Por Javier Santiago
Fundación Nacional para la Cultura Popular
Esta noche, Lucecita Benítez tiene una nueva cita con su público en la Sala Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes.
En alas del primer concierto que llevó al acetato, la cantante bayamonesa desempolva de sus estantes el clásico “En las manos del pueblo”, y lo trae ante un público compuesto por fieles fanáticos que la han seguido por décadas, junto a integrantes de una nueva generación que ha ido descubriendo su valor como ícono de la cultura popular.
Para los últimos “En las manos del pueblo” es una propuesta novel que confirma lo admirable de una voz que trasciende el tiempo.
Pero más allá de su valor artístico, he aquí un proyecto cuyo trasfondo habla de los tiempos más difíciles que enfrentó la artista en la década de 1970. Tiempos de altas y bajas, intensas marejadas, enfrentamientos con la justicia y despertar claro de conciencia.
Antecedentes de una propuesta –
La interpretación de “Soy de una raza pura”, poema que presentó David Ortiz Angleró – un 13 de septiembre de 1968 – en Lares, y que fuera musicalizado posteriormente por Tony Croatto, había cerrado en 1973 un ciclo de grabaciones continuas de Lucecita con el sello Hit Parade de Paquito Cordero.
La artista, con el puño en alto, se despidió entonces del mundo comercial discográfico. Sin acceso a la radio quedó momentáneamente silente en las ondas de la difusión masiva. Excluida igualmente de la exposición en la pantalla chica, que facilitaba la penetración en los sectores popular de la época, Luz Esther se concentró en trabajar recitales y conciertos como alternativa para su arte. En este ciclo, la última de sus cinco temporadas continuas en el Club Caribe del Hotel Caribe Hilton se anunciaba como “Recital 73”. Y un año más tarde, fue el Teatro Sylvia Rexach de Puerta de Tierra la plataforma de lanzamiento del memorable “Traigo un pueblo en mi voz”.
El concierto, en cuya noche de estreno tuvo entre sus asistentes al entonces gobernador Rafael Hernández Colón, la senadora Ruth Fernández y el secretario del Daco Federico Hernández Denton, fue el más político de todas sus propuestas. Pero a pesar de su éxito de taquilla en el Sylvia, “Traigo un pueblo” no llegó al acetato en esta etapa como hubiese querido la artista. Sin embargo fue su secuela, “En las manos del pueblo”, título inspirado en un libro del escritor Manuel Torres Santiago, la que se convirtió en la primera de sus grabaciones “en vivo” que se documentó en una obra discográfica.
“En las manos del pueblo” y su historia –
El concierto que inspira la presentación de esta noche en Bellas Artes, fue estrenado originalmente un 15 de abril de 1975 en el Royal Room del Hotel Helia Isla del Condado (hoy Condado Plaza). Atrás había quedado para Lucecita el Hilton para probar suerte en otros escenarios. El Helio Isla con su gigantesca sala, se había convertido en plataforma de artistas internacionales del mundo sajón de la talla de Liza Minnelli, Sergio Mendes & Brasil 77, Engelberg Humperdinck, Tom Jones, Tony Orlando & Dawn y los Jackson Five, entre otros.
Paradójicamente, tras la exitosa presentación de Lucecita en el Sylvia Rexach con “Traigo un pueblo”, el Helio Isla fue un escenario ilógico que, a pesar de la intensa campaña publicitaria, la artista no llenó como se esperaba.
En su noche de cierre en la hospedería Lucecita agradeció desde el escenario el apoyo de la prensa. Y sin reparos apuntó que aunque tenía muchos amigos en los medios de comunicación que habían hablado del éxito del concierto, “este lugar ha estado bien vacío”. A lo que renglón seguido añadió: “este concierto va a llegar a donde tiene que llegar… al pueblo”.
Ese pueblo fue el que entonces encontró en el Teatro Radio City de Santurce. Allí, retomó la propuesta con un elemento fílmico de apertura: la imagen de una embarcación que navegaba mar adentro en nuestro archipiélago, mientras Pedro Rivera Toledo dirigía una orquesta que interpretaba el tema instrumental “Isla de Lobos” de Alberto Carrión.
En su noche de estreno, el concierto fue transmitido en vivo por la emisora WQBS (la Gran Cadena). Allí – gracias a la iniciativa de director de programación, Alfred D. Herger – la propuesta fue histórica al trasmitirse simultáneamente por ondas de la radio comercial.
Herger, con el oído en tierra, ya había ampliado su base de acción dando apoyo en la radio a lo que algunos llamaban “música fresca”, como era el caso de Alberto Carrión y el grupo Raíces. Desde el sello disquero de su familia – Flamboyan Records – se marcó el debut discográfico del cantautor con el exitoso “Amanecer borincano”, así como un disco de danzas del dúo Silverio y Roxana. Y tras estos lanzamientos, “En las manos del pueblo” se convirtió en un proyecto discográfico de doble vinilo, grabado en vivo que ha trascendido el tiempo como documento musical.
El álbum fue un acierto que emisoras como Radio Uno y WQBS ayudaron a difundir marcando temas como “Le lo lai” de Pepe Castillo, “Si tan solo un instante” de Alberto Carrión y – el más sonado – “Andar por andar andando” de Alberto Cortez. Y ante su rápido lanzamiento al mercado, el sábado 2 de agosto de 1975 la Asociación Comercial del Viejo San Juan lo promocionaba regalando a sus patrocinadores la reposición del concierto realizado por Lucecita en los terrenos de La Puntilla.
En esos años de protesta, guerra fría y recesión, el dominio femenino en las listas de éxitos se concentraba en Nydia Caro, Carmita Jiménez, Iris Chacón y – la más vendedora de todas – Sophy. Lucecita se mantenía al margen de la industria comercial del espectáculo hasta que el 23 de agosto de 1976 tuvo un encontronazo con la justicia. Una primera plana de El Vocero, con una foto de la artista, dio un rudo golpe a su carrera.
“Conmigo sea cometido una injusticia”, sentenciaba la cantante desde la primera plana del rotativo El Nuevo Día mientras, entre otros titulares, se destacaba como “Floja’ la prueba judicial” por un cargo por marihuana contra Lucecita.
Escoltada por abogados Graciany Miranda Marchand, Benny Frankie Cerezo y Noel Colón Matínez, entre otros, junto a los artistas Chucho Avellanet, Alberto Carrión, Charlie Robles y el músico Carlitos Rosario, salió Lucecita del Tribuna tras pagar una fianza. Pero a su regreso, – el 13 de septiembre de 1976 – su exoneración echó por tierra toda la turbulencia amarillista.
Con la victoria en la mano, Luz Esther salió a toda prisa del Tribunal para el Teatro Sylvia Rexach donde recibiría el veredicto más importante de su carrera.
Esa noche una sala abarrotada la recibió con una estruendosa ovación al solo salir al escenario para cantar “Distancia”.
Y en un acto de solidaridad, en el que se encontraban figuras como Johanna Rosaly y el equipo de Teatro del 60 en la producción, Lucecita ofreció su reposición de “Traigo un pueblo en mi voz”.
Reposición que en honor a la verdad tuvo que repetir de inmediato con una segunda función no programada por la demanda de un público enardecido que quería compartir con ella la victoria.
“No hay nada más hermoso para un ser humano que, además es artista, salir a un escenario luego de un tropel de dudas sobre su honestidad y pararse ante un micrófono y sin haber dado una nota recibir un ‘standing ovation’ – perdone la palabra – de más de 10 minutos…”.
“Fue bien trascendental. Yo volví a nacer en el Sylvia Rexach el 13 de septiembre”, confesó la cantante a Gloria Alonso del periódico Claridad.
Hoy, cuatro décadas después, la fecha vuelve a ser un reto para la eterna mimada de Puerto Rico. Con ella está el recuerdo latente de una época y una generación que trasciende el tiempo. Y ante ella Luz Esther Benítez tendrá una vez más el reto de poner “en las manos del pueblo” el don que Dios puso en su privilegiada garganta.