‘Obituario’: mascarada de humor negro

El actor José Armando Santos en una escena de “Obituario”. (Foto por Adriana Pantoja para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

El pasado abril, se escenificó la puesta en escena de “Obituario, mascarada en dos actos”, del prestigioso académico y dramaturgo mexicano Guillermo Schmidhuber de la Mora, producida por Teatro Sol y Luna. Las pasadas presentaciones formaron parte del 39no Festival de Teatro del Ateneo Puertorriqueño, muy merecidamente dedicado al productor teatral Xavier Cifre y a la primera actriz, Ivonne Goderich.

Héctor L. Sánchez Ruis y José Armando Santos estrenaron la producción en el Ateneo Puertorriqueño. (Foto por Adriana Pantoja para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Esta pasada ocasión celebró también los 20 años de Teatro Sol y Luna y 21 años del nacimiento de “Obituario”. Y, el pasado sábado, 3 de junio, continuó la celebración con la reposición de la pieza en el Teatro América de Vega Baja.

El teatro de Schmidhuber tiene una trayectoria de honor. Sus obras han sido traducidas al alemán, francés, inglés y portugués; y han sido presentadas en Argentina, Brasil, España, Estados Unidos, Francia, México, República Dominicana y Puerto Rico. Es, además, el crítico más reconocido de la dramaturgia de sor Juana Inés de la Cruz. Sobre este tema, escribió una novela, “Finjamos que soy feliz”; y una obra de teatro, “Hombres necios”.

Teatro Sol y Luna, compañía teatral fundada en 1997 por la Dra. Vivian Casañas-Cruz y José Armando Santos Figueroa, se caracteriza por la excelente selección de obras de teatro, con montajes llenos de profesionalismo y seriedad. Su resume incluye “Llanto de luna” y “Gibrán”, ambas de Roberto Ramos Perea; y “La representación”, de David Olguín. El grupo también ha producido varias piezas de Schmidhuber: “Hombres necios” (1999, XXXVI Festival Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña; y XXIII Festival de Teatro de Vanguardia del Ateneo Puertorriqueño); “Dramasutra” (2001, XXXVIII Festival de Teatro Internacional del ICP; XXIII Festival de Teatro de Caguas; y I Festival de Comedia del Teatro Braulio Castillo); “Alcanzar el Unicornio” (2006, Sala Experimental del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré); y “Hombres necios” (2012, Festival de Teatro Internacional del ICP, co producción con la Cooperativa de las Artes Representativas). Teatro Sol y Luna, con producciones de alta calidad, ha ganado la admiración y el respeto del público y sus colegas, a través de sus 20 años de labor artística.

“Obituario” estrenó en México, el 6 de diciembre de 1996, con el Grupo de Teatro Anatomía, bajo la dirección de Jaime Velasco. La producción se presentó en la Universidad de Kansas y el Ateneo Puertorriqueño. Veinte años después, la obra regresó a Puerto Rico, al mismo escenario (Ateneo Puertorriqueño), producida por Teatro Sol y Luna, con un elenco nacional.

“Obituario” se escenificó el pasado sábado en el Teatro América de Vega Baja. (Foto por Adriana Pantoja para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Siendo una deliciosa comedia de humor negro, de obsesión, mentiras, frustración y venganza; con buena construcción; con ágil e inteligente diálogo; y con excelentes personajes, “Obituario” tiene, además, muchas posibilidades de éxito comercial. Se desarrolla en un apartamento de una ciudad de mucha actividad teatral. Rudolph Gottlieb (viejo dramaturgo), Julia Serpe (crítica teatral) y Adam Ludmann (actor frustrado) son los personajes que desenmascaran la trama, la cual añade a su atractivo el hecho de que Julia Serpe y Adam Ludmann son interpretados por el mismo actor.

El dramaturgo Gottlieb tiene serias dificultades para terminar lo que espera sea la obra cumbre de su vida, la cual tiene el tema de la muerte. Su protagonista se suicida al final y el escritor ensaya las posibilidades de la acción, pero sin efectividad. Es interrumpido por la esperada visita de Serpe, quien tiene la misión de escribir, junto con el dramaturgo, el obituario de este último. De la conversación del dramaturgo con la crítica se desprende que esta última siente antipatía por el escritor y no disimula su disgusto cuando lo enfrenta sobre el episodio que tuvo con un actor, Ludmann, al cual hizo despedir de una de sus obras porque osó hacerle una recomendación.

Por la redacción del obituario, sospechamos que la mujer piensa asesinar al dramaturgo. Poco tiempo después, descubrimos que el actor se ha vestido de mujer para engañar al dramaturgo. El actor intenta engañar al dramaturgo por segunda vez y, al no poder lograrlo, le hace creer que él asesinó a la crítica. Para no revelar mucho más, descubrimos al final una mentira monumental. Como drama, la obra nos mantiene interesados. Como comedia, enarbolando una orgullosa tradición teatral milenaria, Schmidhuber logra hacernos reír de nuestros temores y frustraciones.

Héctor L. Sánchez Ruis interpretó el personaje de “Rudolph Gottlieb” en la producción de Teatro Sol y Luna. (Foto por Adriana Pantoja para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

En su escenificación en el Ateneo Puertorriqueño, vimos a José Armando Santos Figueroa, seguro y convincente, interpretar a Julia Serpe con maestría y a Adam Ludmann con acierto. Santos logró enfilar su potente voz masculina hacia una lírica y armoniosa voz de mujer, sin que la misma perdiera fuerza. Su interpretación de la crítica de teatro no desembocó en parodia, algo que puede suceder como recurso fácil cuando un hombre interpreta a una mujer.

Como Rudolph Gottlieb, Héctor L. Sánchez Ruis tuvo momentos agraciados y momentos poco aprovechados. Al comenzar la obra, por las reacciones en silencio y movimientos del actor, pensamos que íbamos a encontrar una gran caracterización. No obstante, Sánchez Ruis dejó pasar la oportunidad de reaccionar ante detalles que son banquete para un actor, como ver entrar un cadáver al escenario y estar a la entrada de su exterminio como dramaturgo y ser humano, entre otros estupendos motivos que Schmidhuber, como dramaturgo, ofrece al actor en esta pieza.

La dirección escénica, compartida entre José Armando Santos Figueroa y Vivian Casañas Cruz, tuvo el acierto de una buena colocación de elementos como escenografía y buenos momentos en el desarrollo natural de la acción. Los diálogos sucedieron reales y convincentes. No obstante, la comedia y los momentos más dramáticos lucieron con timidez. Pudieron los directores, tal vez, hacer uso de todas las áreas escénicas y trabajar más profundamente con la caracterización de Sánchez Ruis.

El diseño de iluminación de Ingrid Baldera, con pocos instrumentos de luces, supo crear maravillas. Todo se veía, nada se perdió. La coordinación de utilería y vestuario por Carmelo López Jiménez fueron efectivas; lo mismo el diseño de sonido de Vivian Casañas Cruz. El técnico de iluminación fue Jesús Aguad. Billy Ortiz Díaz fue el técnico de sonido. Funcionaron como tramoyistas Ariel Quiñones y Willy Pérez.

Felicitamos a Teatro Sol y Luna por 20 años de calidad teatral y los alentamos a no detenerse. ¡Qué sean muchos años más!

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