Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El barril de bomba, la gaita y el acordeón se estrecharon las manos en el Parque Histórico Cueva María de la Cruz en Loíza, durante la celebración de la primera edición del Festival Folclórico Internacional de Puerto Rico, que el sábado en la noche reunió delegaciones de Italia, Polonia, Eslovenia, Panamá, Turquía y otros países.

Idaho Rocky Mountain Express. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)
La bomba puertorriqueña, fruto de la herencia africana que distingue a la Ciudad de la Tradición, representó a Borinquen mediante las propuestas de la agrupación infantil Belelé, del conjunto Majestad Negra y del Ballet Folclórico Hermanos Ayala.
El evento, coordinado por el Consejo Internacional de Organizaciones de Festivales de Folklore y de las Artes Tradicionales (CIOFF), movilizó a los predios de la Cueva María de la Cruz a una entusiasta concurrencia de loiceños y residentes de otros pueblos que durante poco más de cuatro horas disfrutaron de un programa artístico muy variado y de primerísima calidad.
Fue una ventana abierta, de par en par, a la cultura universal, con el elemento didáctico y estético que entrañan intercambios musicales como el de anoche que a su vez propician valorar el abolengo y acervo nacional, tan honrosamente representado por la bomba en su diversidad de seises y coreografías.
Enmarcada en una noche de luna llena, al final con varios chubascos que no desmotivaron a los parroquianos que aguardaron para presenciar el misticismo energético y emancipador del seis corrido de los Hermanos Ayala, la multitud reunida en torno a la tarima incorporada al fondo del lateral derecho de la Cueva fue partícipe de un colorido despliegue de vestuarios, coreografías y ritmos autóctonos de cada país.

Poco antes del atardecer, los niños de Belelé abrieron el espectáculo musical con un mensaje contundente: la bomba y su relevo generacional están en buenas manos.
Tras el acto protocolar, en que la alcaldesa Julia Nazario Fuentes reconoció a las delegaciones de las naciones invitadas, la música se reanudó con la presentación de Italia y su Storici Sbandieratori Delle Contrate Di Cori, una combinación de figuras y acrobacias coreográficas con banderas lanzadas al aire, con evocaciones a veces del famoso baile conocido como la “tarantela”.
Resaltar en las coreografías y el elemento del vestuario típico de cada nación fue un espectáculo aparte. De Eslovenia, su Folk Dance Gropu Svobodamenges, con sus polcas y otros bailes tradicionales orientados por las melodías del acordeón y su percusión, fue una experiencia nueva para no pocos.
Cada delegación, sin exagerar, se esmeró por presentar muestras de la riqueza de su herencia cultural. Estados Unidos, representados por los jóvenes del colectivo Idaho Rocky Mountain Express, no fue la excepción. Con la música country como brújula, desplegaron su arte auténtico y dinámico con sus vestuarios de época, coreografías y música.
A lo reseñado cabe añadir los recursos teatrales e histriónicos que cada delegación incorporó a su espectáculo.

Colombia, con Tejiendo el Azar; Polonia, con Poznan y Panamá, con Mi Orgullo es Panamá deslumbraron a los presentes con su cultura musical integral, cuya base radica en ritmos autóctonos como la cumbia y el vallenato; la polonesa y la mazurca; el tamborito y la cumbia panameña, sin que falte la peculiar saloma del campesinado cholo, respectivamente.
Con la Monoestrellada Patria estampada en la indumentaria diseñada con los colores distintivos de la bandera loiceña, el conjunto Majestad Negra de Marcos Peñaloza Pica enardeció a la multitud que no pudo reprimir los deseos de contonear sus cuerpos al ritmo avasallador e irresistible de la bomba.
La integración de las coreografías de la bomba y sus figuras para el seis corrido, holandé y sicá; entre otros; los piquetes de las bailarinas y las respuestas de los barriles primo y buleador; la hidalguía del caballero con su vestimenta y sombrero blanco y los vejigantes incorporados a las rutinas portando nuestra Monoestrellada detonaron en que el segmento de Majestad Negra elevara la adrenalina de los presentes a su nivel más alto en la velada, calmado luego con las primeras lloviznas de la noche.
En un recorrido por los predios de la Cueva María de la Cruz, posiblemente el santuario de las colmenas de abejas más antiguas del Caribe, fue evidente que las estaciones de los turbantes de Pikaras Pink e Isbela Casanova gozaron de gran patrocinio en la feria de artesanías. Los turbantes, que exhibieron niñas, muchachas y hasta la propia alcaldesa Julia, se agotaron al atardecer.
En lo que concierne a la gastronomía, el dulce de coco, los bacalaítos, las alcapurrias, las arepas y el arroz con jueyes hicieron las delicias de no pocos paladares.

En síntesis, la primera jornada del Festival Folclórico Internacional de Puerto Rico, la actividad que más personas ha movilizado a la Ciudad de la Tradición en mucho tiempo, fue un éxito rotundo.
Fue una noche de música y paz en La Cueva, donde loiceños de todas las edades recibieron el abrazo solidario de boricuas de otros ayuntamientos.
El Parque Histórico Cueva María de la Cruz, declarada por don Ricardo Alegría en 1972 como monumento histórico por su valor arqueológico y antropológico, es un terreno fértil en que ya se plantan las semillas de la reconstrucción e integración de la realidad loiceña de 2017.