La pasión de Salvador Cuevas

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

El virtuosismo de Salvador Cuevas motivó al bajista puertorriqueño Raúl Santiago a cursar estudios en el Conservatorio de Música.

Raúl Santiago posa para el lente con Cuevas en una reciente visita de éste a Puerto Rico. (Foto suministrada)

Así se lo confesó meses atrás cuando Salvador dictó una clase magistral en Dorado. “Él se sintió muy contento. Le dije: ‘usted fue mi inspiración y la de muchos músicos en Puerto Rico, como Oskar Cartaya, que también estudio en el Conservatorio”, dijo Raúl a PRPOP, medio digital de la Fundación Nacional para la Cultura Popular.

“Su estilo, en la época con Willie Colón, su innovación, me inspiró a seguir estudios formales en el Conservatorio. Eso sí, cuando entramos nos encontramos con un contrabajo grandísimo, que no era un bajo eléctrico y por poco me rajo”.

Salvador Cuevas, boricua criado en el Bronx y cuyos padres son oriundos de Peñuelas, inició su vida musical como guitarrista. De ahí, que su ejecución tanto en el bajo eléctrico como en el “baby bass” se caracterizara por acordes agudos muy limpios, que a veces se asociaban más con la guitarra.

A todos sus discípulos y admiradores siempre les recordó la importancia de la academia. “Él me dijo que es importante estudiar y dedicarse al instrumento. Me contó que estudiaba 18 horas diarias. En el Bronx empezó con la guitarra y después un maestro le dijo que tenía mucha habilidad para el bajo. Se dedicó a estudiar el instrumento con dedicación y pasión para poder descollar, aparte del talento natural que en su caso tuvo y que fue excepcional”.

En 1998 Raúl Santiago grabó el elepé “Llegó el momento”, influenciado por Salvador. “En mi disco grabé el ‘baby bass’. No grabé el bajo eléctrico, aunque lo intenté. Quería tocar chévere e improvisar. En improvisación Sal también me influyó. Cuando ya estoy tocando en 1976 Salvador trae el ‘funkeo’ al bajo”, recordó Raúl, quien tocó con las orquestas de Elías Lopés y Sonia López.

“Me encantaba escuchar sus discos, sobre todo ‘Siembra’, con Willie Colón y Rubén Blades. Y los que grabó con la Fania, especialmente la interpretación ‘Ublabadú’ que hizo con Héctor Lavoe [elepé ‘Commitment’, 1980)”.

Raúl también destacó que, aparte de un virtuoso del bajo eléctrico, Salvador Cuevas fue un ser humano de grandes valores y virtudes. Así lo confirmó cuando Sal prácticamente apadrinó a su hijo Raldy.

La labor musical de Salvador Cuevas también impactó a jóvenes de la nueva generación como Raldy Santiago. (Foto suministrada)

“Era una persona bien bondadosa, humilde y que nunca habló mal de nadie. Te hacía sentir bien y te trataba como a un amigo de siempre. Conversábamos por teléfono y era como si nos conociéramos de toda la vida. Mi intención era viajar con mi hijo Raldy a su casa en Miami para que nos diera una clase, pero no fue necesario porque él vino a Dorado. Raldy creció escuchando su música, por lo que Salvador también impactó a mi hijo. A pesar de que era una súper estrella, fue un ser de buena voluntad”, relató Raúl al añadir que Raldy estudió en la Escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini.

En la semana del concierto con la Sonora Ponceña y Richie & Bobby, celebrado en octubre de 2016 en el Coliseo de Puerto Rico, Salvador Cuevas dictó una clase magistral en Dorado. Raúl y su hijo Raldy, quien administra una academia de música en Naranjito, no se la perdieron.

“Él nos invitó. Allí estaban presentes los bajistas Freddy Rivera, de El Gran Combo; Efraín Hernández; Carlitos Roldán y otros. Él explicó la técnica del bajo y cómo producir diferentes sonidos. Le hicimos preguntas y fue muy receptivo con todo el mundo. Cuando Salvador terminó el taller, hicimos una fila para retratarnos con él. Se le entregó un pergamino. Él pudo sentir el cariño de Puerto Rico”.

Al parecer, según Raúl, el virtuoso Salvador Cuevas, quien al momento de su deceso trabajaba en un proyecto con Richie Ray, padecía de diabetes. “Observé cierto desgaste físico para la edad que tenía, 61 años”.

A juicio de Raúl, el legado del mítico Salvador Cuevas, que en su último concierto en Puerto Rico tocó un “baby bass” rojo confeccionado para él por el artesano Andrés Rosado, de Corozal, es dignamente representado por otro hijo de esta patria: el también virtuoso Oskar Cartaya.

“La música ha perdido una joya increíble. La Fania tuvo músicos extraordinarios. Bobby Valentín es un músico completo, pero la Fania All Stars sin Salvador no era lo mismo. Él no era un bajista de tónica y dominante. Él estaba tocando y de repente salía con unas ‘coreografías’, por decirlo así, en el bajo. Uno de los pocos que para mí puede llenar ese vacío es Oskar Cartaya”, concluyó Raúl Santiago, cuya mayor influencia –aparte del pianista Ángel Torres ‘Pajai’- siempre será Salvador Cuevas.

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