Por Gabriela Ortiz Díaz
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Recientemente, la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) presentó en el Taller de Fotoperiodismo una colección de seis libros de crónica literaria y periodística que forman parte de la Serie Literatura Hoy. Ante una sala concurrida, el escritor Edgardo Rodríguez Juliá leyó su texto de presentación, con el que comentó brevemente cada uno de los libros basándose en esos rasgos que él considera imprescindibles en el género de la crónica.

El ‘yo fuerte’, la retrospección o interioridad reflexiva, la capacidad para reconocer estructuras de comportamiento social y revelar señas de identidad, la mirada social y el testimonio de la historia personal, son los rasgos de la crónica que Rodríguez Juliá identificó en los libros recién publicados.
En un ejercicio de precisión, el destacado escritor puertorriqueño le adjudicó una o varias de estas características a cada una de las noveles piezas literarias: “Jadeante y sudorosa”, de Mayra Santos Febres; “Los tres golpes”, de Luis Negrón; “Metiendo caña”, de Luis Trelles; “Viaje a la casita”, de César Colón Montijo; “El local”, de Joel Cintrón Arbasetti; y “El cuerpo de la abuela”, de Ana Teresa Toro.
En primer lugar, Rodríguez Juliá señaló cómo interpretaba el elemento del ‘yo fuerte’ en los casos de Luis Negrón y Mayra Santos.
“Ahí está el impecable oído de su colección de cuentos ‘Mundo cruel’ como piedra angular de esta crónica santurcina, antillana y centroamericana, ya que se desarrolla entre la parada veinte, Santo Domingo y San José de Costa Rica. Hay una vivacidad testimonial, pero sin alardes; la homosexualidad es parte de un temperamento, de una voz y un tono que a veces resulta nada gay sino grave. Se logra una magnífica contención del yo fuerte… La crónica como reflexión de lo vivido admite aquí una ecuanimidad, un equilibrio, una serenidad envidiable. Es como si nuestro escritor creyera más en la elocuencia de la realidad que en la suya propia”, expresó Rodríguez Juliá sobre la obra de Luis Negrón.
En “Jadeante y sudorosa”, Santos Febres desborda el ‘yo fuerte’ al basar su crónica en la comparación entre el ejercicio de escribir y de correr. “Corriendo, Mayra le encuentra el final a la novela, y reflexiona sobre la vida familiar más íntima…”

“Cuando Mayra corre y a la vez empuja el cochecito de su hija bebé, repasa su matrimonio de la manera de una madre contemporánea al borde del colapso nervioso. Recoge con la mirada hasta culminar en la admiración los personajes que encuentra en el trayecto de sus correrías…Esta crónica no solo nos cuenta sobre los vecindarios de San Juan que ella corre y recorre con mirada perspicaz, sino también sobre su interioridad”, comentó el veterano cronista.
Por otra parte, el presentador reconoció en la crónica de Luis Trelles la capacidad para reconocer estructuras de comportamiento social y revelarnos señas de identidad. “Metiendo caña: En busca de la bebida nacional de Puerto Rico”, como se titula la crónica, evidencia que el ron cañita es la verdadera bebida nacional. “Aquí se identifica el ron caña con el nacionalismo y cierta tendencia ácrata del “hinterland” jíbaro. Esta obra es buen ejemplo de cómo la crónica está cercana al reportaje periodístico de excelencia”.
“Sin buen oído no hay buena escritura. En la crónica de César Colón Montijo, titulada ‘Viaje a la Casita, notas de plena en el Rincón Criollo’, parte del testimonio —esta vez cuasi etnográfico— es el rescate de esas voces inéditas de lo popular…”. Continuó Rodríguez Juliá diciendo sobre esta crónica que narra una escena de la diáspora puertorriqueña en el Bronx: “el oído del autor convierte el spanglish en lengua franca de la puertorriqueñidad. Es como si el spanglish ya no tuviese que ser puesto entre comillas o cursiva porque finalmente fue aceptado como las señas de identidad, tanto o más que esas casitas de barrio de los cuarenta y cincuenta…”.

“Otro de los énfasis de mi escrito sobre la crónica insistía en cómo ésta no sólo es una mirada social sino también puede ser testimonio de la historia personal, de la autosemblanza y los retratos de lo más cercano a nosotros”. En la obra de Ana Teresa Toro, “El cuerpo de la abuela”, “la crónica se vuelve, casi siempre, un ejercicio de la memoria, la más íntima, la familiar, y también aquella que alcanza significados sociales”.
Finalmente, Edgardo Rodríguez Juliá, describió “El local” de Joel Cintrón: “estamos ante esa ‘escena’ gótica apenas testimoniada, tan lejana y tan cercana al Santurce proletario y dominicano de Luis Negrón. Es un certero vaivén de descripciones, de lo general a lo particular, aquí la curiosidad es pulcra en la atención a los detalles. Hasta hay un historiador, Antero, que nos narra las vicisitudes del heavy metal y el punk rock de San Juan…”. En esta crónica, el autor se queja – y Rodríguez Juliá lo captó y resaltó en su comentario – porque la llamada “cultura popular” llama más la atención de nuestros escritores y sociólogos que esta cultura underground cangrejera de graffiteros, performeros, rockeros que se manifiesta en El local.
Esta cita del presentador recoge lo valiosa que es esta serie de crónicas: “tengo el privilegio de ver cómo una generación posterior ha validado mi perfil del género y asegurado la continuidad de una tradición en nuestras letras. Ya tenemos con esta colección de crónicas, el apuntalamiento de un canon propio, de singular importancia y originalidad para las Antillas y Latinoamérica”.