Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
No repetiremos lo que hemos dicho en ocasiones anteriores, sobre el grupo teatral “La V”. Después tres presentaciones (incluimos el Manifiesto) de “teatro virtual”, más los talleres y demás actividades en las cuales se ha comprometido, el grupo ha formado su sello, su estilo, y posiblemente, un movimiento de “nueva” vanguardia.

Recapitulemos sobre los integrantes y la misión de “La V”. Se trata de un colectivo puertorriqueño que surgió durante la pandemia para explorar las alternativas de la virtualidad y la tecnología. Ellos explican que, citamos sus textuales palabras, “luego de la presentación de ‘Matemos el Teatro: Manifiesto de Teatro Virtual’, por la artista multidisciplinaria Janilka Romero, el colectivo se forma para continuar investigaciones teórico-prácticas que sustenten lo estipulado en el manifiesto”. Nada lo puede explicar mejor. Componen el colectivo los artistas Janilka Romero, Luis Rivera Figueroa, Michael Vélez y Adriana González. Entre los agradecimientos del programa figuran Bonnie Wu, Laura Magruder, Joellys Rodríguez, Daniela Lloveras y Eduard Trouffot.
Después del arranque, la siguiente producción de “La V” fue “Etude No.1”. En la misma, el grupo exploraba sus estéticas. Venían con la experiencia de disciplinas específicas y con discursos propios, en el contenido y en la forma. Lo cierto, y por más que nos aferremos en vivir para demostrar que no seguiremos reglas, la escoba que barre los establecido impone reglas, disciplina que, en “La V”, podemos identificar de la misma manera que vemos una pintura a los lejos y exclamamos en voz alta, ¡¡¡Kandinsky!!!, sin haber visto la firma del artista en el cuadro. Romper con lo que ellos mismos han hecho, podría convertirse en uno de los sellos de marca de “La V”. Con toda seguridad, seremos felices testigos de lo que decidan hacer.
Durante el segundo y tercer fin de semana de noviembre, se presentó, a casa llena en todas las funciones, la tercera producción de “La V”: “Etude No. 2: microteatro virtual en vivo”. Este montaje, de menos de una hora de duración, fue distinto a “Etude No. 1”, que no tenía un texto de teatro (como lo conocemos), y que usó más de una cámara en vivo con unos cinco o seis segundos que fueron grabados de antemano. “Etude No. 2”, ocurrió en vivo, usó una sola cámara y comprendió dos piezas cortas de la comprobada dramaturga puertorriqueña Alejandra Ramos Riera. Dirigidas por Michael Vélez, las dos obras contaron con la asistencia de dirección y regiduría de Adriana González, y con las actuaciones de Luis Ra Rivera y Janilka Romero. Aunque el resultado de “Etude No. 1” fue extraordinariamente inteligente y creativo, “Etude No. 2”, también extraordinariamente inteligente y creativo, generó efectos cercanos a la perfección.

“Sinfonía Nº 1”, primera pieza, o primer acto, de Etude No. 2, presenta a dos personajes, desconocidos entre sí, que comparten un sitio cerrado durante el tiempo que dura la obra. Los personajes y la situación que comparten, son acierto de la dramaturga: una mujer hipocondriaca (Janilka Romero) y un paciente del Síndrome de Tourette (Luis Ra Rivera), en el ascensor de un edificio. “Bajo control”, segunda pieza o segundo acto de Etude No. 2, presenta un solo personaje, también acierto de la dramaturga: Lucía (Janilka Romero), una mujer con falta, socialmente desastrosa, va por primera vez a un sitio que ni conoce ni domina, para conocer personas y relacionarse con las mismas. Es como enviar a la sala de operaciones, como cirujano, a un niño que sueña con ser doctor. Los resultados son macabros desde antes de las respectivas ejecuciones. No obstante, es más difícil que un niño tenga esa oportunidad, pero cuántas Lucías y Lucíos deambulan por todas partes. El comentario de la dramaturga es relevante.
Ambas piezas de micro teatro, se habían presentado con éxito en distintos escenarios antes de la pandemia. Afirmamos, sin consideraciones ni penas, que el montaje para teatro virtual, las enriqueció en una dimensión en la que comenzamos a dar nuestros primeros pasos.
Aunque nos sentíamos tímidos para la farra, la idea de ser invitados, desde una hora antes de que comenzara la función, con nuestros espacios iluminados, copa de vino en mano y hasta disfrazados, nos entusiasmó. Nos perdimos esa pre fiesta, pero entramos a tiempo para otra invitación. Esta vez escribiríamos un poema de golondrinas. “¡¡¡Qué lindo, como Bécquer!!!”, pensamos. Lo interactivo del montaje nos agarró. Después de ese momento, fue muy cómodo quedarnos. Entre tantas cosas que podemos destacar de los aciertos de este montaje (además de las actuaciones, y la dirección), seleccionaremos algunos, sin orden ni sentido de pertenencia: la música (variada en estilos, muy bien escogida), los dibujos tipo story board para hacer resolver una escena de doble asesinato, la comunicación de la actriz con el público a lo Socorsese (en un solo momento), el intermedio con DJ de antifaz, la oportunidad de perrear sola y estar en cámara, el efecto de infinito en una discoteca, el exquisito erotismo malogrado de uno de los personajes, lo visceral. Al finalizar la presentación, se llevó a cabo una conversación entre los integrantes de la producción y el público. Algo que, en estos tiempos pandémicos, hemos aprendido a apreciar. Nos enteremos de cómo se hicieron las escenas, entre otros asuntos que tendremos que enumerar en otra oportunidad.

El dominio que tiene el grupo de todos los detalles con los que hay que lidiar en una plataforma cibernética para un montaje en vivo, impresiona. “La V”, flota con su discurso y su estética como creencia existencial, encima del abismo. Tomo prestado el comentario de un usuario (con cierta licencia poética) del “libro de los rostros”: el grupo “no resuelve” el teatro desde el internet. Añado, el trabajo de este grupo hace crecer el oficio. No se trata de teatro filmado, tampoco se trata de cine. Ellos definen el teatro virtual. Tal es el producto de estos artistas acuartelados en el sur y el norte de la isla más grande del Gran Puerto Rico. Artistas que han hecho de la disciplina, la entrega absoluta a la búsqueda. Y quien busca, encuentra. Aunque insisten ser un colectivo donde el director no es el centro del sistema planetario, es evidente que tienen un excelente director. Los actores se destacan con luces de neón. Mientras representan, manejan los comandos del Zoom, como cisnes o estrellas de mar, que mantienen compostura y seguridad, y el revés contiene una maquinaria que nos deja boquiabiertos. Además del talento, los deseos, la disciplina y la conciencia, se necesita mucho corazón de unión e integración para lograr trabajos como este.
El grupo desea compartir su forma de hacer las cosas y ayudar a los colegas en las dificultades cibernéticas que puedan tener. Los jóvenes artistas integrantes de “La V”, desean que, en estos tiempos inestables y desequilibrados, se fortalezca la solidaridad, y sean cada día más las presentaciones de teatro virtual.