Hasta siempre, Alberto Rodríguez

A través de décadas aportó a la escena nacional un extenso legado de excelencia.
Alberto Rodríguez y Giselle Blondet en una escena de la obra “‘Óbsesión” en 1988. (Foto suministrada)

Por Roberto Ramos-Perea
Instituto Alejandro Tapia y Rivera

Es con inmenso dolor que la comunidad teatral y radial se ha enterado del fallecimiento, por causas naturales, del Primer Actor Puertorriqueño el Maestro Alberto Rodríguez.

Rodríguez caracterizando a Zorba en 1991. (Foto suministrada)

Alberto Rodríguez fue uno de los más destacados directores de la escena puertorriqueña del Siglo XX. Sus comienzos como actor en la década del 50, y la Fundación de su Compañía Alta Escena en 1967, lo colocaron rápidamente entre las primeras compañías de Teatro del País. Calidad que se demostró en todos sus montajes, en especial su celebradísima puesta en escena de La Casa de Bernarda Alba de Lorca; Quién le teme a Virginia Wolf con Rafael Enrique Saldaña y Lucy Boscana; La rosa tatuada con Esther Sandoval; Ana Christie con Sandra Rivera; El hombre de la piel de víbora con Benjamín Morales y Las criadas con Ernesto Concepción y su amigo de muchos años el Maestro Marcos Betancourt, así como en muchas otras producciones de los Festivales Internacionales de Teatro del ICPR con los que trabajó por muchos años.

Se destaca con especial acento su trabajo por más de 15 años con la Productora Nacional de Teatro, con la que llevó a escena clásicos de nuestra dramaturgia, así como piezas contemporáneas. Como dramaturgo, es autor de varias piezas, publicadas y estrenadas, que aportaron su experiencia y frescura a la dramaturgia puertorriqueña. Entre ellas la estrenada y publicada Marta y Cristóbal, (2006), Gacela (2008) y Las do re mi (2015).

Su trabajo como actor teatral que comenzó en el Teatro Universitario en 1954, se extiende hasta sus protagonizaciones en obras como Aeroplanos con Daniel Lugo, es también recordado por su trabajo en Malasangre con Braulio Castillo hijo, y Obsesión, junto a Giselle Blondet y Velda González, y su recordado trabajo como Zorba el griego, en el Centro de Bellas Artes.

Uno de los últimos adalides de la generación del sesenta, su Compañía formó parte del conglomerado de Productora Nacional de Teatro, del que fue su vicepresidente por más una década.

Su trabajo en el Taller Dramático de Radio de la WIPR fue extenso y productivo. Por más de 20 años encarnó con su privilegiada voz, muchos de los personajes de toda la literatura clásica y puertorriqueña. Uno de sus últimos trabajos fue la versión radial de Obsesión, drama puertorriqueño, en la que se le rindió homenaje por sus años de servicio a la WIPR.

Alberto Rodríguez fue un hombre de los escenarios, que se ganó el respeto y la admiración de sus muchos compañeros de trabajo, por su fino trato, su dedicación al estudio de sus personajes y su continua pasión por enseñar lo que sabía a las nuevas generaciones. El Festival número 40 del Teatro del Ateneo le fue dedicado con gran entusiasmo y en su discurso de agradecimiento todavía pervivía en él, el fuego de la escena y su deseo inacabable de seguir recreando los mundos teatrales que le guiaron desde joven.

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