Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Utuado – No le gustaba el protagonismo ni las adulaciones.
Prefería pasar inadvertida, pero reciprocaba con agradecimiento y simpatía sincera los reconocimientos a su talento, como cuando en marzo pasado fue exaltada al Salón de la Fama de la Música Puertorriqueña en el Teatro Francisco Arriví, noche en que se sintió muy feliz.

La realidad, sin embargo, es que Ketty Cabán fue una mujer sumamente reservada y aunque como compositora fue figura pública, siempre cuidó con celo la privacidad de su vida personal.
La autora del bolero “Angustia” falleció a mediados de junio y ayer se celebraron las exequias en la Parroquia San Miguel Arcángel de su natal Utuado.
De 88 años, Ketty era la última sobreviviente de la estirpe, selecta e ilustre, de las renombradas compositoras boricuas Sylvia Rexach, Myrta Silva y Puchi Balseiro.
Su hija de crianza, la periodista y abogada Fátima Seda se comunicó con los medios para informar de la misa de despedida, pero solo asistió este reportero a cubrir para el periódico digital de la Fundación Nacional para la Cultura Popular.
También notificó al Instituto de Cultura Puertorriqueña y al Gobierno central, incluso al municipal de Utuado, pero ningún funcionario llegó y mucho menos envió representación para despedir a la compositora cuya obra fue grabada por Los Hispanos, Gilberto Monroig, Xiomara Alfaro, Lydia Sosa, Renée Barrios, Tito Lara, Leonel Vaccaro, Ednita y otros grandes intérpretes.
Pero, con sus cenizas a los pies del altar donde 88 años atrás fue investida con el sacramento del Bautismo, ayer fue recordada por una treintena de parientes, amigos y admiradores de su música y don de gente, en una ceremonia íntima, oficiada por el cura franciscano Aníbal Jesús Rosario.

Lloviznaba cuando antes de iniciar la celebración eucarística el cantante Edgardo Huertas honró su memoria con la interpretación de “Ramona”, inspirada en una lavandera negra de Utuado porque los pobres siempre ocuparon un lugar privilegiado en el corazón y la voluntad de Ketty.
Fray Aníbal resaltó que la voluntad de Ketty fue ofrecer la misa por el alma de Utuado. En un aparte con este periodista, su hija de crianza Fátima Seda dijo que la autora, cuyo nombre es Rafaela, nunca se sintió querida por los alcaldes de su pueblo natal.
El presbítero, que admitió que desconocía la trayectoria de la insigne compositora, leyó una semblanza después de concluida la homilía que enfocó en la primicia de la noticia de la resurrección del Señor a María Magdalena, cuya fiesta la Iglesia conmemoró ayer y cuya vida, en los apócrifos, curiosamente Ketty estudió.
Fue bonito escuchar el relato de cuando Ketty, durante su niñez, iba al templo donde unas monjitas trabajaban en la confección de las hostias. Y las que se partían Ketty las conservaba para llegar a su casa y con su inocencia y fe entretenerse celebrando la misa y dándoselas a sus muñecas y a su perrito.
En la lectura de la semblanza, provista por Fátima, se recordaron sus andanzas con Las Damiselas, como gerente de hotel y como directora del periódico El Interrogador.
El religioso nuevamente subrayó que Ketty no quiso velorio ni monumento solo una misa por el alma de su pueblo, para que algún día Utuado se levante e integre en la fe, la esperanza y el amor.
Durante la comunión, su amigo y director musical Amílcar Rivera interpretó su composición “Jíbaro, ven”, de impresionante actualidad.
Ya no se escucha en el monte
el cantar del jibarito
con su sombrero de paja
y su machete en el cinto
con su décima alegraba
y era la esperanza de mi Borinquen.
Pero el jíbaro olvidando
que era parte de esta tierra
se nos fue…
Ven, jíbaro, ven
súbete al monte y mira qué triste
sin ti se ve…

A la misa asistieron empleados de la Arquidiócesis de San Juan, como los compañeros Gerardo Betancourt y Héctor Balvanera, amigos de Fátima Seda y quienes participaron como lectores en la liturgia.
Terminada la celebración, Fray Aníbal preguntó si alguien deseaba dirigir unas palabras, pero Fátima, que ha perdido la visión, no pudo subir al altar.
Entonces, Edgardo Huertas interpretó la esperanzadora canción “Tenemos que seguir”, que estremeció a Fátima, sentada en el primer banco, a pasos del cofre con las cenizas mortales de su amada Ketty.
No pretendas comprensión a tu dolor
sigue el mundo indiferente a la emoción
y en la trágica comedia de vivir
todo es falso, mas tenemos que seguir.
No corazón, el pasado se fue
no lo esperes…
Y tu dolor no tendrá
el futuro que viene.
Muere una flor, sale el sol
y otra rosa verás…
Fe, fe, corazón,
que tu día también llegará.
Ya a las 2:30 p.m. había finalizado la misa que la misma Ketty mandó a celebrar por la reconciliación de Utuado.
Antes de que cerraran el templo, mientras aún lloviznaba, este medio intercambió impresiones con Fátima y algunos de los familiares de Ketty Cabán.
“Dejó muchas canciones inéditas”, comento Fátima a preguntas de la Fundación.
“Tenemos que trabajar con eso. No soy músico, pero toco melódica y puedo rescatar parte para que los músicos y los cantantes de verdad la cultiven. Es una responsabilidad enorme”, dijo Fátima al revelar que Ketty deseaba que Edgardo Huertas e iLe grabaran sus composiciones.

Edgardo reconoció que ahora es que comienza la obra de Ketty Cabán y que la misma perdurará en tanto los intérpretes contemporáneos la cultiven. “Es un momento difícil porque cuando los afectos se van físicamente siempre va a doler, pero la vida tiene un curso y donde verdaderamente empieza la obra de Ketty es ahora. Y esa es nuestra responsabilidad. Yo conocía todas sus canciones”, sostuvo Edgardo, quien la apadrinó para la exaltación al Salón de la Fama de la Música por recomendación de Edmundo Disdier, que la adoraba.
“A mí no me gustan los homenajes póstumos. Me gustan los homenajes en vida. El rostro de felicidad que tenía Ketty Cabán el día del Salón de la Fama es inolvidable. Es una mujer que la gente no conoce, pero comenzarán a conocerla ahora. Ketty no era quedada ni antigua. Ketty era moderna, le gustaba el rock. Las cosas modernas y vanguardistas. Por eso su música tiene la posibilidad de que va a perdurar porque ella no escribió para el ayer, sino para el mañana y para los sentimientos”.
Por su parte, la doctora Gliset Flores llegó desde Ponce para recordar a Ketty como “una persona encantadora que en el poco tiempo que la conocí la aprecié tanto y tanto que no podía faltar en este momento”.
También asistió la historiadora Alba Marchand Janer, que viajó de Francia, don Daniel Bula y esposa; doña Alicia Vélez y esposo, entre otros amigos de Ketty, como su amiga de la adolescencia Nitza Hernández y su prima Luz Vera.
“Era para los pobres. Era un ser muy caritativo y humilde con los pobres”, señaló Luz, enfermera que la acompañó varias noches en el hospital.
“Ketty no le tenía miedo a la muerte. Se fue tranquila y en paz”.
Mientras, la historiadora y profesora universitaria Sandra Enríquez Seiders reveló que en el libro de escritoras utuadeñas “El Rostro Femenino de la Montaña” se le dedica un capítulo a Ketty.

“La conocí a través de un ensayo de una de mis estudiantes. Hicimos ese libro para el 275 aniversario de la fundación de Utuado. El fin es rescatar a esas mujeres y ponerlas en la historia porque de lo contrario la historia se las va a tragar”.
Por último, las palabras más emotivas las articuló su hermana menor Conchi, de ocho hermanos, de los que ahora sobreviven dos. Sin reprimir el llanto, dijo que Ketty era un ser maravilloso.
“No era de ella, sino de todo el mundo”, afirmó Conchi al recordar que los valores que distinguen a Ketty son herencia de sus padres Francisco y Concepción.
“Ella, con la naturaleza, con los seres humanos, los animales, los necesitados y los niños que pedían comida ella se entregaba, dejando de ser de ella, para ser suyos. Primero era de todo el mundo. Ella se fue sin que le dieran las gracias”.
Descanse en paz, Ketty Cabán.