En deuda con Torruellas y Puerto Rico

“La primera tentativa del colonizado
es cambiar de condición cambiando de piel”.


Albert Memmi

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

La muerte de Ángel Luis Torruellas ha revelado con elocuencia la hipocresía de sectores del gobierno en lo que respecta a la cultura del País.

La cultura popular, duele admitirlo, es la gran cenicienta del baile de la administración de turno, que prácticamente ha desmantelado las entidades, en su mayor parte sin fines de lucro, que han forjado identidad promoviendo las artes.

La muerte de Torruellas es el detonante de un llamado urgente a la reflexión sobre la lacra colonial que amenaza con extinguir lo poco que queda de nosotros mismos.

Los procesos de transculturación que entraña la anexión -en detrimento de la nacionalidad de los pueblos- abonan a un sentimiento de inferioridad y a una predisposición sicológica al desprecio a nosotros mismos, negando y renegando de los valores culturales con que la nacionalidad y el patriotismo interpelan nuestras conciencias.

La asimilación, en sistemas capitalistas basados en la comodidad, el lucro y los privilegios de modelos importados, degeneran en la polarización de los pueblos sujetos a las artimañas coloniales de la metrópolis.

El imperio sabe que el colonizado que sueña con la quimera paradisiaca de la abundancia que, se insiste garantiza la anexión, terminará traicionando a los suyos y renegando de su realidad histórica y social.

Hace medio siglo Albert Memmi, en su obra “Retrato del Colonizado”, lo planteó de manera punzante y demoledora. “El rechazo hacia sí y el amor por el otro son comunes a todo candidato a la asimilación. Y los dos componentes de esta tentativa de liberación están estrechamente ligados: el amor por el colonizador se halla subtendido por un complejo de sentimientos que van desde la vergüenza hasta el odio por sí mismo”.

Siempre, si analizamos la historia de las colonias, el conflicto tiene repercusiones insospechadas en la cultura y la educación. En estos días de luto por la muerte de El Rey de la Plena, Ángel Luis Torruellas fue necesario utilizar las redes sociales para interpelar al gobierno de manera que despertara de su letargo y reconociera, casi a regañadientes, que era necesario honrar su memoria decretando días de duelo nacional.

Pero ni el eufemismo hipócrita de proclamas de última hora pudo disimular su desprecio por los valores que definen la puertorriqueñidad. Y lo más triste, cómo la indiferencia de los medios que forjan opinión pública en la Nación tornó más evidentes la desconexión de la ideología anexionista con la cultura; la servidumbre de la prensa corporativa al ‘establishment’ político, incluso con la anuencia y la ignorancia de los sectores soberanistas; de la burguesía independista que se escuda tras el arte para presumir de su intelectualidad y la deshumanización de una clase artística troglodita que aparenta no darse por enterada de la muerte de un baluarte que en tiempos de la posguerra ayudó a abrir el camino que recorrerían posteriormente en otros mercados.

No hay duda que ante la muerte de Ángel Luis Torruellas muchos estamos en deuda. Una clase artística, con la excepción de la comunidad plenera que desbordó la Funeraria Amador en Hatillo, que presume de unidad y lo que está es, no pocas veces, para serrucharse el palo mutuamente.

Ni hablar del movimiento de promotores y productores de eventos que se escudan detrás de la cultura pero solo piensan en su bolsillo. Igual de reprobable es una industria radial arrodillada que hace tiempo le vendió su alma al diablo y en la que algunas estaciones siguen payoleando a diestra y siniestra.

Y ni hablar de un gobierno ignorante de la historia del País y su cultura; un Departamento de Educación que insiste en un currículo anacrónico, divorciado de la cultura popular, que no sabe lo que representa Ángel Luis Torruellas y quienes fueron Antonio Paoli, Juan Morel Campos, Rafael Hernández, Pedro Flores, Rafael Cepeda, Juan Boria, Ernestina Reyes “La Calandria”, Rafael Cortijo y Flor Morales Ramos “Ramito”, entre tantas glorias.

La omisión del sistema, muy calculada en el historial de gobernanza de la administración de turno, es orientada precisamente a destruir lo que somos y disipar la posibilidad de lo que pudiéramos ser.

Ángel Luis Torruellas se murió y tras su deceso queda un legado que nos interpela. ¿Qué pasará con sus más de dos mil plenas? ¿Con sus discos? ¿Con sus panderos de plena? ¿Con sus enseñanzas? ¿Con su legado?

¿Qué pasará con su esposa Aida Alers? ¿Quién la cuidará en su vejez y enfermedad? ¿Quién asumirá las cuentas y deudas por pagar? ¿Cuántas generaciones crecerán sin conocer de su gesta, como los “milenials” que desconocen hoy quiénes fueron Tite Curet Alonso, Cheo Feliciano, Sylvia Rexach, Norma Salazar e Ismael Rivera?

La muerte de Ángel Luis Torruellas ha revelado sin mucho esfuerzo la verdadera agenda de la nueva administración del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP). No enviar representación a los funerales es una ofensa no solo a la memoria del artista sino a la cultura y al pueblo puertorriqueño.

La hipocresía de la administración municipal de Mayagüez, que dirige José Guillermo Rodríguez, fue evidente. Era deseable que no enviaran una funcionaria a la funeraria a hablar… demagogia. El camino se hace andando y si Torruellas y su esposa Aida terminaron residiendo en Hatillo en los últimos 10 años es porque allí recibieron a El Rey de la Plena con cariño y respeto a su dignidad artística y humana.

Puerto Rico, estamos mal. No podemos perdemos a nosotros mismos. Los artistas forjan nuestra identidad. En los pasados meses y semanas se han marchado el virtuoso de la bomba José Luis “Tata” Cirino, el mítico requintista Rafael Scharrón, la versada compositora Ketty Cabán, el maestro trompetista Miguelito Miranda, el bajista Salvador Cuevas y el compositor Edmundo Disdier, entre otras figuras. Y aquí no ha pasado nada.

Ojalá la muerte de El Rey de la Plena no sea en vano y las autoridades asuman su responsabilidad.

Gracias a Yiyo González, Ramón López, Gary Núñez, Richard Martínez, Papote Alvarado, Emanuel Santana, Víctor “Toro” Muñiz, Ángel Pacheco, Antonio Rosario, Tito Matos y otros exponentes del movimiento plenero que honraron la memoria de El Rey con su réquiem de panderos y poesía plenera.

Por mi parte, me siento en paz porque en el medio de la Fundación Nacional para la Cultura Popular el norte de su director ejecutivo, el periodista Javier Santiago siempre ha sido honrar en vida a baluartes como Ángel Luis Torruellas.

Ese siempre será nuestro compromiso y nuestro deber porque, como sentenció don Pedro Albizu Campos:

Aquel que no está
orgulloso de su origen
no valdrá nunca nada
porque empieza por
despreciarse a sí mismo.

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