Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Yo tenía siete, tal vez, ocho. Pudo haber sido 1959 o 1960. No recuerdo el año exactamente, tampoco recuerdo el galán. El asunto es que no me perdía aquella telenovela que tenía como tema el instrumental de la canción “Silencio” de Rafael Hernández. El nombre de la telenovela era “Lucecita”, la antagonista era Helena Montalbán, la protagonista, Mercedes Sicardo. ¡Qué linda era! ¡Parecía una princesa y yo quería ser como ella! Le creía, además, cada palabra, cada gesto, de la bondad del personaje que interpretaba. Era mi ídolo. Pasaron unos meses, cuando nos informaron a toda la familia que tío José Luis (así le decíamos a Chavito sus sobrinos) se casaba con Mercedes Sicardo y la íbamos a conocer. ¡No lo podía creer! El día en que, por fin, la vi en persona por primera vez, no podía dejar de mirarla. Caminaba como princesa, sonreía como princesa, movía las manos como princesa, se sentaba como princesa. Era una princesa de verdad. Ese día, me senté al lado de ella y conversamos un rato. Aunque yo era una niña, me tomó con mucha seriedad.

Chavito y Mercedes se casaron en España el 1 de mayo de 1961. Estaba muy de moda el estilo Jackie Kennedy, pero todavía se usaban las cancanes. Las mujeres salían a la calle ataviadas con guantes y sombreros. La boda de Chavito y Mercedes era un gran acontecimiento. Casi toda la calle Piñero de Río Piedras, donde vivían mis abuelos Gloria y Germán, abordó el trasatlántico Antilles rumbo a España, para asistir a la boda, cancanes, gabanes, sobreros y guantes incluidos. Hasta la actriz española Maruja Mas, quien protagonizaba para entonces una telenovela llamada “La máscara”, llegó con oso de peluche gigante para su hijo Gustavo que estaba en España. Despedimos al Antilles con bombos y platillos. Mercedes se quedó en Puerto Rico y salió en avión una semana después.
Recuerdo como si hubiera sido ayer, el bellísimo traje de paja blanca en combinación con el sombrero, y los zapatos de Balenciaga que lucía Mercedes cuando bajó del avión que la trajo de regreso a Puerto Rico como la feliz Sra. Marrero, junto con un orgullosísimo Chavito, quien no soltaba la mano de su reina ni por equivocación.
Yo crecí entre la casa de mis padres, la casa de mis abuelos y la casa de la familia Marrero Sicardo. Tuve muchas oportunidades de compartir con Mercedes y no las desaproveché. Ella tenía mucho para contar. Las historias que más me apasionaban eran las de la Guerra Civil Española y las vivencias de la familia cuando se mudaban de país en país. De hecho, Mercedes hablaba francés e italiano con fluidez.
Titi Mercedes (así le decíamos todos los sobrinos de Chavito) nació el 24 de septiembre de 1927, en Madrid, España, como María de las Mercedes Sicardo Carderera. Era la hija menor de tres hermanas, de Mariana Carderera y el Coronel José Sicardo. Durante la Guerra Civil, y dado que el Coronel era anti franquista, la familia tuvo que salir de España. Como el Coronel había nacido en Puerto Rico, no se le hizo difícil venir a la isla junto con las hermanas de Mercedes, María Isabel y María del Pilar, y doña Mariana. Llegaron a San Juan el 25 de mayo de 1940.

Interrogué a Mercedes sobre su vida como hija del Coronel en España, y ella siempre respondió con anécdotas espectaculares para mí. Recuerdo que me contó que la familia había salido de España vía Francia, con otros nombres y con algo guardado en el bastón del coronel. Recuerdo la historia de la institutriz rusa que contrataron sus padres para que atendiera a las niñas, pero que era, en realidad, una espía que vigilaba al Coronel. También me contó cómo una monja en un colegio en Roma, donde el Coronel vivió como diplomático, le quitó la manía de hacer en su cumpleaños lo que le daba la gana: “Me llevó a lo alto del campanario de la iglesia, desde donde se veía toda Roma y me dijo: ¿Ves qué grande es la ciudad? Allí hay miles de niños que cumplen años hoy y a nadie le importa.” Por ser su padre una figura respetada en España, no solo por militar, también como escritor y periodista, Mercedes compartió tiempos y espacios con personalidades como Ramón del Valle Inclán, amigo personal de su padre.
Las sobre mesas en la casa Marrero Sicardo eran muy divertidas y concurridas. Siempre había invitados a cenar, y aunque la comida, confeccionada por la pareja, era excelente, el intercambio amistoso que seguía la cena era el verdadero atractivo. En una de esas veladas hablábamos de los grandes mecenas de la historia y lo bueno que sería que se pusieran de moda. Entonces, Mercedes me informó que ella descendía de los Medici. Semanas más tarde, me llamó aparte. Aunque le creí porque ella no acostumbraba a mentir, Mercedes quería enseñarme su árbol genealógico para demostrarme que era cierto, que descendía de los Medici por parte de su madre, tal como ella me lo había dicho.

A pesar de su educación de privilegio, Mercedes no mostraba aires de superioridad, ni discriminaba en contra de nadie. Poseía, además, amplitud de criterios, y siempre estaba dispuesta a aprender lo que fuera. Con ella tuve conversaciones sobre budismo y otras religiones, sin que saliera una sola palabra de censura de sus labios. Trabajar con ella como actriz era lo mejor que le podía pasar a una producción por su excelente labor y comportamiento. Sus primeros trabajos fueron como libretista. De ella, y de Chavito, aprendí sobre los formatos de libreto para radio y televisión. Nunca faltaron los consejos de tía en mi vida privada y en mi vida profesional. Pocas personas vieron su carácter fuerte. Podía ser muy firme. Las pocas veces que la vi furiosa se ponía muy simpáticamente española, en el decir y el accionar. Era también muy protectora, su familia era todo para ella. Tenía la preciada habilidad de aceptar a las personas tal cual son.
Cuando Mercedes trabajaba como libretista de radio en WIPR, la artista Luisa Geigel de Gandía la ayudó a entrar al Ateneo Puertorriqueño, donde conoció a nuestro dramaturgo nacional René Marqués quien la dirigió en su debut profesional como actriz en la obra “El landó de seis caballos” del español Víctor Ruiz Iriarte . Mañana jueves 3 de mayo, será, precisamente, en el Ateneo donde se aplauda de pie a nuestra actriz por última vez.
Su muerte deja una tristeza inmensa en sus hijos María Lourdes y su esposa Kim Simmons, José Luis y su esposa Raquel González, Ana María y su esposo Jorge Monserrate, y sus nietos María Gabriel Marrero, Sergio Marrero, Mariana Marrero, Andrés Enrique Monserrate, Alberto Monserrate Marrero, Pedro José Monserrate Marrero, Fernando Enrique Monserrate Marrero. Ellos, orgullosos y agradecidos de llevarla en la sangre, la visitaban muy a menudo, la agasajaban y procuraron que tuviera una excelente calidad de vida en el Hogar Santa Teresa de Jornet, donde vivió sus últimos años y murió mientras dormía el pasado viernes 27 de abril.
Una leyenda de amor –
Narra la leyenda que Mercedes Sicardo conoció a José Luis (Chavito) Marrero, en una función donde él trabajaba como actor en el Teatro Tapia de San Juan. El se enamoró de ella a primera vista, pero ella tenía una responsabilidad con su familia y no pensaba en el amor. Chavito perseveró, y ocho años después se casó con el amor de su vida en la Iglesia de los Jerónimos, en España. La unión duró 40 años hasta que Chavito trascendió esta vida.

Hace cerca de un año, mi prima, Ana María, me pidió, a nombre de sus hermanos María Lourdes y José Luis, que fuera testigo de la exhumación de su padre, para fines de cambiarlo de cementerio. La fecha de ese evento sería el 3 de mayo de 2018. Ese día, Chavito sería llevado desde el cementerio de Buxeda en Cupey, al cementerio María Magdalena de Pazzis, en Viejo San Juan. Así se hará. No existe la casualidad. Mercedes Sicardo estará de camino a su última morada en el cementerio María Magdalena de Pazzis, precisamente el jueves 3 de mayo, unas horas después que lo haga él.
Cuando Mercedes llegue, allí estará su Chavito, esperándola, muy cerca de las olas de ese Atlántico inquieto. Si una que otra noche en la arena que forma la orilla de esa playa, los vecinos de La Perla, o los enamorados escondidos, los ven caminar tomados de la mano, como todavía será su costumbre, y entre el ruido del mar y los vientos escuchamos sus risas, será porque una ola traviesa los tumbó y como niños los verán jugando entre las aguas. Cuando pasen los años y el cuento corra de boca en boca en la ternura irreemplazable de nuestra tradición oral, no sorprenderá una leyenda que comenzó en el pasado sin comienzo y caminará en nuestras crónicas hacia un futuro sin final.
Para información biográfica sobre Mercedes Sicardo, pueden visitar el portal de la Fundación Nacional para la Cultura Popular en la siguiente dirección: https://prpop.org/biografias/mercedes-sicardo/