‘Mind of a Master’: calidad suprema

Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Bobby Valentín es una de las leyendas vivientes de la salsa, una de las auténticas Estrellas de Fania que le dieron forma a este incomparable género musical y lo proyectaron alrededor del mundo. Pero si no lo fuera, hubiera podido tener una carrera igualmente exitosa en el jazz, como lo demuestra en su primera grabación en este estilo, “Mind of a Master”, publicado por Bronco Records, su propio sello discográfico.

Como el primer amor, esta es música que no tiene pasado, lo que resulta especialmente maravilloso si se considera que es el producto de la mente de un hombre que tenía 76 años a la hora de grabarlo (recientemente cumplió 77). Dicho en otras palabras: Bobby Valentín no solo conserva intacta su creatividad artística, sino que es capaz de llevarla un paso más allá, descubriéndonos una faceta nueva de sus capacidades musicales.

Decir que esta música no tiene pasado no significa, ni mucho menos, que no se inscriba dentro de una tradición musical, que en este caso es doble: la jazzística y la “latina”. Significa, en cambio, que Valentín ha tomado algunas de las convenciones y usos de ambas tradiciones y las ha recreado con notable frescura y originalidad. Pienso en la frase tantas veces citada del crítico Whitney Balliett: “el jazz es el sonido de la sorpresa”. Esta música sorprende con frecuencia y con cada escucha se le descubren nuevos logros y matices.

Tomemos, por ejemplo, el tema que abre el disco, “De nuevo a la carga”. Tras un comienzo al estilo del pasodoble español, el septeto acomete una rápida serie de intercambios de cuatro compases (“fours”) que demuestran la vitalidad de los vientos y la percusión. Pero lo que pudiera extenderse por largos minutos dura apenas 3:28, lo que convierte este tema en algo así como una obertura o un suculento aperitivo para abrir el apetito del melómano.

Como suelen hacer muchos jazzistas, Valentín hace alusiones aquí en varios de los temas a su propia historia musical y personal. “Latin Gravy”, tema que ya había grabado con Johnny Pacheco décadas atrás, nos lleva a las ricas cadencias del jazz de Nueva York. “Orocoa”, título que combina los nombres de Orocovis y Coamo, “los dos pueblos natales” del músico, es todo un festín jazzístico, con recursos propios del género como disonancias, “stop-times” y veloces partes escritas. “Blast Off”, grabado por Tito Rodríguez bajo el título “El mundo de las locas”, recuerda los días del legendario Palladium en Nueva York y sirve de marco a un poderoso solo de saxofón tenor de Iván Renta, uno de los invitados en el disco.

La secuencia de “Coco Seco” y “El cumbanchero” está especialmente bien lograda. Como se recordará, el primer tema está incluido en el clásico álbum “Rey del bajo”, que Valentín publicó en 1974, en un estilo semi-rockero y con el fenecido Frankie Hernández en la parte vocal. Aquí es pura disonancia y jazz, con el líder vocalizando el coro por sí mismo. El segundo es una rica combinación de cadencias de guajira y rumba, con descargas de congas y batería a cargo de Javier Oquendo y David Marcano, respectivamente.

La melodiosidad de “Mellow Funk”, el blues intenso de “Endless Love”, el trombón de Eliut Cintrón en “Freedom” y la riqueza musical del último tema, el clásico “God Bless the Child” de Billie Holiday, redondean un álbum completo y sin fisuras. En particular, “God Bless…” merece una mención más específica. Aparte de servir como un “mini-concierto” para el saxofón de Iván Renta, es tal vez la mejor muestra del talento de Valentín como arreglista en este álbum, así como de su conocimiento del lenguaje jazzístico. Empieza con una breve coral, luego pasa a un puro sabor de góspel y tiene “moñas” cercanas a la salsa y swing 4×4, todo fluyendo de manera enteramente orgánica. Una gran variedad de recursos, desplegados de forma inteligente.

El disco tiene aún otras fortalezas más: la marcada presencia del bajo, no solo en improvisaciones sino también en las partes escritas y en su continuo apoyo a la música; la potente fuerza que exhibe este septeto, que suena casi como un big band; y la novedad de escuchar a Valentín tocando el fliscorno (otro de sus instrumentos preferidos, junto a la trompeta) en “Endless Love”, con delicadeza y hermoso sonido.

Un disco, por supuesto, sólo será tan bueno como los músicos que participen en él. Aparte de los ya mencionados, hay que destacar el trabajo de dos que llevan años con Valentín: Angie Machado en la trompeta y Ángel Luis Torres en saxo alto. Eduardo Zayas ejecuta varios excelentes solos de piano, mientras que José Nelson Ramírez y Orlando Santiago hacen sus aportaciones en órgano Hammond y cuarteto de cuerdas, en un tema cada uno.

“Mind of a Master” es un título muy apropiado para esta grabación. Si alguien se preguntaba qué más puede haber en la mente de un maestro luego de 50 años de carrera musical, aquí está la resonante respuesta. Bobby Valentín tenía que hacer este disco en algún momento de su vida; muchos conocemos hace años el gusto que siempre ha sentido por el jazz. Al hacerlo finalmente, con toda seguridad tiene que haber disfrutado el darle rienda suelta a sus talentos como bajista, arreglista, director de banda y productor en el género del jazz. Su público le agradece este tesoro musical, que es, sin duda alguna, uno de los mejores discos del año.

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