Aponte Ledée: ‘La plena nació en Guayama’

El musicólogo, historiador y compositor puertorriqueño Rafael Aponte Ledée aborda la plena en su nueva publicación. (Foto suministrada)

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

La plena que muchos conocen no es de la China ni del Japón, pero tampoco viene de Ponce y el Barrio de San Antón.

Esa es la tesis del musicólogo, historiador y compositor puertorriqueño Rafael Aponte Ledée, quien en 1986 inició una abarcadora y minuciosa investigación que ha desembocado en la publicación del libro “El Ombligo de la Plena: Nacimiento y Desarrollo”, editado por Publicaciones Puertorriqueñas.

“El Ombligo de la Plena: Nacimiento y Desarrollo”, de Rafael Aponte Ledée, acaba de ser editado por Publicaciones Puertorriqueñas.

En una entrevista exclusiva para este medio alternativo, Aponte Ledée identifica a Guayama como la cuna de la plena, contrario a lo planteado por el Dr. Félix Echevarría Alvarado en su libro “La Plena: Origen, Sentido y Desarrollo en el Folklore Puertorriqueño”, cuya génesis la ubica en el arrabal La Joya del Castillo en Ponce a inicios del Siglo XX.

“La plena original nace allí, en la Vía del Tren, en Guayama. Antes que eso hubo otra música, posiblemente una bomba de la que pudo haber nacido la plena, donde una madre le prohíbe a un niño que vaya a un lugar donde trabajan obreros de la caña porque los sábados, día del pago, había juegos de azar y prostitución. La madre para proteger al niño le prohíbe que vaya a La Verdegué, quizás la primera plena que se compone en Guayama”. (“A la Verdegué/A la Verdegué/Mi mamá no quiere/que yo vaya a La Verdegué”)

El historiador añadió que luego en Guayama surgió un lugar conocido como El Túnel, un negocio en que la plena era la música que predominaba y cuyo nombre alude al muro que se había construido para retener el agua en las montañas, específicamente en el Lago o embalse de Carite.

“El agua bajaba por un túnel enorme que producía electricidad en las plantas eléctricas de Guayama. El negocio se hizo muy famoso entre los obreros que iban a Carite a trabajar, en la construcción de la planta eléctrica, al igual que muchos obreros de la caña. Iban muchos de las pequeñas burguesías de Guayama. Alrededor de El Túnel hubo casas de prostitución y era un sitio muy concurrido, localizado a la orilla del tren en Guayama”.

El hallazgo más significativo de la investigación es que la plena no nació en Ponce, sino en Guayama. La intención de Aponte Ledee no es polemizar ni incomodar a otros historiadores, sino suscitar un debate e intercambio de ideas amistoso para aportar más a la documentación de la expresión.

“Es posible que suscite algún tipo de controversia, lo cual sería muy beneficioso porque las controversias añaden mucho al pensamiento y a la intelectualidad. Me reafirmo en que el nacimiento de la plena fue en Guayama porque hay unos datos bien concretos de un sitio que existió y de una primera plena que surge allí en Guayama, “A La Verdegué”, que se hizo muy conocida”.

De Guayama, la plena pasó a Ponce, donde Joselino Oppenheimer, apodado Bumbún, contribuyó a su desarrollo. “Compone montones de plenas originales, basadas en hechos que ocurrían, como accidentes aéreos y fuegos; son de las primeras plenas que surgen”.

Las fuentes utilizadas por Aponte Ledée fueron pleneros de la región Sur y Suroeste del País, como Arístides Quiñones, apodado Tilín, cuya foto engalana la portada del libro.

“Entrevisté muchas, pero muchas personas, como el plenero que aparece en la portada del libro, inclusive pocos días antes de su muerte estuve en su casa y allí coloqué mi grabadora en su cama. Él habló y todo eso está en el libro”, explica Aponte Ledée al añadir que siempre ha solido recorrer la Isla con su familia y cada vez que llegaba a un pueblo abordaba a las personas de edad avanzada convencido de su confiabilidad como fuentes orales y vivenciales de la plena del umbral del Siglo XX.

El cúmulo de las entrevistas a personajes anónimos le imparte colorido y sustancia a su crónica plenera, en la que incluso reflexiona sobre la etimología del vocablo Plena.

En la obra de Echevarría se documenta que se origina de la expresión “Play Ana” (toca Ana). Los hallazgos de Aponte Ledée sustentan que se llama “Plena” por su riqueza musical.

“Lo de ‘Play Ane’ es una pura anécdota. Había un señor casado con una muchacha que se llamaba Ana y entonces le dice “Play Ana”, o sea, “toca Ana”, y de ahí aparentemente surgió lo de plena. Es una anécdota bastante sabrosa, pero no aporta a la historiografía del género. He estudiado lo que es la plena y la he analizado. He entrevistado a montones de personas mayores. Sus comentarios están en el libro. Los orígenes vienen de la palabra ‘plena’, que quiere decir una cosa llena, completa. De ahí viene esa manera fabulosa con que el pueblo bautizó este género musical porque la plena se nutre de lo que pasa todos los días. Y también ‘plenum’, porque es el del pueblo”, abunda Aponte Ledee al agregar que la plena original se tocaba con panderos, acordeón y guitarra.

El autor advierte en los primeros capítulos de su crónica, musical, histórica y literaria que los estudiosos del folclor no deben esperar capítulos dedicados a Cortijo e Ismael Rivera, Ángel Luis Torruellas, Mon Rivera y otros pioneros de la plena porque cada uno en sí es digno de investigaciones minuciosas meritorias de otras publicaciones.

Si en algo sí coincide su trabajo con publicaciones previas es que la plena es una respuesta musical a la precariedad popular y a las luchas del proletariado y las clases trabajadoras en desventajas socioeconómicas.

“Es así. Es un género de mucho esfuerzo y surge de la clase obrera, de la pobreza. Al revés de la danza, que es un género más aristocrático. Morel Campos compuso danzas para las niñas de su juventud. Pero la plena es una música muy popular en el sentido de que nace en el corazón del pueblo y los instrumentos ya no son el piano, sino la sinfonía que el músico toca de oído, algunos tambores y sobre todo el texto que nos habla de los acontecimientos diarios”, expone Aponte Ledée al aclarar que el pandero o pandereta llegó con la colonización, específicamente en 1516 y que, por razones obvias, no era parte de las pertenencias de los africanos esclavizados en el Caribe.

La decadencia de la plena, al recordar que su época de oro se remonta a las décadas entre 1920 y 1940, es resultado, según el autor, de un proceso de transculturación y asimilación prolongado por 122 años.

“Eso ocurrió con la danza. Son pocas las que se escriben hoy. Además, la estructura de la danza ha cambiado”.

Con la publicación de “El Ombligo de la Plena”, Rafael Aponte Ledée aporta a la escasa bibliografía sobre el género autóctono. Su lectura complementará el libro de Félix Echevarría Alvarado y otros como “Los Bembeteos de la Plena” del recientemente fallecido Ramón López y “Puerto Rico y su Plena: nuevas fuentes para su estudio” de Néstor Murray Irizarry y Emanuel Dufrasne González.

El libro se consigue en Publicaciones Puertorriqueñas o directamente con el autor, a través del 787-214-1358.

 

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