Por Rafael Vega Curry
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El nuevo álbum de Brenda Hopkins Miranda, “Puentes”, pudiera muy bien ser el más importante de su carrera hasta la fecha. Hay varias razones para ello, aparte del simple y sencillo hecho de lo agradable que es -una de esas grabaciones a las que se retorna con gusto y en la que se descubren cosas nuevas con cada escucha.

En primer lugar, es una especie de síntesis y ampliación de las influencias que han guiado su carrera hasta ahora, desde la canción popular hasta el blues. En segundo lugar, porque demuestra la inagotable capacidad de reinventarse que posee la pianista, compositora y educadora. Y en tercer lugar, pero no menos importante, porque es una “carta de amor” a Puerto Rico, un álbum de reafirmación nacional, en estos momentos en que necesitamos, tal vez más que nunca, reafirmar lo que somos.
El disco hace honor a su nombre, pues es un “puente” entre muchas cosas: entre la innovación y la tradición, principalmente, pero también entre épocas, idiomas y estilos musicales. Suena notablemente fresco, pese a incluir temas de los que ya existen numerosas versiones, como el “Lamento borincano” o “Preciosa”. A ello contribuye de manera fundamental la presencia de cantantes, un elemento nuevo en la discografía de Hopkins Miranda.
“Honestamente, yo me siento más libre que nunca cuando estoy tocando”, manifiesta la artista, en entrevista con la Fundación Nacional para la Cultura Popular. “Son juegos de la imaginación, al escuchar una canción y poder imaginártela de otra manera”.
“En tiempos de crisis surgen ‘booms’ culturales, pues se resalta la importancia del arte para la expresión humana, para enfrentar los retos que tenemos delante”, añade.
La presentación oficial de “Puentes” será en el mes de junio, en el Teatro Tapia, y todo lo recaudado se destinará a ayudar a víctimas del huracán María.
¿Qué representa este álbum en tu carrera?
Es un momento bien importante por muchas razones. Me siento bien contenta sobre todo porque me demuestra a mí misma que me mantengo abierta a seguir evolucionando y descubriendo nuevas maneras de expresarme. Y para mí eso siempre ha sido parte de la misión que yo he adoptado. Saber que eso continúa me llena de mucha satisfacción. Por primera vez estoy trabajando con cantantes. Es algo que nunca había hecho y que creo que nunca me había imaginado que lo iba a hacer. Fue algo que surgió de forma bien natural, colaborando con amistades en un proyecto en que estaba tocando una vez al mes en Quebradillas. Se me ocurrió la idea de que, ‘si voy a estar yendo una vez al mes, déjame llevarles algo diferente’ y así fue que empecé a llamar a estos amigos que siempre he admirado y a crear esos puentes. También, por primera vez, estoy grabando música que no la compuse yo. Se me dio la oportunidad de expresarme como arreglista, que es otra de las maneras de uno crear. Arreglar es otra forma de componer. Fue una aventura en todos los sentidos.

¿Por qué se llama “Puentes”?
Yo nací para innovar. Definitivamente, innovar es lo que me apasiona. Aquí hay puentes entre idiomas, entre géneros musicales, entre generaciones, entre la parte arreglada y el “jameo”, o sea, lo que está más preciso y la libertad. Todas las canciones tienen ese puente, van de la canción al “jameo”. El puente está representado de muchas maneras.
¿Cómo se desarrollaron los arreglos de estas piezas?
Algunas de ellas ya llevaban un tiempo conmigo. Eso me ha pasado en los discos anteriores. Hay canciones que viajan con uno, como el “Lamento borincano”, que lo he tocado en muchos países, pero no había encontrado el proyecto para él. Yo sabía que en algún momento la tenía que grabar, pues una canción que me ha servido mucho para expresar lo que yo siento por Puerto Rico. Algunas canciones me acompañan desde mi niñez y mi propuesta es (investigar) si todavía hay espacio para innovar a través de ellas. Una vez comienzo el proceso creativo y abro esa compuerta, es como una avalancha de ideas. Me encanta eso de la música: tienes un momento para llenarte de influencias, tienes un momento para crear y un momento para compartir. Es un ciclo por el que vas pasando.
Hay un sentido de redescubrimiento, así como de alegría, en el disco, ¿no es cierto?
Es una oportunidad para celebrar las cosas que nos unen –de nuevo la palabra “puentes”- aquí en Puerto Rico, entre nosotros, darle digamos un espacio a lo positivo que tiene el país. Yo creo que la música puede aportar recordándonos las cosas positivas. Por eso hice este redescubrimiento. Pero además de alegría están todos los demás sentimientos, hay coraje (en una combativa versión de “Verde luz”), hay tristeza, porque son muchas cosas las que están sucediendo aquí. Definitivamente, Puerto Rico es el protagonista de este disco. Todos los que trabajaron en el disco, desde los músicos y cantantes hasta el artista gráfico y el ingeniero, todos son puertorriqueños. Eso también es una manera de celebrar lo positivo que hay aquí. Siempre para mí ha sido importante que mi música exprese sentimientos, y ahí están todos ellos.
Algunos de los temas, como “El cumbanchero” o “Preciosa”, se habían grabado varias veces anteriormente. ¿No tuviste temor de caer en algo repetitivo, que la gente dijera por ejemplo, ‘ah, otra vez ese número’?
Esa es parte del reto y a mí me gustan los retos. Yo creo que nunca me he ido por el camino fácil. De todas esas canciones, la que me puede haber causado un poco de ansiedad sería “Preciosa” probablemente. Obviamente está la gran versión que hizo Marc Anthony, que ya es un clásico. Pero haber descubierto que quedaba espacio para otra propuesta me dio mucha satisfacción. Saber que sí, que se puede. Yo creo que las buenas canciones tienen eso, que se pueden tocar de muchas maneras diferentes. Hay música que no tiene tiempo, que puede sonar fresca hoy, mañana… y esa es la música que a mí me gusta. Es como una invitación, que te dice, ‘ven, entra a este mundo’”.
¿Qué significó la presencia de cantantes en el disco?
Obviamente mi manera de tocar cambia, pues me muevo en otro rol. Pero mi manera de acompañar quizás no es la tradicional, de estar tocando acordes y así por el estilo. Casi siempre, cuando yo acompaño, estoy creando unas melodías que hablan con la melodía del cantante. Me gustó poder hacer eso, porque hacía tiempo que no lo hacía. Yo soy fanática de todos los cantantes que están en el disco, así que para mí fue súper divertido poder intercambiar ideas musicales con todos ellos. Los arreglos están hechos para sacar lo mejor de cada uno de ellos. Me acerqué al mundo de ellos, pero a la misma vez los halé un poco hacia mí –volvemos al concepto de puentes-. Yo sabía la esquina de ellos, sabía lo que ellos me podían dar. El arreglo estaba diseñado para que eso sucediera, pero a la misma vez sabía el potencial de otras cosas que ellos tal vez no están acostumbrados a hacer. Nos sacó a todos de nuestras zonas usuales.

La presencia del blues es bien importante en el disco. ¿Cómo encaja el blues en un proyecto esencialmente puertorriqueñista?
Del blues ha salido mucha música. Prácticamente todo lo moderno que conocemos, el góspel, el soul, el R&B, el hip-hop, el jazz, el country, el bluegrass, todo eso viene del blues. Si no has pasado por ahí, para mí es muy difícil que puedas entender las otras músicas. Además de eso, el blues tiene esa conexión con otras músicas, digamos, folklóricas, como el flamenco, que tienen algo bien auténtico, ese lamento, esa cuestión de la experiencia humana. Yo creo que es un espacio que le provee una profundidad a lo que uno hace. El blues es un género tan perfecto en sí mismo que lo puedes mezclar con lo que sea. El blues tiene un sentimiento que es universal. Es un desahogo que sale del alma.
¿Qué pertinencia nueva cobra “Puentes”, que, como ya dijimos, es un disco puertorriqueñista, luego del huracán María?
Yo miro hacia atrás, hacia los meses recientes, y es como si la música me hubiera dicho a mí lo que iba a pasar. Ahora miro unos videos que hice sobre el proceso de creación del disco, obviamente antes del huracán María, y parece que estuviera hablando del huracán. Yo cambié el concepto de la presentación del disco, a principios de junio en el Teatro Tapia, para que todo el que quiera entrar gratis, que entre gratis. El que quiera donar una cantidad, que lo haga. Todo ese dinero va a ir a fundaciones que genuinamente están trabajando con las víctimas de María. Por un lado es un regalo musical a todos los que quieran llegar y por otro, una manera de aportar, porque todavía queda tanto por hacer. El disco ha cobrado ese significado. Todos los artistas (que participaron en la grabación) van a estar allí y vamos a tocar el disco (completo) de arriba a abajo, como a mí me gusta hacerlo.
Cuéntame de los músicos que te acompañan en “Puentes”.
Este disco no lo hubiera podido haber logrado si no fuera con estos músicos. He tenido la suerte de poder rodearme de músicos que saben moverse por distintos mundos sonoros. No todos los músicos pueden hacer eso. Lo que hicimos antes de grabar el disco fue que estuvimos un año completo tocando en cuanta esquina había, creando ese ambiente de grupo y conociéndonos. El baterista, Manuel Martínez, fue estudiante mío en la Inter y el bajista, David de León, resulta que es su amigo de la infancia. El guitarrista, Christopher de León, es el hermano del bajista. O sea, que ahí hay tres que están bien conectados desde hace mucho tiempo. Al percusionista Andrés “Kino” Cruz, lo conozco hace muchos años, él es un artista en lo que hace, así como Frederick Lashawn, que toca cuanto instrumento de percusión hay. Y sobre todo, la actitud que ellos tienen de estar abiertos a las ideas. Todo el mundo dio el máximo. Cuando llegamos al estudio estábamos listos para soltarlo todo allí. Yo grabo todo en vivo.
A mí me gusta ir del flamenco al blues, por ejemplo, y sonar auténtica aunque no esté tocando exactamente flamenco o blues, sino una sugerencia de cada cosa. Que fluya natural y que sonemos auténticos. Esos músicos tienen esta habilidad. De nuevo, lo mío es la innovación. Pero no es que esté en contra de la tradición; las dos se complementan. Estos muchachos tienen esa apertura de moverse conmigo a dondequiera que vayamos a ir. Cuando toco la música de Janis Joplin o Nina Simone, no es un tributo; estamos metiéndonos en esas canciones y encontrándonos a nosotros mismos ahí. Cuando grabamos, estamos explorando. Yo quiero regalarle a la gente la realidad, la experiencia. Es casi como si estuvieras en un concierto.