El odio, aun contra la degradación,
endurece las facciones.
La ira, aun contra la injusticia,
enronquece la voz.
(Bertolt Brecht, “A nuestros sucesores”)
Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El teatro en Puerto Rico nos sorprende con el talento de una nueva generación. Productores, directores, técnicos, diseñadores… nuestros jóvenes demuestran su compromiso y seriedad con sus aportaciones en distintos proyectos y propuestas. Hoy, deseamos hacer una reverencia específica al talento de los jóvenes actores (entiéndase jóvenes actrices, también).
El pasado sábado 12, a las ocho de la noche, estábamos, dispuestos y entusiasmados, en la antesala del zoom que nos llevaría al montaje del estreno mundial de “El último mensaje”, producción de Puerto Rico Theatre Lab. Este colectivo teatral, fundado por Alexandra Cedeño y Edgardo Soto en enero de 2020, pretende (conforme sus propias palabras) “promover, fomentar e impulsar las artes en la Isla, a través de la creación de nuevas oportunidades que exploran diversidad de ideas”. Por medio del teatro, aspiran ser “una voz que apele a todos”. A la vez, desean “desarrollar producciones modernas, innovadoras, pertinentes a nuestros tiempos, y entretenidas”. Ven el espacio escénico como “un laboratorio, que les brinda a los artistas todo lo que necesitan para experimentar”. Tienen como objetivo que “todas las piezas que se trabajen sean piezas nuevas o re-imaginaciones de clásicos de la literatura puertorriqueña y universal”. Están comprometidos con “la equidad, la diversidad y la inclusión, tanto dentro como fuera del escenario”.
La primera producción que hizo el grupo fue “Armonía” de Ricardo André Lugo, y estuvo en cartelera el 7, 8, y 9 de febrero en el teatro Victoria Espinosa. Luego de tres exitosas presentaciones, “Armonía” tendría reposición el 20 y 21 de marzo, en el mismo teatro. El primer cierre, debido a la pandemia, los obligó a cancelar. Si ya era dura la realidad para los teatreros, la pandemia coronó la frustración. A pesar de ser el alpha de la civilización occidental, el teatro no recibe consideraciones (ni siquiera de omega) sociales ni gubernamentales en esta parte del occidente que nos toca existir. Aunque somos una clase tan trabajadora como las demás, los políticos ni siquiera nos mencionan en sus debates.

Detener las funciones tiene que haber dolido en el tuétano colectivo de estos jóvenes en el inicio de una carrera a la cual se han entregado con ardientes deseos de hacer la diferencia. Más, no se detuvieron. Ofrecieron diversos talleres virtuales para teatreros, con recursos como la actriz Cristina Soler. Planeaban estrenar, en julio, a través de una plataforma cibernética, “El último mensaje”, pero, aunque no estaba vedado, otro cierre los hizo recapitular. Según explicaron, el montaje requería acercamiento entre los actores, y no lo consideraron seguro en esos momentos. Decidieron, pues, estrenar después de la última reapertura gubernamental. No obstante, las escenas de sexo, de besos, los acercamientos, el espacio cerrado, y el cara a cara sin protección entre los actores, que incluye este montaje, siguen siendo igualmente peligrosas, para efectos del Covid19, en estos momentos.
No era esta la primera presentación de teatro virtual en vivo de una producción puertorriqueña, habíamos tenido la experiencia con “El Método Grönholm” de Jordi Garcerán (Artescena) y “Etude No. 1” (La V). Sabíamos que funciona, sobre todo, con montajes creativos. Queríamos que empezara la función. No fue hasta las ocho y diez de la noche que nos pasaron de la sala de espera a una sala de interrogatorio que nos pareció un homenaje a Orson Welles, sin los sensacionales claros oscuros de “Citizen Kane”. Deliramos con los homenajes a Welles, así que estuvimos mirando la sala de interrogatorio en pantalla por cinco minutos sin que nada ocurriera. Entonces, entró en cuadro la actriz Yaiza Figueroa para dar unas instrucciones que no entendimos bien. Después de unos segundos que usó para organizar algo, salió del cuadro. La escena estuvo vacía un tiempo que consideramos largo. La actriz volvió a hacer entrada y esta vez nos dio instrucciones que entendimos. Ya habíamos tenido acceso a unas carpetas cibernéticas, colocadas por la producción, donde los personajes tenían un corto historial. Allí nos habíamos enterado, entre otras cosas, que Figueroa interpretaría a la Detective Gallardo, personaje que, después de entrar por segunda vez al cuadro, volvió a desaparecer. Deseamos vehementemente que regresara de inmediato, y asimismo fue. Por fin la obra empezó a correr. Ese fue nuestro primer encuentro con el montaje de un texto construido entre todos. Conforme nos informaron, el concepto general fue del director, Edgardo Soto. Los actores escribieron monólogos basados en la trama, bajo la supervisión de Ricardo André Lugo, quien hilvanó las historias y desarrolló las escenas. La dramaturgia colectiva, que se puso muy de moda en Puerto Rico durante la década de 1970, sobre todo en el teatro político y teatro de guerrilla, se usa con frecuencia como experimento en talleres y clases especializadas. Algunos grupos han hecho de esta práctica su sello de fábrica. Hay muchas técnicas, todas válidas, para crear un libreto.

La promoción explicó la trama con un comentario que firmó la detective Mariela Gallardo: “El joven de 22 años Emmanuel Torres Marín fue visto con vida por última vez el pasado viernes en la noche. El único rastro que tenemos de él es “el último mensaje” que le llego a sus familiares y allegados hace un día. Releyendo el informe, me pregunto: ¿Qué sucedió realmente esa noche? ¿Quién fue la última persona que lo vio? ¿Él tomó la decisión de desaparecer, o la tomaron por él? ¿Dónde está Emmanuel? ¿Seguirá vivo?” Añadimos que la víctima es hijo de una senadora.
La trama, con nostalgia de Agatha Christie (1890-1976), pero no tan predecible como los textos de la novelista y dramaturga inglesa, se revela en escenas entre la detective y personas de interés en el caso. El mensaje que recibieron todos los personajes decía: “Cuando aparezca la verdad, apareceré yo”. Desde ese mensaje podemos imaginar premisas existenciales y visualizar las piezas regadas por el piso del rompecabezas que heredan nuestros jóvenes. Cada personaje lleva a la sala de interrogatorio los temas que no se agotan en nuestro diario: drogas, pedofilia, prostitución, corrupción, bisexualidad, perspectiva de género, exclusión, mentiras, enfermedades venéreas, traición. Los temas político partidistas y pandémicos no fueron tocados. El montaje usó tres cámaras en vivo que dieron ilusión de televisión, pequeñas escenas grabadas que dieron ilusión de cine, y momentos interactivos que permite la plataforma digital que dieron ilusión teatral.
Por más de dos horas nos atrapó una escena tras otra por el extraordinario talento de los jóvenes actores, estudiados, seguros, determinados. Destacamos, también, el trabajo del director con ellos. Debería, tal vez, revisar el texto, el cual merece cortes y profundidad de intención.
El saludo para los aplausos de la obra (todos los actores distanciados y con mascarillas puestas) nos dejó un tanto confundidos, después de los, más que acercamientos sin protección en algunas de las escenas. No estamos claros si se trató de un comentario. Pero estamos muy claros en que el oxímoron, mucho más que cualquier otra imagen, tiene mucho que ver con el comportamiento humano.

Nuestro comentario es todavía más claro: Alana Torres (Alexandra Cedeño), Victoria Vázquez (Juliana Rivera), Emil Santiago (Pedro Colon), Dino Nogueras (Radamés Medina), Tatiana Díaz (Yarimar López), Pablo Avilés (José Carlos Martínez), Ruth Ocasio (Anna Malavé), Eduardo Torres (Anthony Rivera), Emmanuel Torres (Ian Arduengo), Yaiza Figueroa (Detective Gallardo): ¡Bravo! Jonathan Serra (iluminación), Paloma González (escenografía), Isabel Álvarez (técnico audiovisual), Michael Báez (asistente audiovisual), Adrián Borges (técnico de cámara), Ángel Cruz (vídeos): ¡Muy bien!
Tenemos muchos motivos para felicitar a los productores, quienes cuidaron los detalles y demostraron orgullo de profesión. Les esperan años llenos de retos y serán protagonistas de grandes cambios. ¡Qué nada los detenga! ¡Hagan teatro!