Por Janilka Romero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
El pasado fin de semana se presentó en el Teatro Alejandro Tapia y Rivera, en el Viejo San Juan, la obra teatral “De manicomio…No hay terapia que valga”, del dramaturgo estadounidense Christopher Durang. Esta versión “puertorriqueñizada” de la pieza original “Beyond Therapy” fue producida por Alfonsina Inc. y dirigida por Emineh De Lourdes. La misma estuvo en cartelera durante dos fines de semana, aplaudida por un público que, aunque en número reducido, inundaba el teatro con un mar de risas.

Al entrar al Teatro Tapia el ambiente invitaba a relajarse. Durante la antesala no se creaba ningún tipo de expectativa sobre lo que estaba a punto de ocurrir en el escenario. Una vez se lanzó la tercera llamada y abrió el telón, la escenografía, los colores brillantes de la iluminación y la música enganchaban a los presentes en el mundo de ficción de la pieza, decisión muy acertada de parte de De Lourdes para hacer sentir al público familiarizado desde el inicio.
La puesta en escena divertía con la vida particular del personaje Prudencia, interpretado por Blanca Lissette Cruz. Prudi -como le gustaba que le llamaran- y el personaje de Bruno, interpretado por Ulises Rodríguez, se citaron en un café luego de haberse conocido a través de la plataforma “Ok Cupid”, en la internet. La cita aparentó ser un fracaso después de que Bruno confesara que tiene una pareja hombre, que es bi-sexual y se echara a llorar varias veces. Ambos terminan de manicomio y van a sus respectivos psicólogos para tomar terapia, pero con lo que se encuentra el público es que el Dr. Fragoso -interpretado por René Monclova- y la Dra. Quintana -interpretada por Lizmarie Quintana- están igual o peor que sus pacientes. Esto hizo que, en lugar de que Prudencia y Bruno pudieran arreglar sus problemas, todo se complicara más.
Como ya mencionado, el texto original fue adaptado a la escena puertorriqueña, aprovechando la situación actual del País. Desde sucesos como el controversial Miss Universo 2016 hasta pedir la renuncia de Héctor O’Neill, alcalde del Municipio Autónomo de Guaynabo… todos fueron traídos a la puesta y no solo causaron risas sino que invitaban a reflexionar.

La música y los sonidos utilizados en la obra estuvieron a cargo de Rafael Sánchez, quien también fue asistente de dirección y regidor. Para lograr las transiciones de una escena a otra, se utilizó una mezcla de música popular, electrónica y reggaetón, la cual movió al público en sus butacas. El trabajo de Sánchez fue pulso vital dentro la pieza porque ayudaba a ubicarse en tiempo, espacio y, a su vez, daba un ‘shot’ de energía para continuar viendo la pieza. La directora supo jugar con el sonido a su favor e hiló la música de transición con el comienzo de las escenas, como en el caso de la Dra. Quintana, quien comenzaba bailando y cantando al son del reggaetón en su oficina. Esto agregó chispa, sabor y foco en este pintoresco personaje.
Abby Vargas, diseñadora del vestuario, utilizó a su favor toda la magia que nos permite el teatro. En lugar de realizar cambios completos de vestuario para indicar el paso de los días, decidió tomar un elemento de cada vestuario para crear el mismo efecto, pero de manera más simple y efectiva. De este modo, facilitó el trabajo tras escena y alivió el estrés de los actores. Por ejemplo, el personaje de Prudencia tenía entradas y salidas con muy corto tiempo entre ellas. Por tanto, la decisión de solo cambiar los cinturones que se ponía sobre su traje fue un buen ejemplo del viejo refrán que dice “menos es más”.
La escenografía, a cargo de Gregorio Barreto, de primera instancia parecía muy imponente en el espacio y daba la sensación que había muchos elementos escenográficos en un solo lugar. No obstante, esa impresión de carga se fue alivianando a medida que iban ocurriendo las escenas, ya que se entendía la separación de los cuatro diferentes espacios en donde se desarrollaba la historia. Además, Barreto jugó de manera acertada con los niveles, ángulos y dirección del mobiliario y utilería. La plataforma elevada sobre el escenario, que representaba el restaurante, ayudaba a olvidar que alrededor se encontraban las oficinas de los doctores.
El mobiliario de la oficina del Doctor Fragoso era uno moderno, lo cual ayudaba a definir la personalidad “civilizada” del doctor y, también, la de su paciente, Prudencia. De igual manera, el uso de tapizado florido y colorido en el mobiliario de la oficina de la doctora ayudaba a definir su personalidad criolla. Además, se utilizaron elementos de esta oficina para el apartamento de su paciente, Bruno, por lo que también ayudaba a entender lo folklórico de este último personaje.

Lynnette Salas realizó el diseño de iluminación para esta pieza. Durante las transiciones, el uso del ciclorama para proyectar colores brillantes ayudaba a crear siluetas en el primer plano del escenario, lo cual lograba que los cambios se realizaran de manera fluida y agradable visualmente. Sin embargo, durante las escenas, era difícil concentrar el foco en el espacio que se utilizaba al momento porque, aunque de manera sutil, estaban iluminadas igualmente otras áreas en las cuales no ocurría acción.
Las actuaciones estuvieron a cargo de Ulises Rodríguez, Blanca Lissette Cruz, René Monclova, Lizmarie Quintana, Raymond Gerena y Omar Torres. Dentro de sus trabajos, se pudo apreciar la construcción de relaciones. Los seis actores tenían una química llevadera, en la cual existía la acción-reacción, porque estaban alertas y escuchándose unos a otros, cosa que muchas veces no está presente en las piezas teatrales. Lizmarie Quintana logró cotidianidad y espontaneidad en su trabajo, lo que causó en el público estallidos de risa. Su personaje de la Dra. Quintana se distinguió por ser uno muy alegre, criollo y lleno de sabor; y esta energía contagió al público.
René Monclova tuvo el ritmo perfecto para la comedia. Con cambios repentinos, variando entre el psicólogo profesional y el amante celoso de su paciente, realizaba transiciones de manera fluida y orgánica, lo que provocaba carcajadas en todo el teatro. Cabe resaltar el trabajo corporal de los actores Raymond Gerena y Omar Torres. Gerena trabajó en su cuerpo un peso liviano y un caminar veloz. Esto le hacía parecer como si flotara en escena, creando un contraste con el pesado y lento caminar que cargaban otros personajes por sus situaciones. Por otra parte, Torres manejó su personaje con sus hombros hacia arriba, cabizbajo y contraído, creando un personaje oscuro y tímido.
Cabe señalar que, en la función del viernes 31 de marzo ocurrió que, en la escena donde Robert -personaje interpretado por Raymond Gerena- le dispara al personaje de la Dra. Quintana, el sonido del disparo salió antes de tiempo. Los actores rápidamente reaccionaron e hicieron el momento suyo. Quintana dijo “me disparaste antes de tiempo”. Ambos actores apenas podían aguantar la risa y el público no paraba de reírse. Esto es un ejemplo de cómo los actores estaban alerta y gozándose su trabajo, de la misma manera que el público siempre estuvo alerta y gozándose la función con ellos. Los personajes estaban de manicomio… y, el público, de risas.