Liberación esclava a ritmo de bomba

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

La tierra de la Hacienda La Esperanza fue fertilizada con la sangre de los esclavos africanos.

La participación musical estuvo precedida por disertaciones didácticas de profundo valor histórico. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Se percibe cuando se sube por las veredas que dirigen a la antigua mansión y ruinas del ingenio azucarero, en manos de la entidad Para la Naturaleza y en cuyas inmediaciones irónicamente aun se cultiva caña de azúcar.

Espigas silentes cuyas raíces evocan sangre.

En La Esperanza se respira casi el mismo aire que sopla del Atlántico y que, en jornadas de latigazos, sed e improperios, alivió el dolor moral y físico de la esclavitud, cuya abolición, a tono con la efeméride que el viernes se observó en Puerto Rico, ayer se celebró con el montaje “La magia de los Tambores”, concepto de la folclorista, educadora y gestora cultural Margarita ‘Tata’ Cepeda.

Fue una tarde de conferencias y mucha bomba.

Asistió un nutrido y selecto grupo de personas, sin prensa, con la excepción de un par de medios digitales, como este.

Fue una tarde muy didáctica y reveladora.

Tras el protocolo de rigor, encabezado por Tata, directivos de Para la Naturaleza, la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades y el sacerdote Carlos Eduardo Granados, inició el ciclo de conferencias sobre temas como el trasfondo histórico de la Hacienda La Esperanza, la esclavitud en Puerto Rico, los orígenes geográficos y culturales de la bomba, los elementos de la expresión afroboricua y la bomba como signo de resistencia contra la opresión.

El arqueólogo Miguel Rodríguez destacó la novedosa celebración de la abolición. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

“Ha sido una bendición desde el momento que llegué aquí por una invitación de una estudiante y su esposo. Entiendo que fue un llamado porque será un duelo y una sanación no solo para ellos [los esclavos africanos], que fallecieron aquí, sino para nosotros. Tenemos que educar, respetar y pasar el batón y seguir luchando y cambiando esa historia fea porque nosotros seguimos siendo esclavos de alguna forma […] La historia nos la han perfumado y tenemos que manejar esto para tener paz en nuestros corazones”, dijo Tata, directora de la Escuela de Bomba y Plena Doña Caridad Brenes de Cepeda, con sede en la Fundación Nacional para la Cultura Popular en el Viejo San Juan, y quien dijo que de lo acontecido en la Hacienda La Esperanza se producirá un devedé sobre los orígenes de la bomba que será distribuido, incluso, en la diáspora.

Por su parte, el doctor Miguel Rodríguez, ex rector del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, resaltó el hecho de que la actividad de la efeméride de la Abolición de la Esclavitud se haya descentralizado de San Juan.

“Es una forma nueva de celebrar este día. Casi siempre se ofrecen conferencias sobre nuestros abolicionistas, pero aquí estamos juntando la cultura; el arte, la arqueología y la música, en una forma muy particular para que sea educativa. Aquí hay mucha gente que está descubriendo la historia con la espiritualidad de la música y nos saca un poco de la academia y la universidad para estar en el lugar de los hechos porque aquí hubo muchas personas esclavizadas que participaron de rebeliones. La abolición de la esclavitud la celebramos de forma novedosa, afirmativa y con un sentido de lucha por la afirmación de nuestra identidad”, señaló Rodríguez, arqueólogo y discípulo de don Ricardo Alegría.

Los bailes al golpe de bomba enmarcaron con emotividad la celebración. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

El cierre de la actividad fue precedido por un acto de fe, identificado por los organizadores como una ceremonia de duelo y bendición de los seres esclavizados muertos en la Hacienda La Esperanza.

El padre Carlos Eduardo Granados oró por sus almas no sin antes solicitar la indulgencia divina para la iglesia temporal de siglos pasados por su silencio, complicidad e inacción.

Sin embargo, la reverenda y pensadora Eunice Santana, con su contundente verbo profético, resultó la voz que despertó e interpeló conciencias al denunciar la esclavitud del colonialismo, evidente por demás en tiempos de la Junta de Control Fiscal.

“Esa esclavitud es evidenciada a gran escala y todo color en la relación colonial que nos vincula con Estados Unidos. La lógica y los valores del sistema imperante, del cual San Pablo nos pide no conformarnos, nos conduce a mirarlo todo desde la óptica de lo que a mí me conviene. Actuar a mi conveniencia sin importar a quién me lleve por delante o cuánto daño cause”.

Aunque no es católica, su disertación emanó del Evangelio de los Pobres proclamado por el Cristo y fue discurso profético consonante con la Doctrina Social de la Iglesia.

La reverenda Eunice Santana llamó a la reflexión colectiva frente a la legendaria hacienda manatieña. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

“A otros niveles [la esclavitud] significa acumular riquezas no importa cómo se obtengan; adueñarse de todo y todos y utilizarlo para beneficio propio; mantenerse pisoteando a los demás no sea que se agucen y traten de liberarse. Engañar, mentir, acapararlo todo y ceder solo un poquito si con ello se gana más. Intimidar y mantener bajo control económico, sicológico y emocional. Privar de libertad política; imponer decisiones; controlar el pensamiento y obstruir el desarrollo. Destruir iniciativas que puedan beneficiar a otros y convencer a los demás de que poseen una inferioridad congénita o adquirida […] Ese es el sistema de esclavitud bajo el cual nacemos, nos criamos, subsistimos, sufrimos, luchamos y morimos en nuestro querido Puerto Rico, donde un amo entró por la fuerza sin ser invitado y en contubernio con el amo anterior, se declaró dueño y señor de todo un pueblo y sus pertenencias […]”

Precedida por el fuerte aplauso a la reverenda Santana, la folclorista Tata Cepeda, con una dirección artística minuciosa y muy articulada en su emotividad y pertinencia histórica, enlazó poesía, actuación, baile, toques y cantos de bomba coincidiendo con el crepúsculo de un atardecer edénico.

Fue la bomba, como un lamento, quizás un réquiem a la memoria de los ancestros africanos esclavizados en La Esperanza, la que alcanzó el Cielo como plegaria y oración.

La bomba que los emancipó y rebeló.

La cadencia mulata que los sublevó. Y que, como en la representación teatral, aun rompe conciencia adentro las cadenas del yugo imperial porque no hay peor esclavitud que la espiritual.

Belén, belén…
Este es tu último belén…
Belén, belén…
Este es tu último belén…

Ya se pueden elevar
Sus almas que están en pena
Sus almas que están en pena
Ya pueden descansar…

Mucho sufrimiento hubo
Y aquí te vine a cantar
Pues las almas que en pena estaban
Ya pueden irse a descansar…

Ay, a Dios yo le suplico
Se vayan a descansar
Sus almas que en pena estaban
Con el belén que vine a cantar…

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