papá en grupos y orquestas en casa; y hasta una orquesta de familia que formó con mis hermanos y primos. Con seis o siete años, vi a muchos músicos… en ese tiempo, no podía darme cuenta de la importancia que tenían esos músicos que llegaban a la casa. Años más tarde, es que tomé consciencia de la suerte, si se le puede llamar de esa manera, que había tenido de crecer en un entorno donde me había codeado de grandes de la música cubana”, recordó con nostalgia, mientras continuaba narrando cómo disfrutó de los ensayos y proyectos.

La gran pasión como músico de Rubalcaba no comenzó por el piano, sino por la batería. Razones fuera de su alcance lo obligaron a decidirse por las blancas y las negras. En la familia el piano era fundamental. Su papá tocaba piano, uno de sus hermanos y también, una tía, pero el piano no fue el primer instrumento que lo cautivó, sino la batería. Al cumplir seis años, sus padres le preguntaron que quería de regalo, y la contestación fue una batería.
“Eso fue un poco complicado. Encontrar una batería en Cuba en esos años, era una faena bastante difícil. Pero apareció. En un lugar en las afueras de la Habana, un señor que hacía baterías. Eran baterías bastante rústicas… empecé a tocar de oído, por intuición y a los ocho años, mi papá me dijo tienes que estudiar música”, contó sin prisa la historia.
“Me llevaron a uno de los conservatorios… tomé los exámenes y cumplí con todo lo requerido, pero me informaron que no podía estudiar percusión o batería, porque con ocho años, el reglamento de la institución no lo permitía. Era un reglamento científicamente estudiado y se planteaba una edad para comenzar a estudiar cada instrumento. Me dieron dos opciones, piano o violín… le dije que ni piano, ni violín, quería estudiar batería; y se armó un poco de caos”, recordó.
Fue su progenitora quien lo convenció que la mejor opción era decidirse por el piano, hasta que tuviera la edad requerida para cambiar a la batería. Le explicó que el piano era un instrumento que le imprimiría mucha disciplina y lo ayudaría al momento de componer y entender mejor la música armónicamente.

“No sé, si la decisión la tomé para no contrariarla… así arranqué con el piano y lo demás quedó en el olvido. El primer año fue el más difícil, porque me sentía frustrado. Luego, todo fue cambiando y poco a poco encontré el gusto por el piano. Tuve la dicha de contar con excelentes profesoras, todas mujeres. Tenía la visión de mi papá y hermano; y me empecé a fijar en otros pianistas como Peruchín, Ernesto Lecuona, Felipe González, Chucho Valdés y otros”, narró el ganador de múltiples premios Grammy, que dijo, se gozaba en escuchar a los pianistas puertorriqueños, Papo Lucca y Eddie Palmieri. Años más tarde, los conoció a ambos, incluso tocó con Palmieri en una presentación en los 90’ en el Centro de Bellas Artes de Guaynabo.
Recordó su paso por diversos grupos e importantes músicos en Cuba. Los Van Van, Aragón, tocando en cabaret; acompañando cantantes, el grupo Síntesis, y las múltiples grabaciones que realizaba en estudios. Tiempos de tocar diversos estilos de música. Estas experiencias las catalogó de una escuela –la escuela de la calle- independientemente de la educación académica-clásica.
“La escuela la de la calle empapa de lo que la gente baila, canta, repite, lo que se convierte en algo vital en la vida de cada uno. Crecí en el barrio Cayo Hueso, un popular vecindario de La Habana. De ahí surgieron y vivían grandes músicos, que se convirtieron populares y famosos. Sobre todo de la música popular bailable y esas son cosas imborrables. Por eso, siempre he tratado de mantener un vínculo con esas raíces y esa esencia cubana. Esa conexión y vínculo con la música afrocubana… crecí oyendo eso, lo afrocubano… ritmos, rituales, creencias vinculadas a lo afrocubano. Aparte la formación clásica… luego llegó la improvisación, el jazz, fusionar… al final, todos esos elementos que vas acumulando salen y explotan”, detalló el compositor y arreglista que aseguró seguir enamorado de la percusión y la batería, pero el piano ocupa un lugar ya en su vida, irremplazable.