Promesa de amor en Patillas

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Patillas –
En un lejano paraje del Barrio Apeadero, en su colindancia con Los Ríos, los acordes del cuatro puertorriqueño se confunden con el cantar del zorzal y los rezos de los fieles.

El Barrio Apeadero, en su colindancia con Los Ríos, recibió a amigos y familaires de la familia Conde para celebrar la Promesa de Reyes. (Foto Jaime Torres Torres para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Es la Promesa a los Santos Reyes que, desde hace 26 años, integra varias generaciones de la Familia Conde Navarro.

Desde un humilde altar; con varias tallas de artesanos locales, velones blancos, verdes, rojos, azules y amarillos, la Monoestrellada y un enorme rosario que pende de la mesa, se elevan las intenciones a la Divina Providencia con la convicción de la poderosa fuerza intercesora de Gaspar, Melchor y Baltazar.

Es, sencillamente, cuestión de fe. Y con la memoria de testimonios como el de la señora que se sanó de cáncer; de la madre que tras diez años sin poder concebir quedó embarazada y parió un hermoso niño y la protección celestial de un accidente en helicóptero, el anfitrión Hermes Conde, con su cuatro en las manos y la garganta bien cuidada, se encarga de acompañar y cantar los aguinaldos que se intercalan en el rezo de cada decena de “Avemarías”.

El rezo comenzó al filo del mediodía y curiosamente se prolongó hasta las 3 p.m., la hora en que, según la tradición, Cristo expiró en la Cruz y en que se le rinden honores a su Divina Misericordia.

Como es tradición todos los años
Cantamos a los Reyes nuestros aguinaldos.
Como es tradición todos los años
Cantamos a los Reyes nuestros aguinaldos.

Tras el saludo de rigor y el encendido de los velones, el rezador Carlos González explicó que el rosario de la promesa a los Reyes se hará completo, conforme a la voluntad de doña Luisa Navarro, quien ofreció la promesa luego de que su hijo Aníbal, de tres años, se levantara de madrugada y por un descuido con un quinqué se incendiara parte del cuerpo.

El encargado del rezo, Carlos González.

Contra el pronóstico reservado de los médicos, que anticipaban una fatalidad, Luisa envió la promesa y el niño se salvó. Y lo rezó completo: con los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.

Cuando Luisa enfermó, su hijo Hermes le prometió que aprendería a tocar el cuatro. Cumplió su palabra y hoy interpreta el instrumento nacional, acompañado por Liborio Ortiz en el güiro.

“Aprendí por Internet. La tradición continúa para darle continuidad a la tradición de mis padres y pagar la promesa por la salud de mi hermano que mandó mi madre”, explicó Hermes, ex oficial de alto rango de la Policía de Puerto Rico, ex superintendente penal y fundador de la Escuela de Apicultura del Este.

Carlos comenzó a rezar con ejemplar devoción y hubo quienes pensaron que desde el cielo doña Luisa repetía las oraciones a través de la fresca y acariciante brisa que continuamente circuló entre la comarca de palmas, almendros, flamboyanes y árboles de pana y mangó.

En la actividad no faltaron los cantos de los presentes.

A lo lejos, desde un fogón de leña, el humo de carne de cerdo frita inundaba la campiña. Fue sorprendente como la promesa de la Familia Conde, una de varias que se celebran en el Barrio Apeadero, congregó niños, jóvenes, matrimonios adultos y maduritos y personas de la edad dorada.

Hubo creyentes que llegaron con sus muletas, andadores, bastones y sillas de ruedas esperanzados en el poder de la fe, como explicó Carlos, el rezador. “Nada es imposible para el que tiene fe. La Palabra dice que debemos pedir y se nos dará”, recordó.

No faltaron personas, como Juana Colón, de Canóvanas, que acamparon desde la noche de la Víspera de Reyes en la finca de la familia Conde.

Desde Carolina del Norte viajaron Edelmiro y su esposa para unirse en esta singular expresión de fe a Juan, Sonia, Iván, Junior, Rosa, Nereida, Emanuel, Indira, Manuel y Pochi, entre otros hermanos, nietos, primos y sobrinos.

Ah, ah, amaneciendo
Eh, eh, el sol saliendo
Yo vengo de la montaña
De mi tierra borinqueña
Canto con alegría
Los cantos de mi tierra…

El anfitrión Hermes Conde prepara unos alimentos al fogón que sirvió después de La Promesa.

Concluidos los dos rosarios, hubo una pausa para compartir unos refrigerios y recordar que la promesa del pasado Día de Reyes la ofrecían por la recuperación de Geño, uno de los 14 hijos procreados por doña Luisa y don Santos.

De regreso, para concluir con los misterios gloriosos, invitaron a todos los niños y jóvenes al altar. Con devoción, todos rezaron y entonaron los aguinaldos en la manifestación pintoresca y sincera de una costumbre de la religiosidad popular que simboliza en la ruralía lucha y resistencia por la defensa de la identidad nacional boricua.


Melchor, Gaspar y el rey Baltazar

Melchor, Gaspar y el rey Baltazar
Fueron al pesebre al Niño a adorar
Fueron al pesebre al Niño a adorar.

Al final, tres adultos se vistieron como los Santos Reyes y con ternura repartieron juguetes y golosinas a los niños de la familia Conde.

Así, en el Barrio Apeadero se reveló otro Puerto Rico que no pierde la capacidad de compartir su amor, su hospitalidad, fe, sus sueños y desvelos en otra promesa cumplida, donde grandes y chicos convivieron alegres y en paz iluminados por el espíritu de la Epifanía.

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