Adrenalina sinfónica

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Presenciar en concierto a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico siempre es un privilegio.

Si es dirigida por maestros boricuas, como Roselín Pabón o Rafael Enrique Irizarry, la preeminencia se convierte en un lujo.

El concierto fue dirigido por el maestro Roselín Pabón. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Y si el solista es de aquí, entonces la cita es obligada e ineludible.

La noche del sábado, en el undécimo Concierto Clásico de la Serie de Abonos de la Temporada 2017-2018, la OSPR recibió en el podio a su director emérito, Roselín Pabón y como solista al concertino Omar Velázquez, sustituto de Henry Hutchinson desde hace dos años y quien, aparte de la experiencia acumulada con el virtuoso del violín, fue discípulo del inolvidable Pepito Figueroa.

El concierto fue estructurado por el director titular Maximiano Valdés en un tributo al compositor Leonard Bernstein en la coyuntura de su centenario.

Se suponía, conforme al programa de mano, que Omar Velázquez interpretara la “Serenata para violín y orquesta” (sobre El Simposio de Platón) de Bernstein, pero –como explicó días atrás en entrevista con esta revista digital- le solicitó al maestro Valdés que la cambiara “porque me di cuenta de que no era para mí esa pieza y le dije que no me estaba disfrutando el proceso”.

El maestro Valdés lo complació y, para su tranquilidad, se modificó el programa con la “Sinfonía española, Op. 21” de Edouard Lalo, precedida por la composición de Bernstein basada en tres episodios bailables de “On The Town”, que honró la memoria de este genio del teatro musical.

En “On The Town” brillaron, particularmente, la sección de metales de la OSPR y su director emérito Pabón. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Así inició puntual el concierto de anoche en la Sala Jesús María Sanromá del Centro de Bellas Artes de Puerto Rico, presenciado –y esto ya es un asunto que preocupa- por un público bastante limitado, pero que aplaudió los méritos de un programa balanceado.

En “On The Town” brillaron, particularmente, la sección de metales de la OSPR y su director emérito Pabón. El episodio “Great Lover” se nutre de elementos del swing mientras “Lonely Town”, con su peso en las cuerdas y sus esporádicos contrapuntos con los vientos-madera, es mucho más sugerente y alegórico, comparable con un poema sinfónico.

El movimiento “Times Square 1944” cerró el tributo a Bernstein con una aproximación al jazz de la época, con una buena carga de blues, giros rítmicos, pasajes orquestales traviesos y de sobrado humor. El aplauso del soberano ratificó la magistral dirección de Pabón.

El violinista Omar Velázquez continuó la velada como solista en la “Sinfonía española, Op. 21”, de cinco movimientos. Nervioso y tenso, desorientado en su postura y gestos, excediéndose en el uso del pañuelo para secar sus manos y acudiendo a su botella de agua, a la altura del tercer movimiento “Intermezzo: Allegretto non troppo” la adrenalina salvó a Omar, quien superó la desafinación y la pobre proyección sonora de los inicios de su interpretación.

La obra exige un dominio absoluto de técnica y fraseo, sobre todo de parte de la gama de música española, latente en no pocos compases de la partitura.

Afortunadamente, el joven violinista, que habitualmente se desempeña como concertino de la OSPR, mejoró su volumen, impresionó con su desplazamiento del registro grave al agudo con arqueos precisos y, en especial, arrulló a la escasa concurrencia con su sentido melódico, aunque a veces parecía que el solista y la Orquesta se movían por senderos diferentes, ya que el director la limitó bastante, quizás para no deslucir a su pupilo.

No fue una interpretación fácil, pero el aplauso final sugiere que resultó aceptable.

La Orquesta Sinfónica de Puerto Rico articuló con elocuencia y sentimiento la obra de cierre del concierto. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Tras el intermedio, la OSPR regresó con la “Sinfonía número 2 en re mayor, Op. 43” de Jean Sibelius. De un tema, motivo o melodía hermoso, en esta Pabón liberó a la Orquesta, cuyo desempeño en cada uno de los cuatro movimientos fue un deleite sonoro, como la lectura del primer movimiento (Allegretto), que integra exquisitamente y con gran precisión compases de violines, violas y chelos, con metales.

La obra, en su amplísima dimensión, es un magnánimo clímax lírico que se pasea entre suspenso, misterio y romanticismo. El primer movimiento, inmenso, intenso e intrigante por demás, sintetiza a manera de entremés el tesoro artístico-musical que, integralmente, destila esta obra.

Hipnotizador y avasallador, el cuarto y último movimiento gravita de múltiples formas por su melodía, que la OSPR articula con elocuencia y sentimiento, logrando que se tararee y se atesore el recuerdo de la sublime y hermosa melodía del eximio Sibelius.

La Serie de Abonos 2017-2018 de nuestra Orquesta Sinfónica finalizará el sábado 2 de junio con el duodécimo concierto en la Sala Pablo Casals del Centro de Bellas Artes.

Con el director titular Maximiano Valdés en el podio, la OSPR interpretará “El Anillo de Nibelungo”, creación de Richard Wagner considerada –según consta en el programa de mano- “una ópera ambientalista adelantada a su época”.

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