Por Vicente Toledo Rohena
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Al ver la estructura de la Iglesia Presbiteriana Reverendo Ramón Olivo Robles en Monteflores–antigua ‘Iglesia Presbiteriana Betania en Monteflores- en la calle Ismael Rivera en Santurce, parece que ha estado siempre en el lugar. Es imposible imaginar la antigua calle Calma, sin la iglesia. Un ícono en todos los sentidos.
La arquitectura guarda bastante fiel el diseño que mantiene desde hace varias décadas. Es necesario recordar que la iglesia fundada en 1924, bajo el liderato del reverendo Ramón Olivo Robles (pastor de la iglesia de 1924-1954) ha sobrevivido los azotes despiadados de diversos huracanes y las hostilidades experimentadas en sus inicios por personas que se oponían a su permanencia.

La sencillez arquitectónica muestra que tan solo la estructura es un motivo; el vehículo para difundir palabras de fe, aliento y esperanza en una comunidad con muchas necesidades, olvidada por los gobiernos. La iglesia es su gente, que junto al Todopoderoso son los responsables de mantenerla en pie durante tantos años.
Siempre ha desempeñado rol social en la comunidad. Don Olivo recibía gente que llegaba en busca de consejos, ayuda sicológica, problemas económicos, falta de alimentos y necesidades médicas. Hasta hace poco, varias generaciones conocían el templo, como la iglesia de Don Olivo.
Entrar, respirar su aroma, observar el altar y sentarse en las bancas, ya de por sí, rosea paz. Crea la atmósfera y espacio para la comunicación con el Creador. Sensación y conexión interrumpida durante casi un año, por la emergencia salubrista a causa del covid-19. Otra adversidad que la iglesia que cumple 97 años el 25 de abril de 2021, está superando.
¿Cuáles son los retos que enfrenta una iglesia longeva? ¿Cuál es la encomienda social comunitaria? ¿Cómo enfrenta la pandemia que ha limitado la visita presencial de sus feligreses e impone una nueva manera de llevar el mensaje de buenas nuevas?
Estás preguntas las compartimos con la reverenda Arelis Cardona Morales, que lleva desde 2003 liderando la iglesia en Santurce.
“Las iglesias que ya están cercanas a cumplir los cien años, que son centenarias tienen unos retos bien particulares. Los mismos tienen que ver mucho con el cambio generacional y pase de batón… Encontramos en muchas iglesias pero sobretodo en las protestantes, una gran cantidad de personas fieles que han sido fundamentales en el desarrollo de esas iglesias. Que ya están bien envejecidas o que son las segundas generaciones, que muchas veces esperan que las iglesias sigan siendo como ellos las conocieron. No se dan cuenta que los tiempos han cambiado y que demandan nuevas maneras de manejar todo lo que es la vida de la iglesia”, explicó la reverenda Cardona.
Además, habló sobre la necesidad de adiestramiento a nuevas generaciones y del trabajo de evangelización. Destacó que algo que ocurre en muchos templos protestantes es que las nuevas generaciones se pierden, porque los hijos y nietos se marchan fuera del País o a otros lugares. Tampoco le brindan la prioridad a la iglesia que le daban sus antecesores, lo que se traduce en una congregación que va decayendo numéricamente. Un proceso en donde mueren muchas iglesias.
Pero, además del trabajo evangelizador ¿Cuál es la función comunitaria?

“Las iglesias están insertadas en las comunidades… la encomienda siempre está atada a otras situaciones… está predicar el evangelio, pero por otro lado, el aspecto social es bien importante… poder predicar un evangelio que se vive, pero a la vez proveer a las necesidades. Lo vemos en el ministerio de Jesús, donde iba por las aldeas predicándole a la gente, pero también iba proveyéndole necesidades de comida para que pudieran permanecer y escuchar. Proveía hasta sanidad, porque eran tiempos en donde no había los conocimientos médicos de hoy. Con ese ejemplo de Jesús, encontramos muchos actos de compasión que tienen que ver con un evangelio que se traduce en un acto de amor. Hay que escuchar a la gente… eso siempre tiene que ser parte de la vida de la iglesia. La iglesia no puede vivir aislada de la comunidad”, señaló categóricamente.
A parte de los retos ya presentados, existen otros que aquejan e impactan. Hablamos de los problemas económicos, infraestructura o sea, la planta física que naturalmente se deteriora con el tiempo. Todo esto se enlaza y se convierte en retos permanentes. Por otro lado, el azote del covid-19 abona más presión a una iglesia que batalla por su existencia.
“La pandemia ha sido la gran sorpresa… empezamos por dos semanas y llevamos un año entero. Ha sido un proceso difícil y retante, pero también de mucho crecimiento. Hemos aprendido bastante, sobretodo porque nos hemos visto obligados a poner la tecnología en una posición privilegiada. Algo que teníamos que haber hecho desde antes, pero que entonces se convirtió en la forma de poder llegar a la gente”, expresó la reverenda Cardona.
“Nosotros por ejemplo, la cuarentena comenzó un lunes y ya el próximo domingo tuvimos un culto virtual que se transmitió en vivo. De ese culto tuvimos 1,200 reproducciones, así que fue interesante descubrir lo importante que era proveer a la gente. Estábamos encerrados y con miedo, así que era más importante que nunca una palabra de aliento y esperanza. Era como una cercanía ante el distanciamiento. Así que damos a gracias a Dios, que aunque nos vimos obligados a cerrar, nos bendijo con un excelente equipo de trabajo que nos ayudó en este proceso de la tecnología. No olvidamos que fueron tiempos duros porque perdimos personas en tiempo de distanciamiento… varias personas que fallecieron y no pudimos estar con los familiares… los que fallecieron por consecuencia del covid. Emociones encontradas en un tiempo para crecer”, culminó diciendo.
Entre los pastores que llevaron las riendas de la iglesia durante varios años se encuentran: Domingo Vélez, Salvador Bernart, José Bonilla, Luis Figueroa Ugarte, Horacio Valdés, Zaida Castro, Víctor Padró, Nicandro González, Blanca Otaño, Luis B. Rivera y Felipe Martínez.
La Iglesia Presbiteriana en Puerto Rico –

Según el libro publicado en 1976 por José Aracelio Cardona, ‘Breve Historia de la Iglesia Presbiteriana en Puerto Rico’, en 1899 el reverendo J.M. Green y el reverendo M.E. Caldwell-ambos con experiencia misionera- Green en México y Caldwell en Colombia, encontraron condiciones favorables para comenzar la obra misionera Presbiteriana en Puerto Rico. El reverendo Green se estableció en Santurce, mientras el reverendo Caldwell lo hizo en Mayagüez.
La primera iglesia de la denominación se organizó en 1900 en Mayagüez, con el nombre de Iglesia Presbiteriana Central. Mientras en ese mismo año, Green empezó la prédica del evangelio en una casa alquilada en la Parada 18 en Santurce.
Posteriormente, se abrió centros y estaciones de predicación en San Germán, Maricao y Las Marías. En 1901, dio inició la Primera Iglesia Presbiteriana de Aguadilla. Isabela y San Germán se unieron a la bonanza en el mismo año; Moca y Añasco (1904).
Para 1902 en Aguadilla se organizó el Presbiterio de Puerto Rico, convirtiéndose junto a Mayagüez en un baluarte del presbiterianismo.
La palabra presbiteriano significa ‘anciano’, que se refiere a la costumbre de escoger a los dirigentes para gobernar la iglesia entre los mismos miembros de la congregación.