Por Vicente Toledo Rohena
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Aunque muchas personas y nuevas generaciones podrían identificar la voz del periodista televisivo Efrén Arroyo sin tener que esperar el cierre de su reportaje para escuchar “Efrén Arroyo, Noticentro”… su aporte al periodismo no se limita a la televisión. Me expuse a su trabajo en los tiempos que circulaba el periódico El Reportero (1980-1987). Un dinámico diario que bajo la batuta de Alex W. Maldonado presentaba nuevas alternativas de hacer periodismo, en especial el investigativo.
En esos años, no faltaron los artículos e investigaciones de Efrén que incluso, le valieron censura, algo que no lo amilanó y prosiguió con ímpetu. La credibilidad siempre fue principal aliada y la verdad lo acompañó como alma gemela.
Me encontraba estudiando Periodismo en la Universidad de Sagrado Corazón. Profesores como Aníbal González Irizarry y Pedro Zervigón –que también laboró en El Reportero con su magnífica sección Pedro con Z- nos brindaban la oportunidad de conocer a través de charlas y tertulias a los periodistas del momento. Fue cuando en uno de estos encuentros, tuve la oportunidad de conocer a dos de mis periodistas más respetados, Luis Francisco Ojeda y Efrén Arroyo.
Al estar empapado del trabajo periodístico de Efrén, para mí resultó cómodo y agradable escuchar de primera mano sus experiencias. La gran dicción, respeto por el idioma y escritura; honor por la verdad, credibilidad y compromiso por reportar con la verdad son cosas que atesoro y no olvidaré jamás. El tiempo concluyó en un momento, como siempre pasa cuando se tiene una buena conversación.
Una vez concluyó la tertulia, recogió sus papeles y colocó su bolígrafo en el bolsillo de su camisa. Por un momento pensé en la historia que podría tener ese bolígrafo. ¿Cuántas notas habrá escrito? ¿A quiénes habrá entrevistado? Fue cuando me dije… yo quiero ese bolígrafo. Abordé al periodista con la intención de hablarle y mencionarle cuánto admiraba su trabajo y que era una de las fuentes de inspiración para convertirme en periodista… pero también, deseaba pedirle el bolígrafo como regalo.
Hablamos, hablamos y hablamos, pero nunca me atreví a pedirle el bolígrafo. Después de todo era su arma de fuego, era como pedirle a un soldado que me obsequiara su rifle. Pasó el tiempo, Efrén inició uno nuevo ciclo en el periodismo televisivo en WAPA y yo terminé mi tiempo de estudiante e inicié mis retos periodísticos. En varias ocasiones coincidí en conferencias de prensa con Efrén, lo abordaba y le hablaba, y gentilmente me escuchaba y continuaba con sus consejos.
Hoy, a un tiempo de ese encuentro me entero de su fallecimiento. Converge el tiempo y chocan los sentimientos y no parece que ha pasado tanto tiempo na’. La palabra dominante es ‘tiempo’ el inclemente, el que nos enseña, el que no espera. Un aplauso eterno a un periodista que se convirtió en historiador y conciencia de un pueblo. Un reportero que con su bolígrafo y ante una cámara de televisión cubrió la noticia y la plasmó como sucedió. Loas a Efrén, descansa en paz.