Por Luis Ernesto Berríos
Para Fundación Nacional Para la Cultura Popular
Flor “Ramito” Morales fue su ídolo de adolescencia.
Aprendió a cantar música de trova escuchando sus canciones.
Irma Rodriguez Rivera, conocida artísticamente como “La Jibarita de Salinas”, nunca imaginó que aceptar aquel reto que le hizo el trovador en la década de 1970, para cantar en una controversia, cambiaría su vida para siempre.

“Recuerdo que yo laboraba en el Departamento del Trabajo en Guayama. Mis compañeras me dijeron que Ramito se iba a presentar en la terraza Galarza, en mi comunidad, en el barrio La Plena de Salinas. Yo toda emocionada por poderlo ver en persona por primera vez, fui al lugar. El público le dijo a Ramito que entre los presentes había una jibarita que cantaba música tipica. Sin pensarlo dos veces, Ramito me retó a cantar; él improvisaba por su pueblo de Caguas y yo defendia mi territorio de Salinas…. Temblaba como una batidora, imagínate cantar con el máximo exponente de la música de trova, era algo grande”.
Pero Ramito quedó satisfecho con su participación. Y el público comenzó a pedir más controversias.
“Así fue como comenzamos a compartir tarima en diferentes plazas públicas, hasta que nos enamoramos y luego nos casamos. Yo tenía 29 años y Ramito 61. Él era un año mayor que mi padre, pero a mí no me importaba. Yo era loca con él”, recuerda la mujer trovadora.
Pero, no todo fue color de rosas para el naciente idilio pues Rodríguez Rivera sufrió el rechazo de sus progenitores hacia don Flor Morales.
“En mi casa no lo aceptaban porque me doblaba la edad. Ciertamente mis padres lo admiraban como artista, pero no lo querían como yerno. Una vez que lo conocieron cambiaron su actitud y entonces lo querían a él más que a mí. Cuando teníamos diferencias lo apoyaban a él”, apunta sobre sus progenitores.
Los vocalistas estuvieron casados más de 17 años. Juntos llevaron su espectáculo de música típica por todo Puerto Rico así como viajaron al extranjero.

“Fuimos a casi todos los países. Me llevó a lugares que nunca imaginé visitar. Ramito era un ser humano muy bueno y desprendido. Le gustaba ayudar a las personas necesitadas; no tenía nada de él”, subraya.
De las más de 100 producciones discográficas que grabó el trovador cagueño, las canciones que más le gustan a su hoy viuda lo son: “Las cadenas de 1800”, tema que cantaban los abuelos de Ramito para hacer más llevadero el pesado viaje en bueyes cuando no existía la fuerza automotriz; “Una mujer en mi vida” y “El toro balsino”.
“¡Me encanta toda su música!”, exclama con emoción aceptando que “lo admiraba demasiado”.
El recordado “Cantor de la Montaña” le impartió prestigió a la música típica puertorriqueña al sacarla del batey al salón. Así quedó evidenciado el día en que Ramito tuvo el honor de cantarle al entonces presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, y a su esposa Jackeline.
“Esa fue la experiencia más grande que vivió Ramito. La Primera Dama de Estados Unidos, como sabía español, le tradujo la letra al inglés al Presidente”, precisa.
De todas sus presentaciones junto al creador de “¡Qué bonita bandera!”, atesora el apoyo que recibió de los latinos, que componen la tercera y cuarta generación en Hawaii.
“Nos recibieron con tanto amor. Para ellos éramos lo máximo. Se emocionaban mucho escuchando nuestra trova, porque recordaban la patria de su familia. Su admiración era tan grande que en una ocasión uno de los fanáticos me cortó un pedazo de un traje largo, precioso, que tenía puesto, para guardarlo de recuerdo”.

La felicidad de la vocalista salinense quedó empañada en la mañana del 23 de enero de 1990, cuando sorpresivamente, estando en la cocina en casa de su madre en el barrio La Plena de Salinas, escuchó una detonación. Su amado Ramito se había quitado la vida de un disparo en la sien.
“Fue un golpe muy grande para mí. Me volví loca. No sabía que hacer. Por mi mente nunca pasó la idea de que Ramito podría quitarse la vida. Ciertamente él estaba muy enfermo. De hecho, la noche antes de su muerte había estado en intensivo. Ya le habían cambiado el marcapaso seis veces. Además sufría de nefropatía diabética y le habían cortado tres terceras partes del estómago. Estaba bien deprimido, pero nunca quiso ayuda profesional porque no creía en los psicólogos”.
La compositora de “Pobre corazón” – tema donde relata las tragedias que le tocó vivir incluyendo el suicidio de Ramito – nunca más se volvió a casar.
“Tuve muchos pretendientes, pero no los acepté. Siempre seguí queriendo a ese viejito (Ramito). Todos los días me paro frente a su retrato y le digo: ‘si estuvieras vivo estarías aquí conmigo’, pero el destino de cada cual llega y es como Dios quiera”, sostuvo.
La cantautora aprovechó la ocasión para desmentir información que se divulgó tras la muerte de su marido.
“Admiradores de Ramito me criticaron por haberle puesto una etiqueta en vez de su traje típico y el machete como mortaja. Yo no tuve nada que ver con eso. Quien lo vistió en la funeraria fue su amigo Joaquín ‘Pacheco’ Monserrat; quien alegó que Ramito toda su vida usó traje típico y que en su despedida debía verse elegante con una etiqueta”.
Continuó señalando que, “los cagueños me censuraron porque sepulté a Ramito en el panteón de mi familia en Salinas y no en su pueblo natal de Caguas. Lo que hice fue acatar su voluntad expresada en una carta donde decía que quería descansar al lado de mis padres en el Cementerio Municipal de Salinas”, sostuvo Rodríguez Rivera.

La viuda de “Ramito” se dedicó en cuerpo y alma a resaltar su legado para que su música no fuera olvidada. Celebró por 10 años consecutivos, todos los 23 de diciembre, el parrandón “Recordando a Ramito”, en el barrio La Plena de Salinas.
“Era una actividad preciosa. Salíamos a las 4:00 de la mañana del frente de mi casa, a caballo y en caleza, cantando aguinaldos y la música de Ramito por la comunidad. Venían trovadores de todas partes del País a recordar al eterno Cantor de la Montaña”.
Por condiciones de salud, la veterana cantante tuvo que suspender el evento cultural.
“Me dio mucha pena, pero tuve que tomar la decisión por recomendación médica. Era mucho esfuerzo el que estaba haciendo…. También se fueron distanciando los compañeros que me ayudaban con la actividad”, lamenta.
La Jibarita de Salinas, quien grabó dos producciones como solista y conserva una veintena de composiciones de su autoría inéditas, fue diagnosticada con insuficiencia cardiaca renal, necrosis pulmonar y cáncer en la medula ósea, hace varios años. A pesar de todas sus condiciones de salud se mantiene optimista y continúa escribiendo canciones de trova.
“Unas veces estoy bien, otras muy mal por las quimioterapias, pero estoy tranquila. Me siento realizada porque tuve todo lo que quise… Estoy lista para irme con el Señor cuando me mande a buscar. La iglesia católica es mi vida, soy creyente y rezo el rosario. No tuve hijos con Ramito, pero Dios me dio como regalo a, mi sobrina Vanessa Rivera Rodríguez, mi albacea, que es más que mi hija. Me ha cuidado como si yo fuera su propia madre. También han hecho lo propio su esposo, Víctor López Arías, y sus hijos, Víctor ‘Junito’ y Vanessa López”.
Irma Rodríguez Rivera agradeció además, a Raúl Bernard, presidente de ACEMLA, por nunca haberse olvidado de ella; a su comunidad La Plena de Salinas, compueblanos y todas las personas que se preocupan por su salud.