Gigante de la decencia

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Conversamos en el verano de 2016, previo a su homenaje en vida en el Festival Afrocaribeño en Ponce.
Su voz se escuchó cansada y entrecortada. Pero su memoria estaba intacta.

Shorty Castro reconoció la gloria de su carrera como comediante, pero asimismo aclaró que la música lo llenaba más que la actuación porque su incursión en la pantalla chica, en los tiempos de La Taberna India, ocurrió precisamente gracias a su talento como percusionista y cantante.

Al humilde artista mayagüezano, de 89 años, lo abordamos sobre un tema del que no muchas veces conversó: su desarrollo autodidacta como percusionista, ya que su padre Juan Castro Ayala le manufacturó su primer bongó.

Hasta antes de la salida de la pasada administración, Shorty aportó su talento a los medios, particularmente en la emisora WIPR 940 AM, donde diariamente al amanecer presentaba, junto a Tito Negrón, el programa de música puertorriqueña “Nuestras Raíces”.

“Hasta la fecha seguimos en el programa”, dijo entonces.

“Ahora tenemos que renovar el contrato. Para mí ese es el programa más completo que tiene la emisora porque están los chistes que hago y la música. Es importante que los puertorriqueños conozcan su historia. Por ejemplo, muchos piensan que el primer gobernador electo por el pueblo fue Jesús T. Piñero y no es así. El primero fue un español de apellido Oviedo en la década del 1830. Tengo libros que lo sustentan”, especificó Shorty.

Al hablar propiamente de música, el carismático artista evocó sus inicios como percusionista. Su biografía musical documenta jornadas con William Manzano, la Orquesta Fiesta, Carlos López, Roberto Ortiz [orquesta que organizó] y Mingo & sus Whoopee Kids, que en Ponce acompañó a Ruth Fernández.

“De Mingo tengo que decir que cuando yo estaba con la Orquesta Fiesta los músicos hicieron una huelga y no quisieron tocar más. Entonces, en Ponce, los músicos tampoco quisieron. Mingo tenía las fiestas patronales de San Sebastián. Nos dijo: ‘ustedes tienen la orquesta, pero no tienen trabajo; yo no tengo orquesta, pero tengo trabajo. Vamos a llevarlos a ustedes con el nombre de Mingo y sus Whoopee Kids. Así empezamos”, recordó Shorty de la anécdota acontecida hace alrededor de 70 años.

Se desconoce, además, que Shorty Castro era un plenero experimentado. Mon Rivera y él se criaron juntos en el Barrio París, en la época en que se jugaba béisbol profesional. “Mon era timbalero de la Orquesta Fiesta y yo era el conguero. Mucho antes de que Mon grabara con Moncho Leña. Antes de cantar era músico. Puedo interpretar fácilmente las plenas de Mon”.

Del compositor Roberto Cole, el autor mayagüezano de “Romance del Campesino”, atesora una vivencia con Marco Antonio Muñiz. “Él me invitó a una de sus primeras presentaciones en el Caribe Hilton porque trabajamos juntos en Nueva York y forjamos una gran amistad. Lo fui a ver al Hilton. Roberto Cole estaba allí. Cuando terminó el show, Roberto fue a la mesa donde yo estaba y me dijo: ‘Shorty, yo quiero conocer a Marco Antonio’. Le dije: ‘Vamos pa’ llá’. Cuando llegamos al camerino le dije a Marco: ‘Este es un amigo que quiere conocerte: te presento a Roberto Cole’. ¿Sabes cómo lo saludó Marco Antonio? Cantando: ‘Oh mañana celestial’. Marco lo conocía muy bien”.

De Santitos Colón recordó que tuvo una novia cerca de su casa y que todas las mañanas lo veía pasar. Cultivaron una sincera amistad que propició que unieran sus talentos en decenas de presentaciones. “Todos los años, en Navidad, me iba a buscar para visitar un amigo suyo que trabajaba en el municipio. Llegábamos y yo le hacía chistes a los empleados y él les cantaba”.

Durante su niñez en el Barrio París de la Sultana del Oeste también conoció a Chucho Avellanet y Roberto Roena, de Dulces Labios.

En ese barrio residía su novia y hoy esposa María Elena Porta, el amor y la compañera de su vida, con quien estuvo casado alrededor de 66 años y en cuyo matrimonio procrearon a Israel Vicente (qepd) y a María Victoria.

Su lealtad a María Elena revela parte de los valores que distinguen a este gigante de la decencia que trabajó sin desfallecer. Sus primeras composiciones fueron inspiradas por María Elena.

“El músico no se hace, el músico nace. Esto yo lo llevo en la sangre. Soy más músico que comediante. Me gusta más la música. Yo entré a la televisión cantando el número que más pegó Mon Rivera: la plena “Aló, ¿quién ñama?”.

Nuevamente resaltó que Mon fue crucial en su desarrollo como cantante. Los unió una gran amistad, desde los tiempos en que el fenecido intérprete defendía el ‘campo corto’ en la liga de París, en cuyo estadio Shorty era responsable de pintar de blanco las líneas del diamante.

Un 24 de agosto de 1956 llegó a San Juan para cantar con Cortijo y su Combo en La Taberna India, escenario televisivo donde cultivó su hermandad con José Miguel Agrelot. En 2017 se cumplieron 60 años de su incursión en la tevé.

Otro detalle que es menester destacar es la contribución de Shorty Castro a la composición en el género de la salsa. Le grabaron Celia Cruz (“Raíces”), Tito Nieves (“Jóvenes y mayores”) y la Sonora Ponceña (“Como cambian los tiempos”), entre otros.

“En esta generación, cambian hasta el corazón de una vieja por el de una moza. Cambien políticos de partido y allá en los Estados Unidos, cambian hombres por mujeres. Esa es la letra de la canción”, recordó Shorty sobre la composición que grabó Luisito Carrión con la Ponceña en el disco “Merry Christmas” de 1991.

Con una memoria privilegiada, Shorty Castro quiso escribir un libro de sus chistes, memorias musicales y andanzas en la comedia. “Quisiera hacerlo antes que me vaya, porque no me siento muy bien […] Que la gente sepa que no estoy muy bien de salud. Unos días me siento bien y otros no”.

Empero, una fuerza mayor, además de su espíritu alegre, vivaracho y optimista, sostiene a Shorty Castro, cantante, bailarín, compositor, percusionista, libretista, comerciante, actor y locutor, cuya gesta artística fue reconocida en La Cuarta, en Ponce.

No alcanzó escribir su libro, mas deja una enciclopedia de anécdotas y memorias de humor, con que alegró la cotidianidad borincana.

“Según el médico, tengo el corazón demasiado grande. Entonces, no hago más que caminar siete u ocho pasos, y ya estoy cansado. Mi nieto me llevará a Ponce [a La Cuarta]. Es cuestión de llegar, decir lo que pueda y regresar porque no me siento muy bien”.

Y de seguro sabe que en su enorme corazón palpita Puerto Rico.

¡Descanse en paz!

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