Por Joselo Arroyo
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Las micro producciones “Bajo tierra” y “El ojo”, como parte de la oferta que continúa presentando el Primer Festival de Teatro de Terror, subieron a escena la pasada semana en el Broadway Dinner Theater and Lounge; ubicado en Punta las Marías. Y distinto a lo que fueron sus antecesoras, el terror que inundó no provino de monstruos ni personajes fantásticos. Ambos proyectos coincidieron en el terror cotidiano y el de la conducta humana.

“Bajo tierra”, escrita y dirigida por Mary Ely Marrero-Pérez, en formato de micro teatro -como todas las piezas que participan en el festival- nos cuenta sobre el terror psicológico que se produce entre dos mundos: el de los vivos y el de los muertos. Es un texto muy interesante que, definitivamente, no descansaba en clichés para llegar al terror.
La dirección escénica de Marrero- Pérez -quien también tuvo a su cargo la utilería- jugó de forma acertada con los dos planos, más que simbólicamente, de manera real. En el escenario estaba presentado el cuarto de “Santa”; y, en el piso de la platea, ubicaba el área de “Angelito”. Además de la obvia división de espacios, por su elevación, la iluminación de Éktor Gómez reforzó con color distinto cada plano.
Blanca Lissette Cruz, como “Santa”, trabajó una dualidad entre lo real y lo psicótico, entre el control y la desesperación, de manera muy atinada. Por su parte, Ángel Manuel García, como “Angelito”, presentó un trabajo muy intenso y visceral. El elenco lo completó “la legión”, a cargo de Joel García, Yesenia Ortiz, René García, Gladys Varela y Zor Ortiz, quienes estaban ubicados en las mesas, con el público, como cualquier espectador. Y, en cierto momento, como llevados por un trance, se pusieron en pie y, cual salmo responsorial, al unísono, comenzaron a repetir frases que decían los protagonistas. Muy interesante este efecto.
La segunda pieza de la noche fue “El ojo”, escrita y dirigida por Olga Vega Fontánez, basada en la novela “1984”, de George Orwell. La historia establece una sociedad post apocalíptica: un grupo de reclusos, con habilidades “extraordinarias” (como podría ser la capacidad de leer y escribir), discute los modos de supervivencia y acción ante un gobierno tiránico, en una era donde el conocimiento es devaluado, la obediencia es sinónimo de progreso y “el ojo” es su estrategia de control.

Fue ésta una muy cautivadora propuesta, con alto sentido social y político, en la cual el terror más grande estriba en ver lo que expone el texto y entender a lo que la sociedad está llegando, sobre todo con la enajenación “social” por las redes sociales y otros convencionalismos tecnológicos modernos. Asimismo, Vega Fontánez -quien también estuvo a cargo del diseño de las luces y el sonido- siguió en su dirección esta propuesta: movimientos precisos en un entorno bien diseñado, los cuales propiciaron una muy buena visual y juego escénico. Además, integró una enorme proyección de un ojo que lo bañaba todo, en claro simbolismo de vigilancia.
En cuanto a las actuaciones, “El hombre”, interpretado por Ricardo Magriñá, se mostró autoritario, pausado y determinado. “El joven”, trabajo de Johnny Santiago Oyola, presentó una generación más sometida y obediente. En contraparte, “La mujer”, personaje ejecutado por Arelys Rivera, trabajó una perspectiva más revolucionaria y deseosa de cambio. Lamentablemente, estos últimos dos actores mencionados confrontaron algunos problemas de dicción que, en ocasiones, dificultaron el entendimiento. Completa la ficha técnica el bien logrado trabajo en regiduría de Kylliams Crespo.
Si bien en esta penúltima semana de presentaciones el terror no se concentró en lo fantástico, lo cotidiano y la conducta humana, fueron temas suficientes para traer con efectividad a los presentes el sentido de lo espeluznante. Cumplida la misión, el Primer Festival de Terror llega a su final este fin de semana con las últimas dos puestas: “Entre el lobo y el mago”; y “Felicilandia, el circo”, del jueves 27 al sábado 29, con funciones a las 8:30 p.m.