Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Desde que reseñamos los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR) hemos afirmado en varias ocasiones que la institución administrada por la Corporación de las Artes Escénicos-Musicales es un tesoro cultural-nacional de un valor inconmensurable.

La noche del sábado, en la Sala Pablo Casals del Centro de Bellas Artes de Santurce, fuimos partícipes de uno de los mejores conciertos que han ofrecido durante el pasado lustro.
Con el maestro Rafael Enrique Irizarry en el podio, los profesores de la OSPR, con la excelencia que los caracteriza, interpretaron durante alrededor de hora y media la música del cine silente “City Lights” de Charlie Chaplin, simultáneo a la proyección del filme en un gran pantalla colocada al centro de la parte superior del escenario.
En conmemoración del aniversario 130 del natalicio de Charles Spencer, conocido artísticamente como Charlie Chaplin, se proyectó la comedia romántica en que su personaje Charlot se enamora de una hermosa mujer ciega, a cuya familia ayuda en sus necesidades financieras y a quien al final ayuda a recuperar el sentido de la visión.
No pocos de seguro habrán comprendido que una película del cine mudo sin música, como “City Lights”, no tendría razón. Y la OSPR, dirigida por Irizarry, se empleó a la perfección en la interpretación de su banda sonora, que se nutre de las composiciones de José Padilla, Alfred Newman, Arthur Johnson y el propio Chaplin, algunas incluso con segmentos de blues, vals y canción de arte.

Interpretar la música de un filme durante su proyección es un reto artístico de gran envergadura, que exige muchas horas de ensayo y el conocimiento de cada detalle de una partitura que, precisamente con la música, complementa el discurso de la pantomima, gestos, ademanes y la comunicación no verbal en general.
Estrenada en 1931, “City Lights” es considerada por la crítica como la mejor comedia romántica de la historia. Y si es comedia y además romántica, se imaginará la gama de emociones que convergen y se intercalan durante su proyección.
De la sublime melodía del cuplé “La violetera” de Padilla, que matiza los encuentros de Charlot con la florista ciega, a las secuencias musicales de escenas festivas, tensas, cómicas, dramáticas, tristes e intrigantes, la OSPR impone su magistrales dotes interpretativos con lecturas precisas, incólumes, diáfanas y infaliblemente articuladas durante las lecturas de los pasajes de “Afternoon”, “The Millonaire”, “The Nightclub”, “The Party”, “The Boxing Match” y “Money For The Girl”, entre otras.

Había que estar presente el sábado en la Sala Pablo Casals para apreciar el virtuosismo de los maestros de la OSPR, como colectivo, solistas o desde las secciones de cuerdas, metales y maderas en la lectura de esta alegre y sensible obra.
El concierto “City Lights”, hipnotizador por demás, es una de esas puestas en escena que quisiéramos que no terminaran. El tiempo parece detenerse y, sin percatarse, cada espectador, de manera inadvertida, es atrapado por la historia de un vagabundo sensible y de muy nobles sentimientos cuya misión es practicar el bien con empatía y generosidad, como en las escenas del multimillonario ebrio que salva de un suicidio y la esperanza que devuelve a la florista ciega, el gran amor de su vida.