Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Fue un concierto para apreciar, una vez más, el virtuosismo del profesorado de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR).

No fue un concierto pop, sino una jornada de música clásica puertorriqueña.
Legítima.
Absoluta.
Original.
Convincente y complaciente.
De aquí y con identidad loable.
En el podio de la OSPR estuvo su director asociado, el maestro Rafael Enrique Irizarry, batuta de “La Música de Puerto Rico” que se tradujo en un programa exquisito al nivel, con el respeto de los puristas, de los grandes conciertos y sinfonías de la tradición académica europea.
A la hora indicada, en la Sala Sinfónica Pablo Casals, la OSPR inició con la interpretación de la composición “Pensamientos fugaces” que el Festival Casals comisionó a Mariano Morales en la efeméride de su cuadragésimo aniversario.
Es una obra vanguardista, abstracta, reflexiva e introspectiva que incorpora elementos de la música libre que, a su vez, registra momentos sublimes y de gran lirismo gracias a la ejecución de la sección de cuerdas y los solos e interludios del chelista principal Luis M. Rojas.

Acto seguido, los primeros y segundos violines; las violas, chelos y contrabajos permanecieron en el escenario para protagonizar la interpretación de “Cuatro piezas para Orquesta de Cuerdas”, creación de Roberto Milano que se remonta a 1963.
Estructurada en cuatro piezas (“Cavatina”, “Capriccio”, “Canzona” y “Danza-Aria-Danza”), la dirección de Irizarry, correcta y sensible en demasía, propició una atmósfera de sensaciones variadas, como la intimidad, el suspenso y la intriga, que evidenciaron el poder de la música sinfónica. Además, el uso del silencio, la velocidad y recursos expresivos, como los contrapuntos de violines y chelos, honraron la memoria del compositor puertorriqueño, cuya obra es digna de mayor divulgación.
El “Concertino Classico para Trompeta en Do y Pequeña Orquesta” de Jack Délano presentó como solista a Felipe Rodríguez. En sus tres movimientos (“Allegro moderato”, “Andante” y “Allegro vivace”) el director logró sugerir y comunicar las intenciones del autor al plasmar en el pentagrama sus experiencias de búsquedas y descubrimientos por la entraña de la pobreza de Puerto Rico durante sus jornadas como fotógrafo de la PRERA.
La presencia del aguinaldo y del seis fajardeño palpitaron en el expresivo fraseo del solista, dueño de un buen labio, tono, proyección e inflexiones en la trompeta. El acompañamiento de las cuerdas fue enternecedor y el motivo o melodía del tercer movimiento, complementado con la percusión, evidenció la presencia del seis corrido loiceño en la magna composición de Délano.

A segunda hora, la OSPR interpretó la obra “Danza de las ‘Variaciones puertorriqueñas sobre un tema por Mozart’, comisionada por el Festival Casals al compositor Raymond Torres-Santos en ocasión del bicentenario del fallecimiento del genial Wolfgang Amadeus Mozart.
Con vestigios de la danza puertorriqueña articulados evidentemente por la percusión menor, la composición subyuga por su acariciante melodía y su grandilocuencia e inmensidad sinfónica.
Luego, las cuerdas hicieron mutis, quedando en el escenario la sección de vientos (metales y maderas) para la presentación de la “Suite Puertorriqueña para banda de conciertos” de Lito Peña.
Su hijo Cucco observaba y escuchaba con atención. Sus expresiones fueron la mar de elocuentes. En sus tres partes (“Areyto final”, “Tres ritmos de bomba” y “Fantasía Caribe”) la “Suite Puertorriqueña para banda de conciertos” fue dedicada a la Escuela Libre de Música de San Juan en su 60 aniversario.
Es una monumental obra que inmortaliza a Lito y lo proyecta como un hombre ilustre de nuestra música que merece mayor estudio en los currículos de historia y cultura a nivel del Departamento de Educación. Sapiencia, musicalidad magistral; audacia; exuberancia; respeto por el folclor; sensibilidad hacia la belleza y arte elevado se conjugaron en la inolvidable interpretación de los metales y maderas de la OSPR.

El programa de “La Música de Puerto Rico” finalizó con “Escena para Orquesta”, composición del director asociado estrenada en Rousse, Bulgaria en 2017. De una melodía fantasmagórica, tejida en variaciones exquisitas y tiernas alternadas por las cuerdas, maderas y metales, “Escena para Orquesta” brilla por su elocuencia fílmica que sin duda confirma la influencia de John Williams, James Horner y otros mitos de la música cinematográfica en el compositor Rafael Enrique Irizarry.
Fue otro concierto de la OSPR merecedor de cinco estrellas. Una pena que la asistencia nuevamente resultara pobre y que algunas de las contadas personas en la Sala Casals aplaudieran antes de que las obras terminaran, lo que sugiere que el público que asiste a estas presentaciones necesariamente no está familiarizado con la cultura sinfónica.