Otro aplauso a ‘Si me ven’

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

En ocasiones anteriores hemos expresado admiración y aplaudido al Orfeón San Juan Bautista, grupo coral creado en 2001, y dirigido por su fundador, el maestro Guarionex Morales Matos, y por el Dr. Daniel Tapia Santiago. Pero el estreno mundial de la ópera de cámara en dos actos “Si me ven llorando” de Guarionex Morales Matos, el cual tuvo dos galas (16 de agosto: A beneficio de la Escuela Coral del Orfeón; 17 de agosto: A beneficio de la Casa Protegida Julia de Burgos) antes de su estreno para el público general el 18 de agosto en el Teatro Victoria Espinosa, nos llenó de desbordante orgullo nacional. Y no nos referimos al hecho de que, dada la crisis, se funciona contra toda adversidad, lo cual se triplica en la producción y montaje de una ópera. “Si me ven llorando” nos hubiera conmovido aun en el teatro para óperas de los héroes de la tierra en el Walhalla.

La historia se enmarca en una realidad social. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

No veíamos un estreno de una ópera de cámara puertorriqueña, desde “El mensajero de plata” de Roberto Sierra con libreto de Myrna Casas, producido en 1987 por Luis Pereira para Opera de Cámara, Inc., compañía que fundó y dirigió hasta su triste muerte en 1989. Confesamos que, sentados entre el público, recordamos aquella ocasión donde un amigo alcanzaba un gran sueño y nos fundimos en la emoción de la nueva experiencia.

“Si me ven llorando”, libreto de Yamil Maldonado Pérez basado en el cuento “La novatada” de Carlos Vázquez Cruz, contó con la dirección musical de Daniel Alejandro Tapia, la dirección escénica de Nelson Rivera, y la participación de un derroche de talento profesional y emergente.

Conforme dijera el propio compositor a la prensa el título de la ópera “se tomó prestado del bolero ‘Silencio’, de Rafael Hernández, que recoge en gran parte el espectro emocional de lo que ocurre en la trama”. También dijo: “Se utilizan al menos 10 boleros con fragmentos originales, pero las melodías y los ritmos son creaciones nuevas”.

Aunque la historia de esta ópera puede resultar atrevida, la entendemos como muy real. A lo largo de nuestra educación, desde kindergarden, hemos sido bombardeados con mitos sobre nuestra realidad familiar. Uno de los mitos es la unión familiar en el pasado. Sabemos que los censos de principios del siglo 20 indican que, de cada tres familias, en una estaban papá y mamá con hijos, en otra estaba solo mamá con hijos, y en la otra, los abuelos con los nietos. Sabemos que, durante la primera mitad del siglo 20, un hombre tenía fácilmente tres distintas mujeres en distintos pueblos de la isla, todas con hijos y una casa que llamaban hogar. En tal sentido, todos podríamos ser parientes. Conocemos también realidades que tienen que ver con violencia y acoso sexual en las familias, por parte de personas que, en lugar de abusar, deberían proteger. Algunas de esas realidades las hemos visto de cerca. Temas fuertes, en una ópera, no son algo nuevo (En realidad nada es fuerte desde Edipo Rey). La Traviata, por ejemplo, trata sobre una prostituta. Podemos decir esos temas son atractivos. En el caso de esta obra, que combina muchos artistas en su montaje, lo que puede resultar escandaloso para algunos, está tratado con mucha elegancia sin alejarlo de la verdad. Mantener la realidad es algo difícil en una ópera.

La trama se desarrolla en una casa de campo de San Lorenzo. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

El asunto se desarrolla en una casa de campo de San Lorenzo, en la década de 1980. Una reunión dominical une a dos familias emparentadas entre sí. Un encuentro ocurre cada domingo y el mismo siempre está acompañado por un programa radial de boleros (filín). Viven en la casa campestre con sus padres, Blanca, de 14 años (Ambar Cristina, soprano) y Joaquín de 16 años (José Manuel Camuy, barítono). Estos dos protagonistas se disponen a experimentar su primera vez en el amor activo y los recipientes de ese amor, son los dos primos visitantes, Edgardo de 30 años (Martín Alicea, barítono)) y Esteban de 14 años (Christian García Roque, tenor). El asunto es terrible: Blanca, todavía una niña, sostiene relaciones con su primo Edgardo, mayor de edad, mientras Joaquín le confiesa su amor a su primo Esteban, ambos adolescentes. Edgardo es un mujeriego empedernido sin sentido de responsabilidad, y Esteban es incapaz de amar a Joaquín porque sostiene relaciones con otro hombre “quien menos esperas”. Ese hombre resulta ser su tío, precisamente el padre de Joaquín. Demasiado terrible para repetirse con frecuencia.

El cuarteto Camuy, Alicea, García y Cristina, de voces radiantes y calibradas, repartió magia en todas sus intervenciones. Destacaremos a los barítonos José Camuy y Martín Alicea, por la seguridad, dominio y control escénico en todos los sentidos.
Algo sumamente original y muy bien resuelto, fue la participación del coro como las ondas y canciones radiales, en el segundo piso del escenario. Las sopranos Keisha M. Díaz, Valeria Alicea, Anisabel Torruella Suárez; las contraltos Daisy Torres, Johly An Quiñones; los tenores Andreas Stoltzfus, Juan Carlos Pizarro; el bajo Héctor Cruz, tuvieron su participación estrella junto al barítono Miguel Difoot quien brilló como el locutor.

La soprano Yaritza Zayas interpretó su rol de madre de Blanca con dignidad. Completaron el elenco Iliana García, Francisco Javier Martínez y Rafael Martínez.

“Si me ven llorando” tiene un narrador formado por una trilogía. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Esta ópera tiene, además, un narrador formado por una trilogía, la cual está presente en la tradición mitológica de todo arte. Musas, parcas, ellas llegan de tres en tres. Este trío rinde honor, por ejemplo, a las tres damas y a los tres genios de La Flauta Mágica, y como en la ópera de Mozart, en ambos tríos, cantan dos sopranos y una contralto. En “Si me ven llorando”, el merecidísimo reto recayó en Melliangee Pérez, soprano; Magda Rodríguez Lupeschi, soprano; Fabiana González, alto. Bravas!!! Entendemos que este trío, tanto en composición, libreto, dirección escénica, ejecución, e interpretación, son el acierto más poderoso y encantador de esta producción.

La propuesta tuvo muchos aciertos. La orquestación fue magnífica, asimismo el desempeño del compositor y el director musical. No extrañamos los violines. La orquesta logró hacernos olvidar que era reducida. La feliz batuta de Daniel Alejandro Tapia se fundió con sinceridad estética y aportación elegante con la obra de Guarionex Morales Matos. Lo que se escuchó, (“deconstrucción melódica y armónica”) fue absoluta belleza. ¿Qué más podemos decir?

Aplaudimos a las Cuerdas de Orfeo: Lourdes Negrón (viola), Luis R. Cintrón Morlá (chelo), Luis Sebastián Pabón (chelo), Reynaldo Robles (contrabaj), Cristian Omar Gautier (oboe), Jailine Rivera (flauta), Jesuet González Albelo (clarinete), Nicole Maldonado Pérez (fagot), Armando Omar Rentas González (percusión), y Ernesto Busigó (pianista).

Nelson Rivera, director escénico creativo y funcional, resolvió el reducido espacio del escenario arena a dos lados, muy bien. La escena lucía amplia y cómoda, a pesar de la cantidad de personas en su tráfico. Rivera demostró dominio del escenario experimental y maestrías propias del profesional que dirige ópera. Tal vez pudo considerar tener balance en ambos lados en cuanto a visual y acción. Las pomarrosas en las manos de las tres divas, en lugar de la clásica manzana, en la escena de la seducción de Blanca, nos metió el dedo puertorriqueño en la llaga. Muy bien.

El elemento más fascinante de la escenografía fue la fotografía de una cornucopia repleta de frutas suspendida del espacio que colgaba desde el telar: abundancia, codicia y connotación sexual. Las luces encima de la cornucopia lograron el efecto de la sombra dos teteras proyectadas en dos de las paredes del escenario. La unión de propósitos entre las luces y la escenografía en función de la pieza, aportó ambientación estética. El crédito de elaboración de escenografía lo tiene Rafael Miranda Mattei. Las luces son de Pedro Iván Bonilla. Felicidades a ambos.

Dada la duración (media hora cada acto), el tema de vigencia, el montaje y la “armonía en la desarmonía en la fusión de géneros”, esta ópera es idónea para jóvenes que nunca han tenido encuentros con la ópera en un espacio teatral.

Laureles de oro para Guarionex Morales, en su primera ópera. Y aunque producir y montar óperas sea labor de titanes, sobre todo en estos momentos en nuestra nación, esperamos la otra y después la otra y después la otra. ¡Qué viva el Orfeón San Juan Bautista con todas sus actividades y su noble misión! No se hace la patria protestando y despotricando, la patria se construye en la acción.

“Si me ven llorando” fue coproducida por Orfeón San Juan Bautista junto con la Fundación Arturo Somohano.

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