Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
No podemos pasar por alto el Premio Nobel de Literatura, otorgado muy merecidamente al cantautor estadounidense Bob Dylan.

No sorprende la digresión de la Academia Sueca porque, a decir verdad, primero se hicieron las letras y las palabras, antes que la imprenta de Gutenberg.
No pocos, empero, se sintieron complacidos con el reconocimiento al cantor de protesta Robert Allen Zimmerman que acuñó su nombre artístico en honor del poeta Dylan Thomas y que, tras sus primeros trabajos de poesía musicalizada, orientó su carrera al rock.
En reacción, en las redes sociales, Rubén Blades aludió a su proyecto “Agua de Luna”, basado en los cuentos de Gabriel García Márquez.
De su primer álbum con Seis del Solar, también evocó el texto de “GDBD” (“Gente despertando bajo dictadura”) como creación literaria que [no lo dijo explícitamente, pero el entrelínea es elocuente] asimismo le pudo hacer acreedor del galardón que, en su opinión, pudo ser compartido con el carioca Chico Buarque.
Quizás transcurran muchos años antes de que la Academia Sueca reconozca a otro cantautor o, quien sabe, si Dylan es el precedente de una nueva era.
De ser así, no hay duda de que Blades, Buarque y decenas más lo merecerían.
Aquí, aunque en estos días conmemoramos 51 años de su deceso, nuestro Rafael Hernández estableció un precedente con el relato de su “Lamento borincano”. ¿Dígame si no es literatura incorporada a la música?
Ni hablar del inmortal Tite Curet Alonso. Se adelantó al mismo Blades con las crónicas de “Anacaona”, “Los entierros” y “Estampa Marina”. Publicó el libro “La vida misma”. Su poesía fue musicalizada a ritmo de bomba y plena por la agrupación Plenibom de su compañera Norma Salazar y al final de sus días desarrollaba su cuento para niños “La campana en el fondo del mar”, cuyo personaje principal es Antadilla, nombre que inspira la historia de la composición que Blades recientemente estampó en el cedé “Habana Dreams” de The Pedrito Martínez Group.
A propósito de Tite y el Nobel a Bob Dylan, el antropólogo social y constitucionalista Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, ha publicado un ensayo que Rebelión ha reproducido con la licencia de Creative Commons que ha recorrido el Mundo, con el valiente título “¡Si se lo dieron a Dylan que se lo den a Tite no es ná..!”

Aunque considera que la música es música y la literatura, literatura, Román Samot confiesa que el Nobel conferido el pasado 13 de octubre a Dylan, cuyas letras no reconoce como literatura, le recordó a nuestro Tite Curet Alonso.
“Conocí de Curet Alonso por medio de La Lupe, Cheo Feliciano, Ismael Rivera, Rubén Blades, Willie Colón y Héctor Lavoe, entre otros. Reconozco que me gozo su repertorio, pero que soy malísimo bailándolo. También le conocí por ser una de Las 100 caras del milenio (2000), según el diario español ABC”, señala en su reflexión sobre el Nobel y Tite.
“Tal reconocimiento internacional no era para menos, pues don Tite había sido piedra angular en la transformación del son cubano en salsa, más que puertorriqueña, caribeña. Siendo estudiante del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe (CEAPRC), tuve la oportunidad de compartir junto a él y su entonces compañera de ruta, Norma Salazar Rivera (fallecida en 2014). Salazar no sólo estuvo consciente de al lado de con que caballero andaba, sino que hizo de su obra lírica objeto de estudio avanzado”, destaca Román Samot al aludir al libro “Análisis temático de la lírica en las composiciones de Tite Curet Alonso”, tesis de maestría de Salazar.
Román Samot compartió la noticia del Nobel de la Literatura a Dylan con varios colegas y estudiosos de la cultura, como Daniel Torres Rodríguez, Marioantonio Rosa, Juan Duchesne Winter, José Raúl Gallego González Rodríguez, Héctor Sepúlveda Rodríguez y Juan Otero Garabís.
Al auscultar si Tite Curet Alonso sería merecedor de dicho reconocimiento, todos, casi por unanimidad, le respondieron en la afirmativa.
“No sólo el gran Tite Curet Alonso es merecedor del Nobel de Literatura si seguimos los parámetros de la Academia Sueca, sino también lo pudieron ser en su momento Puchi Balseiro, Sylvia Rexach, Rafael Hernández, Pedro Flores y otros poetas compositores boricuas como El Topo”, respondió Torres Rodríguez.

“Bob Dylan, con su relámpago de décadas, ha iniciado la posibilidad; el compositor como poeta de la vida, sus detonantes, su luna psicológica, su circunstancia. ¿Por qué no Tite Curet Alonso? “Marejada Feliz, vuelve y pasa por mí, aun yo digo que sí, que todavía pienso en ti…” Grande, como poema, grande esa fusión hombre-mar-amor, grande la metáfora del mar, rico de vértigo y el pecho enamorado dispuesto a recibirse, nada que envidiarle a Dylan”, comentó, por su parte, Marioantonio Rosa.
A la reflexión sobre quiénes pudieran merecer el Nobel de la Literatura, no es prudente ignorar la obra del cantautor catalán Joan Manuel Serrat; sus composiciones, sus poemas y su musicalización de versos de Antonio Machado, Miguel Hernández y otros poetas.
Tampoco los trabajos de Zoraida Santiago, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Tito Auger, Walter Morciglio y muchos más que, de manera consistente, han incorporado o adaptado la literatura a la música popular.
Ejemplo: el disco de Zoraida inspirado en Julia de Burgos; la música de Roy Brown basada en los textos de Juan Antonio Corretjer; el clásico “El Josco” de Abelardo Díaz Alfaro musicalizado por Moliendo Vidrio; las décimas en la tradición de Vicente Martínez Espinel compuestas e improvisadas por nuestros trovadores y el álbum de Alberto Carrión dedicado a Palés Matos.
Caudal de expresión que, en pleno Siglo XXI y con credibilidad indiscutible, incluso proyectaría como literarias las composiciones del poeta urbano René Pérez, reconocidas como tales por Mercedes Sosa (“Un niño en la calle”), Serrat (“Algo personal”) y el propio Blades (“La Perla”).
Quizás la Academia Sueca nunca las considere, pero la omisión podría ser el pretexto perfecto para reconocer aquí a estos y otros brillantes exponentes del maridaje entre la literatura y la música popular.