Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
En la historia de la salsa, no hay otro cantautor que se haya inspirado en la Vida y los dramas humanos de la sociedad contemporánea como el mítico Rubén Blades.

Con un lleno total, el cantautor y actor panameño regresó anoche al Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot con el concierto de su 50 aniversario de trayectoria musical.
Blades, como se sabe, cambió el curso de la música afrocaribeña con sus crónicas urbanas, que surgen del imaginario de lo que identifica como la República de Hispanía, rodeada por el mar de Arayué, equivalente al Macondo de Gabriel García Márquez.
Es el escenario de su Salsa Focila (Folclor de Ciudad Latina, como explica en las notas del disco-drama “Maestra Vida”) y donde hay espacio para todo: reflexiones y vivencias políticas, ambientales, familiares, románticas, éticas, existenciales, espirituales, filosóficas… En fin, todo lo que le inspire.
Tras un montaje digital de las carátulas de sus discos, Rubén rompió el hielo con “Plástico”, del disco “Siembra” con Willie Colón, oportuna para la proyección de rostros de personas de todas las edades porque “se ven las caras, pero nunca el corazón”.
Los éxitos grabados con Willie eran inevitables si se aspiraba a recrear con legitimidad su carrera de 50 años, toda vez los capítulos con el productor, cantante y productor boricua indiscutiblemente serán los más brillantes y trascendentales de su historia, pues en el ‘rundown’ se enumeraban decena y media. Incluso, Blades lo reconoció al recordar que el repertorio con Colón produjo muy buenos éxitos, contrario a sus posteriores trabajos con Seis del Solar.
Así, del disco “Metiendo mano”, interpretó “La mora”, con el acompañamiento sólido de la orquesta de Roberto Delgado.
No podía faltar el éxito “Paula C.” del elepé “Louie Ramírez y sus amigos”, a cuya interpretación se unió con un solo el trompetista Luis ‘Perico’ Ortiz, arreglista de los éxitos “Pedro Navaja” y “Pablo Pueblo”.

Blades continuó con el bolero-son montuno “Lo pasado no perdona”, remanente de la producción “The Last Fight” que Fania incluyó en su primer disco como solista “El que la hace la paga”.
Nuevamente echó mano a los cancioneros de “Metiendo mano” y “Siembra” con “Plantación adentro” de Títe Curet Alonso y arreglo de Colón, y “Dime”.
“Está canción es escrita por uno de mis héroes. Lo conocí cuando vine por primera vez a Puerto Rico. Y en el Club Casablanca estaba mi ídolo Cheo Feliciano y llegó este señor que parecía un músico […]”, narró sobre su encuentro con Tite Curet antes de cantar “Plantación adentro”, que no pocos tararearon y algunas parejas bailaron.
Se debe resaltar que Rubén asumió su compromiso con Puerto Rico con canciones que no suele interpretar, como la existencial “Nadie sabe” que escribió para el Apollo Sound de Roberto Roena y que en años recientes grabó en “Salsa Big Band”.
El chachachá “Ligia Elena”, de “Canciones del Solar de los aburridos” con Willie, dio paso a “Juan Pachanga”, la historia del galán de barrio que presume de su felicidad, pero por dentro sufre por un amor no correspondido. Antes de su interpretación recordó una anécdota con el Sonero Mayor, Ismael Rivera, que le aconsejó que escribiera los soneos antes de grabar para asegurarse de que quede lo mejor para la posteridad.
Parte de sus 50 años, carrera que despegó en 1969 al grabar el elepé “De Panamá a Nueva York” con Pete Rodríguez, fue su etapa con Seis del Solar. De su primer disco “Buscando América” cantó “Decisiones” y “Todos vuelven”. En la primera se proyectaron caricaturas de las situaciones narradas y en la segunda, que desembocó en una irresistible descarga de timbales y batería, algunas fotos con figuras pasadas a mejor vida, como Ray Barretto, Gabriel García Márquez, Quique Lucca, Paco de Lucía e Ismael Rivera.

Un segmento para presentar a los músicos de la orquesta de Roberto Delgado justificó su salida para un descanso. En la onda del jazz latino y el swing interpretaron “Mambo Gil”, “Do I It For”, “What Happens” y “The Way You Look Tonight”, estas dos de los repertorios de Tony Bennet y Frank Sinatra, interpretadas por el cantautor de 71 años, que no ha perdido recursos vocales, lo que confirma su disciplina y respeto al soberano.
La retroalimentación del público fue un tanto tibia, pero inmediatamente Blades elevó el concierto con su salsa consciente. No hay duda de que el concierto de su 50 aniversario será recordado como el más abarcador de su carrera, al menos en Puerto Rico.
Con el complemento visual de gráficas, el legendario artista panameño continuó con “Manuela”, “Vino añejo”, “María Lionza”, “Amor y control” (que entonó visiblemente compungido por la memoria de su fenecida madre Anoland, recibiendo una ovación de pie), “Las calles” y “Arayué”, compuesta para el disco “Giant Force” de Ray Barretto y Ray de la Paz.
Fue un concierto extenso, muy largo, como con un trasunto de despedida. Fue un deleite escuchar por cuatro horas a la leyenda de la salsa que rindió un emotivo tributo a Héctor Lavoe con el arreglo original de Willie Colón para “El Cantante”, del lp “Comedia”.
Con una estremecedora vocalización de “Maestra Vida” Blades hizo mutis y tras la falsa salida regresó con “Pablo Pueblo”, “Creo en ti” y “La palabra adiós” de Tite Curet, con la cadencia del samba del Brasil.
Eso no fue todo. Blades continuó con “Puedo vivir del amor” de José Feliciano y al percatarse que ya se acercaba a la cuarta hora optó por omitir otras canciones y recrear con el complemento de una historieta digital el relato de “Pedro Navaja”, que enardeció a la multitud que coreó su letra hasta el final.
Ya casi a punto de despedirse, cantó a capella la tragedia de “Adán García”, personaje de Hispanía cuyo parecido con alguno de los desplazados por la reforma laboral de la presente administración no es coincidencia.
Lo cierto es que nunca presenciamos un concierto tan abarcador como el de esta noche en el Choliseo. Con Rubén no solo cantaron América y su metafórica Hispanía, sino La Perla, Villa Palmeras, Las Gladiolas… Los pensionados, las mujeres, los estudiantes, los maestros, los jóvenes y los nuevos pobres materiales de la presente era neoliberal.
Cuatro horas de salsa; de clave a la conciencia; de razón al soneo; de pensamiento al montuno. Fue un regalo a Puerto Rico; al pueblo salsero; a la gente que trabaja y se sacrifica por el bienestar de la Nación a pesar de la encrucijada sociopolítica y económica en que está inmersa. Fue el testamento del cantautor más grande de la salsa. Fue el abrazo musical de un Amigo. Fue Rubén Blades.