Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El nuevo álbum de Charlie Sepúlveda y su banda The Turnaround, “Songs for Nat”, es un producto exquisitamente labrado, cuyo fondo y forma se encuentran en perfecta armonía. Su fondo, o tema, es el amor que el trompetista siente por su nueva esposa, Natalia Mercado, a quien le dedica el disco. Su forma, o estructura, es la de un sexteto maravillosamente bien acoplado; llevan años tocando juntos y ello se nota en la natural fluidez de su expresión compartida.

Sobre esos dos pilares, Sepúlveda y sus músicos han construido un disco feliz, memorable y sabroso que se escucha repetidas veces sin que disminuya el placer de la primera. Esta producción, la segunda que el trompetista, compositor y líder de orquesta realiza para el sello HighNote, documenta además cuán bien esta banda ha ido definiendo su sonido, una especie de “hard-bop” (con sus esencias de blues y góspel) filtrado por el espíritu “latino”. Es un sonido propio, único entre todas las demás formaciones de jazz latino existentes.
El título del disco y su diseño de portada constituyen un doble “guiño”, o truco, para el oyente de jazz perspicaz. “Nat”, como ya se indicó, es la esposa del líder y no, como pudiera pensarse, Nat Adderley, otro gran trompetista, ya fallecido, con quien Sepúlveda guarda ciertas similaridades de estilo. (De hecho, por lo menos tres temas aquí incluidos “suenan” a Adderley –cabría pensar que el homenaje, entonces, es doble, al amor de su vida y a un músico que lo inspira).
Por otro lado, el diseño de la portada –ideado por el propio Sepúlveda- es una referencia explícita a “Filles de Kilimanjaro”, grabación clásica de Miles Davis en la que se utilizó como foto de presentación la imagen de Betty Mabry, quien se convertiría posteriormente en la esposa de Davis.
Pero lo más importante aquí es la música, por supuesto. “Exit 4” abre el programa con una rica y asertiva combinación de “riffs” blueseros. Norberto “Tiko” Ortiz, actualmente uno de los mejores exponentes del saxo tenor en Puerto Rico, ejecuta aquí el primero de varios solos de gran personalidad y hermoso sonido, que recuerda ligeramente a Joe Henderson. Una swingueante improvisación de piano de Bienvenido Dinzey, apoyado por el no menos swingueante bajo de Gabriel Rodríguez, es el preludio de la excitante descarga de congas de Gadwin Vargas.
“My Dear One” expresa claramente los sentimientos del líder hacia su pareja. Es un cha-cha-chá acompasado y dulce, que habla de paz y de encanto. Sepúlveda hace gala del hermoso sonido de su trompeta y Dinzey ofrece una melódica improvisación con múltiples recursos, incluyendo atractivos “block chords”.
Fiel creyente en nuestras tradiciones, Sepúlveda presenta a continuación la danza “Estampas”, con un solo resonante de trompeta que, como solían recomendar los grandes maestros del género, “cuenta su propia historia”. El contrapunto del saxofón de Ortiz es delicioso, así como el solo de bajo de Rodríguez –¡quien lleva 20 años con Sepúlveda!-, que evidencia su gran maestría técnica.
Sabrosa, saltarina y funky, “Nat´s Blues” es la segunda pieza de este álbum que recuerda a Adderley (la primera lo fue “Exit 4”). Ortiz manifiesta su lado Stanley Turrentine, mostrando la influencia de este recordado saxofonista, mientras que el solo de Dinzey en órgano y del líder en trompeta asordinada (con “plunger mute”) acentúan la sensualidad de la pieza.
“Frenesí” es una asertiva bomba en la que sobresalen la acertada síncopa de la improvisación de Ortiz en el saxo tenor y el astuto solo de piano de Dinzey, quien también sabe “tejer” sus propias narrativas en su piano.
“Natalia” es toda una declaración de amor musical y el centro emocional del disco. La trompeta de Sepúlveda alcanza aquí nuevas alturas de lirismo y expresividad. El mero hecho de haber decidido incluir un solo de bajo en esta balada, así como la memorable ejecución de Rodríguez, subrayan la fina musicalidad de esta banda.
“402B Blues”, un suculento son-blues que pudo haber sido escrito por Adderley (o por Horace Silver, otro de los grandes maestros del jazz) da paso a “Amelia”, un bossa nova suave que también es de carácter afectivo, pues está dedicado a la niña de siete años de Natalia.
“Liberty” es el magnífico fin de fiesta del álbum. Compuesto sobre la base armónica del clásico “La libertad lógico” de Eddie Palmieri, y no tan lejos de su melodía, es un tema brillante, en el que todos los músicos dan lo mejor de sí. Las disonancias y juegos con el tempo con que Ortiz comienza su solo son especialmente agradables.
“Songs for Nat” es un disco intensamente asertivo, tanto en sus momentos más delicados como en los más enérgicos. Cuenta con un excelente sonido de grabación. Y el hecho de que todos los temas fueran compuestos por el líder le confiere un aire de coherencia y autoridad. Se trata de uno de los mejores trabajos de este admirado músico puertorriqueño.
En un año en que, pese a todas las dificultades por las que pueda estar atravesando el País, la producción discográfica de jazz se encuentra en un nivel muy alto, este álbum debe ser un candidato incuestionable a la lista de lo mejor de 2018.