Por Julio Enrique Court
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Mi querida hermana del alma Doreen:

Me enteré el sábado como a las 3:00 de la tarde que ya te habías ido; fueron dos semanas muy difíciles para ti. No pude procesar tu partida, la tuve que cancelar con el corazón hecho trizas porque tenía una actividad privada en casa de unos amigos queridos, y luego una cena con amistades que amo que también sufren tu ausencia. Sé que no puedes leer esto, lo sé, ya cumpliste tu misión y llegaste “a casa”, no estás en este plano. Pero necesito decirle al mundo cuánto te quise y cuánto te admiré.
Siempre te recordaré como aquella muchachita que conocí en el Delacorte Theater – en 1986 en Nueva York – que tenía tantos sueños y anhelos de triunfar en el mundo del espectáculo. Allí en mi apartamento me hablaste que estaban considerando llevar al teatro un musical que habías estado ensayando y trabajando por largo tiempo en el que caracterizabas a una abuela. Estabas tan y tan emocionada con esa grandiosa oportunidad que se veía venir. Hasta que llegaste a Broadway. Se estrenó “In the Heights”. ¡Lo lograste!
Y ahí se dieron tantas salidas a escena en aquel histórico musical que se presentó en el Teatro Richard Rodgers… Luego vino “On Your Feet”… “Mrs. Doubtfire”… Ese último que nunca pudiste estrenar por la pandemia…

Nunca olvidaré tu potente voz, los dúos que hacíamos en casa, tu eterna sonrisa, los ataques de risa, pero sobre todo tu dulce hablar y tu amor para todo aquel y aquella que se acercaba a tu lado, sin distinción de persona.
Cuánto agradezco que hayas estado aquí en Puerto Rico la primera vez que me presenté en la Fundación; hiciste los arreglos para cantar “Calor”, canción de la abuela Claudia de “In The Heights” con un permiso especial de la producción. Ese fue el primer asomo del musical en suelo nuestro.
Luego vino tu boda con Mike (Mann) cuya celebración duró tres días. ¡Fue una “bodaza” aquella! Llena de tanta ilusión y tanto amor…
Le doy muchas gracias a Dios por haberme regalado una hermana como tú; no de sangre, pero hermana del alma. De esas que son ¡DE VERDAD!

Luego del huracán María, supiste que me habían cesanteado en el canal de televisión donde trabajaba y, en tu invaluable sentido de humanidad, jamás olvidaré la ayuda económica que me enviaste, parte de lo recaudado en un show del cual fuiste productora y “hostess” pro fondos de artistas en Puerto Rico. Ese gesto del gran amor que emanaba de tu alma queda grabado en mi corazón y en mi memoria para siempre.
Te abrazo a la distancia como siempre que nos veíamos, con un abrazo apretao y riéndonos de nada, de simplemente vernos; no hacía falta mucho para pasarla bien contigo, con estar a tu lado era demasiado suficiente.
Quedas inmortalizada y guardada en mi corazón hasta que nos volvamos a encontrar en la casa de nuestro Padre Eterno.
Nos veremos cuando toque mi turno, mi amiga siempre, mi dulce hermana Doreen Montalvo Mann.