Mágico ‘El jardín’

Por Joselo Arroyo
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Para el año 1989, en Puerto Rico, el SIDA había alcanzado proporciones de epidemia, con 1,614 casos confirmados. Se estima que entre 55,000 y 60,000 personas vivían con el virus. Es en este momento histórico que se desarrolla “El jardín”, del escritor Luis Negrón, oriundo de Guayama. En entreno mundial, esta versión musical provoca toda clase de emociones en el espectador. Un profesor universitario homosexual, quien vive en Río Piedras con su hermana, conoce y se enamora de un joven estudiante al momento de enterarse que tiene HIV. El joven se muda a la casa del profesor, en Río Piedras, donde ubica un jardín con una gran y hermosa trinitaria, la cual había motivado la construcción de la propiedad. El tiempo avanza y consume a “Willie” -profesor-; “Nestito” interrumpe sus estudios para cuidar a “Willie”; “Sharon” desarrolla una hermosa relación con “Nestito”; y juntos se apoyan entre sí. A pesar del orgánico y trágico desenlace, la pieza es una hermosa oda al amor. Presenta la otra cara del SIDA, un punto de vista poco hablado y, definitivamente, uno de los más importantes: todo en la vida tiene la capacidad de florecer… como un jardín.

José Eugenio Hernández, Liván Albelo e Iseal fueron dirigidos por Gil René Rodríguez. (Foto Joselo Arroyo para Fundación Nacional para la Cultura Popular)
José Eugenio Hernández, Liván Albelo e Iseal fueron dirigidos por Gil René Rodríguez. (Foto Joselo Arroyo para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

El arte y la estética resulta la pieza angular del montaje, pues el público que se presentó en el Teatro Victoria Espinosa, en Santurce, durante la función número 12 de este musical -la última al momento-, pudo disfrutar de un derroche de belleza, en este libreto logrado por Luis Negrón y Norge Espinosa. Comenzamos con la acertada y funcional propuesta escenográfica de José “Checo” Cuevas y la ambientación de esta casa “riopiedrense” -con su mágico jardín-, a la cual llegaba el sonido de las campanadas de la Torre de la UPR. La iluminación, a cargo de Pamela López, de igual modo se integra, aportando realces de luz que iban desde lo más cotidiano hasta los momentos más simbólicos. El vestuario -de Cristina Núñez- presentó con atino a los personajes con sus cualidades; y jugó un papel importante en recalcar el deterioro y baja de peso de “Willie” por su enfermedad. La ambientación y utilería, realizada con indudable detalle, estuvo a cargo de Guissepe Vázquez. Una música romántica y alegre de Gil René Rodríguez se integró con los arreglos de Luis Amed Irizarry y las letras de Norge Espinosa y el propio Gil René, lo que prueba ser una afortunada combinación para lograr el éxito del musical. La afortunada regiduría de Omar Torres logró integrar todos los elementos técnicos a la perfección para lograr un resultado lleno de belleza.

Un trabajo altamente estético y depurado en la dirección, a cargo de Gil René Rodríguez, capitaneó con puntería esta experiencia musical. Jugó con composiciones, movió a los personajes por los distintos espacios del lugar, pinceló simpatía y comicidad en los personajes en su justa medida e integró los simbolismos con gran estética.

La producción brilla con gran sentido de arte, estética, simbolismos y magia. (Foto Joselo Arroyo para Fundación Nacional para la Cultura Popular)
La producción brilla con gran sentido de arte, estética, simbolismos y magia. (Foto Joselo Arroyo para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

La aportación actoral no se encuentra en una línea distinta de lo ya reseñado. José Eugenio Hernández presentó a un “Willie” dominante a la vez que vulnerable, enfatizó el deterioro físico y emocional del personaje durante su enfermedad y enfrentó el reto de un musical con valentía. Liván Albelo mostró a un “Nestito” simpático, inocente y, sobre todo, enamorado. Resultó en un trabajo lleno de ternura. Isel Rodríguez se lució como “Sharon”, entregando un personaje completamente redondo y adorable: imposible no divertirse con sus ocurrencias. Su indudable capacidad vocal la hizo sobresalir en las canciones.

En resumen, esta producción de Naíma Rodríguez, Samuel Medina, Omar Torres y Luis Negrón, para Producciones En Equipo, logró un producto completo, con gran sentido de arte, estética, simbolismos y magia. Es un proyecto que reafirma que el amor es la fuerza más importante en el mundo y que solo muere a quien se olvida. Por tanto, “Willie”, a pesar de haber hecho su transición a otro plano, siempre vivirá para los demás personajes y para todo aquel que haya presenciado esta hermosa experiencia artística.

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