Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Sobre un centenar de personas llegaron a la pintoresca campiña del Barrio Padilla de Corozal con una misión común: cantar un Rosario en el aniversario del fallecimiento del joven Joy E. Santiago, músico del cantautor Pedro Capó que fue medular en que la pegajosa canción “Vamos a la playa” escalara las listas de éxitos a nivel local e internacional.

Joy falleció el año pasado mientras transmitía en vivo por Facebook y su deceso consternó a todo Corozal. El domingo se cumplió el primer aniversario de su partida y su familia, con la esperanza que se alberga en el Amor, convocó a sus parientes, amigos y compañeros de la música para cantarle el Rosario, expresión de la religiosidad popular perenne en este y otros pueblos de la ruralía.
Como su nombre, a pesar del luto, Joy fue recordado con alegría. Y las plegarias del sacramental, entonadas con el alma por Las Pochas (como se conocen a las hijas de Pocho, un antiguo rezador de Corozal) de seguro llegaron a la latitud del mundo invisible donde brilla su estrella.
Al arribar al lugar la cantidad de autos estacionados capturó de inmediato la atención de este periodista independiente. También la presencia de una comunidad heterogénea: adultos, jóvenes, niños y abuelos, unidos en el duelo. Pero lo más impresionante fue la devoción y la reverencia con que cantaron el Rosario, a veces mirando al altar con imágenes de la Virgen y cuadros con gráficas de Joy.
Igualmente revelador fue la presencia de músicos profesionales que durante años han cultivado el folclor, como el profesor Orlando Laureano, la cuatrista Sonia Rodríguez y el acordeonista Alberto Santos.
Este medio independiente supo de la celebración del Rosario por el eterno descanso de Joy gracias al historiador Orlando Laureano, investigador y musicólogo que se dedica a documentar las expresiones de nuestro folclor.

“Estos cánticos, tras investigaciones y entrevistas, tienen entre 150 y 175 años de antigüedad. Tuve la oportunidad de entrevistar a doña Larda, la hija de don Marciano, a los nietos y todos iban evocando a sus abuelos y bisabuelos. Fácilmente se podía llegar a 150 y 175 años de esta tradición que se verá mucho en este triángulo de Morovis, Orocovis y Corozal. Se parece mucho, pero cada uno tiene sus características. Estos cánticos son muy antiguos y se han cambiado muy poco. En la “Salve” se incluyen unas décimas antiguas, constatadas por el doctor Pedro Escabí. Y estas señoras son el reflejo de lo que cantaron sus padres y abuelos y han seguido manteniendo viva la tradición”, dijo Laureano, quien fue profesor de Joy, bajista y percusionista de la banda de Pedro Capó y conocido por una línea de camisetas con frases u etiquetas que convertía virales en las redes.
El polifacético músico Orlando Laureano, que el domingo tocó el tiple, se refiere a Las Pochas: las hermanas Ana María, Carmen Lydia, Josefina y Margarita Agosto Díaz.
“Es una tradición de Puerto Rico porque aprendimos a cantar el Rosario desde que éramos niñas, no solo en mi casa, sino en el barrio. Empezamos cantando las promesas de la gente, que se ofrecían por diferentes cosas. El Rosario es muy especial para nosotros los puertorriqueños, especialmente para los pobres que no podíamos ir a la Misa. Con el Rosario, pagábamos promesas diferentes”, dijo Josefina, de 82 años y quien dirigió el Rosario Cantao a la memoria de Joy.
A pocos pasos estaba, con su acordeón, Alberto Santos, mejor conocido por Berty, quien toca con Las Pochas desde su niñez. “Esto está arraigado aquí desde hace décadas y décadas. Desde el siglo pasado. Empecé a tocar guitarra con estas mujeres a los 11 años, tanto el Rosario Cantao como las misas por las calles y las casas. Mi vena de músico la desarrollo con Las Pochas porque en mi familia no hay músicos. Hice mi bachillerato en Música y he tocado con ellas toda la vida. Cada vez que hay un rosario estoy con ellas con mi acordeón”.
Al finalizar, las personas disfrutaron de un rico asopao de pollo con aguacate, otra confirmación de que la cultura es rica en expresiones como la música, la gastronomía y los rezos populares.

Fue un gesto de la familia de Joy de reciprocar la compañía y solidaridad de los amigos del joven y el respeto a su memoria. “No tengo muchas palabras, pero estoy agradecida con el Señor. Perdí un hijo, pero mira la comunidad, ¡qué bonita! Se han expresado con tanto amor hacia mi hijo que, por lo menos, el dolor que se tiene por perderlo, uno lo agradece a Dios porque todo este amor, él lo sembró. Fue muy querido; muy humilde y buen muchacho. Murió a sus 34 años, pero vivió su vida con plenitud. Le agradezco al Señor que lo haya rescatado. Sé que está en sus manos porque Joy fue donante de sus órganos, un buen hijo y fue lo mejor. Perdí lo mejor, pero el Señor lo ganó”, señaló doña Carmen Rodríguez, apodada Cámelin.
Su esposo Víctor Manuel Santiago, apodado Vikino, también se desbordó en gestos de agradecimiento hacia las personas que participaron del Rosario Cantao.
“El dolor se sobrelleva mejor compartiéndolo. Todos los rosarios fueron cantados. Esto es buscar conformidad y pedirle a Dios porque esto nunca saldrá de tu mente. Algo que creí que era mío, entendí que no lo era, sino de Dios. Todo es de Dios y todo lo que es de Dios, Dios se lo lleva. Comprendí eso”.
Mientras, la música endulzó el amargo del dolor de Cámelin y Vikino. Los amigos y compañeros de Joy tocaron parte de las canciones del repertorio de Pedro Capó, sin olvidar “Vamos a la playa”, la confirmación de que con la memoria de Joy #LaVidava y siempre ocupará un lugar de #deprimera en el corazón de los seres que lo conocieron, etiquetas que, sin proponérselo, también lo inmortalizaron.