Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
La música –especialmente el jazz- y la iglesia han sido los dos pilares que han dado soporte a la vida de Ángel David Mattos, pianista, educador y arreglista que acaba de estrenar su disco “Alabanzza – Praise, Worship and Jazz”, en el que une de manera enteramente natural sus dos pasiones.

“El disco surgió naturalmente de mi interacción con la iglesia”, dice Mattos, uno de los mejores pianistas de nuestra escena contemporánea, en entrevista con la Fundación Nacional para la Cultura Popular. “Hace ocho años empecé a jazzear los himnos de la iglesia y poco a poco los fui trabajando. En el 2014 hice los arreglos y comencé a ensayar los temas”.
El esfuerzo rindió su fruto final este año y es toda una profesión de fe, así como una reafirmación de la total adaptabilidad del jazz a cualquier contexto.
Mattos califica el álbum como “una satisfacción grande”, porque tiene el potencial de agradar a públicos diversos. “Si no sabes nada de la iglesia te lo puedes gozar como un disco de jazz. Si eres una persona de la iglesia, igual. Y si eres de las dos, más aún. Me he dado cuenta de que la gente siente mucha paz cuando oye el disco. Por así decirlo, el disco ministra. Brinda tranquilidad y sosiego, y eso sí que me ha sorprendido. Mucha gente me ha dicho eso. La acogida ha sido buenísima”.
Nacido y criado en Bayamón, Mattos afirma con una sonrisa, “he estado en la música desde que nací”. Su padre, que se crió entre Naguabo y Fajardo, le inculcó el amor por la danza, el Festival Casals y la iglesia. Su madre (y sus tíos), oriundos de Hatillo, le descubrieron el mundo de la salsa, con Eddie Palmieri y El Gran Combo como protagonistas principales. Ambos se conocieron en el coro de Bayamón que dirigía su abuelo.
Una anécdota interesante de su vida es que Luis Maisonet, trompetista de la Orquesta La Selecta de Raphy Leavitt que falleció en un accidente automovilístico hace años, era su tío materno. Su fallecimiento, como lo sabe bien el pueblo salsero, dio origen al clásico “La cuna blanca”.
Su círculo cercano también lo “bombardeaba” con música, recuerda sonriente. Amigos como el cuatrista Orlando Laureano, quien asiste a la misma iglesia que él, y otros le presentaron desde el rock de Rush, Saga y Black Sabbath hasta la música de Emerson, Lake and Palmer y Fresh Aire, sin olvidar a Papo Lucca y “My Spanish Heart” de Chick Corea.
El jazz lo descubrió mientras estudiaba en la Escuela en la Libre de Música, en la que se acercó al piano, ya que lo suyo, hasta esa fecha, había sido mayormente el clarinete. “Vi el jazz como un ‘happy medium’ entre la música clásica, la popular y la de la iglesia. ‘Por aquí es que me quiero ir’, me dije cuando tenía 16 o 17 años”.

El primer disco que compró, con el modesto sueldo que ganaba dirigiendo un coro y tocando el órgano en la Iglesia Luterana de Levittown, fue “Incognito”, de Spyro Gyra. Seguía estudiando en la Libre y aprendiendo por su propia cuenta, “como se hacía antes, oyendo el disco y tocando con él”.
Posteriormente, al mudarse a los Estados Unidos, estudió Improvisación para Piano de Jazz y Educación Musical en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Para esas fechas, aprovechó todas las oportunidades que aparecieron para tocar con conjuntos y big bands.
Esas experiencias le facilitaron después la oportunidad de tocar con músicos y agrupaciones que admiraba, como Haciendo Punto en Otro Son. “Cuando mi mamá compró el primer disco de Haciendo Punto y ‘Las manos del campo’, de Antonio Cabán Vale, ‘el Topo’, y los puso, mi casa se iluminó”, rememora.
“Esos discos trajeron alegría a mi casa y nunca pensé que llegaría a dirigir esos grupos”, añade, como le sucedió con Haciendo Punto, que dirigió del 2003 al 2011, aproximadamente. Organizó el concierto final en homenaje a Tony Croatto, poco antes de su fallecimiento, y ha dirigido los coros corporativos de varias empresas, como Bacardí y El Nuevo Día, así como el de la Asociación de Maestros de Puerto Rico.
No obstante, la presencia de la iglesia ha sido primordial en su vida. Actualmente dirige el coro de la Iglesia Luterana Sion, que su abuelo Ángel Mattos Nieves fundó en 1950 y aún continúa activo (su abuelo, de hecho, cumple 100 años en estos días). “Mi iglesia se ha transformado de la música tradicional luterana, que es bien europea, a una ‘congrejazz-sion’ porque ahora toco, dentro de los parámetros de la iglesia pero con improvisaciones en los himnos. La congregación se ha nutrido de mi experiencia en el jazz”.

“En el jazz hay una tradición que lo une con elemento espiritual”, destaca Mattos. A nivel local, “(el guitarrista y ministro) Mike Arroyo tiene sus discos, así como (el saxofonista) Jorge Vizcarrondo, en una onda cristiana más moderna, más pop. Los himnos que yo he seleccionado son del siglo 19 casi todos, de una tradición bien arraigada. Esa es la diferencia”.
“La música de la iglesia forma parte del jazz”, recalca el músico, “porque la Iglesia Bautista en Estados Unidos es uno de sus componentes, que llegó a New Orleans junto con otras tradiciones como el blues y la música caribeña. Todos se encontraron en New Orleans. Es la expresión de las personas sobre lo que viven”.
“Alabanzza” es básicamente un álbum de trío, con músicos invitados en algunas piezas. Sus “extraordinarios amigos” –según los califica- Héctor Matos y Egui Sierra tocan la batería y el bajo, respectivamente. Sierra también fue el ingeniero de grabación y mezcla de la producción.
Su hijo Andrés Gabriel toca la batería en dos temas y un selecto grupo de invitados –los guitarristas Jorge Laboy y Osvaldo López; los percusionistas Waldemar Reyes y Arnaldo Rivera; y los vocalistas Laura Sáez y Melvin Cotto- intervienen en varias selecciones. El repertorio consiste de himnos, excepto el tema final, que le da título al disco, y “Oh, profundidad”, una composición de su abuelo y adaptada por él. “Cambié los estilos, incluyendo samba, jazz latino y pop”, explica Mattos.
El disco incluye una pieza que constituye la primera grabación de piano solo de Mattos, el medley de “Los niños son de Cristo” y “Cristo me ama”. “Eso es un reto”, comenta el artista, en referencia al arte de tocar sin acompañamiento.
De hecho, han sido varios de los más grandes pianistas de jazz los que han inspirado su arte: sobre todo Chick Corea, pero también Herbie Hancock, Russell Ferrante (de los Yellowjackets), Lyle Mays, Joe Zawinul y Tom Schuman el tecladista de Spyro Gyra. “Ese fue mi impacto, la fusión con rock, con lo latino y con la música de Brasil”, dice el músico. “Después me di a la tarea de ver de dónde vino esta gente y descubrí a Bud Powell, Oscar Peterson y Thelonious Monk”. Entre los pianistas locales, admira a Papo Lucca, Eddie Palmieri y Edsel Gómez, “quienes son grandes maestros”. Más allá del piano, el guitarrista Pat Metheny es otro de sus músicos favoritos.

Uno de los grandes orgullos de su carrera ha sido el haber podido unir a Bob Mintzer y Paquito D’Rivera tocando clarinetes en su álbum anterior, “Traditions”, de 2008. Además se manifiesta orgulloso de sus otras dos producciones discográficas anteriores, “Preludio” y “Danzajj”.
La educación ha sido otra de sus grandes satisfacciones. De hecho, este año cumple tres décadas como maestro activo y se retira.
“En Rexville Elemental empecé el programa de Música, que terminó incluyendo coro, banda, rondalla y un grupo de jazz con los estudiantes, que llegó a tocar en Ventana al Jazz, en la Universidad de Puerto Rico y el Conservatorio de Música, entre otras plazas”, asevera. “De ahí han salido numerosos estudiantes que hoy tocan en orquestas. Por ejemplo, la oboísta de la Chicago Symphony empezó conmigo en Rexville. Otros son maestros de música”.
Además ha impartido clases en el Conservatorio de Música de Puerto Rico, la Universidad de Puerto Rico y la Universidad Interamericana. Dirigió el taller de jazz de la UPR desde 1999 hasta 2001.
“En este momento de tanto estrés en el País, hay que buscar espacios de paz”, enfatiza Mattos. “Esos espacios nos darán la ruta a seguir. En realidad está en nuestras manos. Tenemos que resolver por nosotros mismos, apoderándonos de las cosas que nos van a servir. Para empezar, tenemos que estar en paz. La música nos ayuda a encontrar esa paz y hallar soluciones”.