Estampas del Bronx

El bajista Carlos Henriquez plasma en el disco ‘The South Bronx Story’ lo vivido en su barrio.
El bajista y compositor Carlos Henriquez se ha convertido en una figura cimera de la escena de jazz en Nueva York. (Foto suministrada)

Por Vicente Toledo Rohena
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

La música define su vida. El bajo le permitió adentrarse al arte sonoro y cargar con él, toda una gama de experiencias que puede transmitir a través de la música. El bajista y compositor Carlos Henriquez ha utilizado muy bien la conexión con sus raíces boricuas para complementar su crianza en el Bronx; reafirmar su naturaleza, un coquí que nació en el Bronx, que se enriquece de su amplio bagaje cultural.

El músico entrega su tercer disco como solista, ‘The South Bronx Story’, lo que él mimo señala, como un recorrido de su historia en el Bronx.

‘The South Bronx Story’, es una producción que enlaza el jazz anglosajón con la esencia latina. (Foto suministrada)

“Son temas compuestos para darle al público una idea de cómo empecé como músico… hablar de mi familia, de sucesos positivos y negativos, sencillamente mi vida de músico. Me inspiré en cosas que estaban pasando en el Bronx. De eso tratan los 10 números que están en la producción”, resumió Henríquez, que además dijo, que puede verse como una continuidad de su tributo a Dizzy Gillespie en 2018, con su segundo disco ‘Dizzy con Clave’.

“Estoy utilizando mi música, experiencia y herencia puertorriqueña en el Bronx para contar una historia musical que apunta hacía el pasado y a su vez al futuro. Este proyecto representa eso, eventos que han pasado, cosas buenas, tragedia, violencia… la historia no ha culminado todavía, hay esperanza para el futuro. La música, la danza y las artes, pueden unir todo esto y trascender para mostrar lo que la humanidad tiene en común”, reafirmó el bajista.

Destacó que toda la historia naturalmente, comenzó en su casa. Sus padres no eran músicos profesionales, pero su mamá –natural de Mayagüez- bailaba en un grupo que solía acompañar a cantantes como Chucho Avellanet y Wilkins; mientras que su papá tocaba el trombón antes de unirse al Ejército. De niño siempre le hablaron de música y de alguna manera se mantenía presente. Se expuso a ritmos latinos, jazz y diversos géneros de la época.

“En la escuela habían distintos programas musicales. Mi padre constantemente me decía que participara de esos ofrecimientos. En sexto grado había un maestro de guitarra clásica y mi papi me alentó que entrara a ese programa. Me enamoré rápido de la guitarra y desde ese momento empezó todo. Tendría como 11 años. Tuve la dicha de contar en todo momento con el apoyo de mis padres”.

Henríquez utiliza su herencia puertorriqueña en el Bronx para contar una historia musical que apunta hacía el pasado y a su vez al futuro. (Foto suministrada)

De igual manera recordó que asistía dos veces en semana a una iglesia pentecostal para compartir con los jóvenes y en la casa de Dios. Allí, conoció al bajista de la congregación, Tony Carrasquillo, que le impartió una impresión grande al verlo tocar el bajo eléctrico.

“Vi vídeos de bajistas como Bobby Valentín y Salvador Cuevas. Me enamoré más del bajo eléctrico. Conocí a Víctor Venegas, un contrabajista que tocó con Cal Tjader y Mongo Santamaría y a partir de ese momento explotó todo. Me hice muy amigo de él. A través de Víctor pude conocer a bajistas como John Benítez, Joe Santiago y Rubén Rodríguez. Empecé a conocer a otros músicos… a practicar y estudiar más duro”, señaló Henriquez.

Hizo amistad con el magnífico bajista Andy González, con quien logró introducirse en el ambiente profesional. Estuvo presente en ensayos del Conjunto Libre, Eddie Palmieri y otros grandes músicos, lo que le permitió una gran exposición.

“Hablaban de mis primeros pasos como bajista. Que a pesar de mi juventud tocaba bien y que me la pasaba practicando. Una noche llamó a casa el hijo de Palmieri. Me preguntó si podía tocar en un guiso en Washington DC. Yo tenía como 15 años. Habló con mi mamá y yo le dije que sí. Para ese tiempo el bajista de Palmieri era Johnny Torres, que siempre hablaba muy bien de mí. Una persona que quiero mucho, porque siempre me brindó grandes oportunidades para que pudiera tocar”, narró el bajista que agradeció a sus padres todo el apoyo que desde el primer momento recibió, para adentrarse en la música y poder compartir con estos grandes exponentes del momento.

‘The South Bronx Story’, es una producción que enlaza la salsa ‘meet’ jazz. La conexión mágica del jazz anglosajón con la esencia latina. Acompañan a Henriquez, Marshall Gilkes (trombón), Melissa Aldana (saxofón), Robert Rodríguez (piano), Obed Calvaire (batería), Michael Rodríguez y Terrell Stafford (trompetas), Anthony Almonte (percusión) y Jeremy Bosch (flauta y voces).

Igualmente, Henriquez forma parte desde hace 20 años de la ‘Jazz at Lincoln Center Orchestra’ comandada por el versátil trompetista Wynton Marsalis, a quien conoce desde joven.

El músico forma parte de la ‘Jazz at Lincoln Center Orchestra’ comandada por Wynton Marsalis. (Foto suministrada)

“A Wynton lo conozco y toco con él, desde mis años de juventud. Jugábamos baloncesto… un día me invitó a la casa, me ponía a tocar; hasta que llamó a mi mamá para invitarme a tocar en Florida”, destacó el bajista que en ocasiones ayuda a Marsalis a dirigir la Jazz at Lincoln Center.

El desahogo musical fluye en piezas como ‘Soy humano’, tema que plasma obstáculos vividos junto a su familia con el sistema de vivienda y las turbulencias financieras; ‘Guajeo de Papi’, dedicación a su padre y testimonio sobre el significado de la paternidad. ‘Hydrants Love All’ y ‘Black Benji’, son composiciones que a través del pentagrama cuentan historias que conectan con su gente del Bronx.

Carlos Henriquez se ha convertido en una figura cimera de la escena de jazz en Nueva York y dentro del género. La conexión con artistas legendarios como Eddie Palmieri, Tito Puente, Wynton Marsalis y Gonzalo Rubalcaba por mencionar algunos, lo han inyectado de un sabor indestructible. Exquisitas colaboraciones inolvidables con Tito Puente en los proyectos ‘Tito Puente Live at Birdland Dancemania 99’ y ‘Mambo Birdland’; y ‘Una noche con Rubén Blades y la Jazz at Lincoln Center Orchestra de Wynton Marsalis, entre otros tantos, son testigos imborrables de sus geniales contribuciones a la música. La sangre boricua, que continúa imponiendo su clase con fuerza gigante.

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